El cuerpo [no] se acaba

Creativo

Sigo caminando desde un sábado. Esta vez el tránsito viene acompañado de un calor de fuego incendiario. Pienso en el vapor casi soportable de la casa y quisiera no haber salido. Por los costados y un poco antes y después y yo desde mi espacio móvil, nosotros, esta masa colectiva, andamos hacia el propósito de la visita al Paseo de Diego.

Me observo tan rápido como puedo captar el movimiento de un pie tras el otro. Se me ocurre que el cuerpo se acaba y me remonto a un taller de improvisación en el que mi conjunto corpóreo no daba más de sí; percibía que todo y cuanto mostraba era una incesante repetición. Entonces, ¿me pregunto si antes, mucho antes de imaginar tan siquiera la muerte, el cuerpo, habitado por los mismo gestos, la misma pronunciación de su meneo, llega a su fin en vida, ya no da más de sí? O sea, a mí me visitan idénticos tics que hace años atrás, la dinámica de mi figura aparenta ser igual; ¿será posible dejar de reinventar el tronco, el torso, esta complexión? ¿Termina siendo el organismo y paradójicamente un cuerpo móvil inerte?

No quiero mirar a los otros; me parece que incluso autoexpuestos a un espacio público, debo garantizar la privacidad de sus pasos, ¿acaso querría que analizaran los míos? Mas no puedo evitar caer en la vorágine, hoy gracias a este pesado sofoco, un poco más pausada, de la andanza común. ¿Caminará esa persona así siempre; ya no sabe ser de otro modo? ¿Acaso lo desearía?

Retorno al propio espacio; hay algo que me impele ver hacia adentro. Me cuestiono si estas contorsiones mediante las que me expreso hacia afuera se reproducen sin ápice de cambio. ¿Soy “yo” todo el tiempo? ¿Para qué (por qué, cómo) querría ser “otra”? Pero me niego a creer que este cuerpo ya no tiene algo nuevo que reclamar, que su rutina es una actitud permanente. Evoco nuevamente el taller. Necesitaba apartarme de mi zona de comodidad, conocer lo que todavía no me había sido revelado (cuerpo aquí es como un ente místico, una casi divinidad que espera por manifestarse). Recuerdo la incomodidad y la dificultad para alterar la postura (mi sello de identidad). Y aún rememoro los instantes mínimos en los que el semblante total adquirió otra expresión (así lo sentí), en que supo moverse de una forma hasta el momento desconocida o al menos conscientemente.

Torno a la calle. La muchedumbre, sin embargo, no ha detenido el trajín para examinarse. Veo cuerpos portátiles, el mío asimismo prosigue su traslado. Y mientras tanto, ¿estaremos preparando alguna novedad? ¿Nos sorprenderemos a nosotros mismos con alguna originalidad? ¿O somos, como se dice, animales perpetuados en la costumbre? Hábito tan arraigado que parece imposible caminar diferente.

Crédito foto: maira.gall, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by-nd/2.0/deed.es)