Cuadernos de Palestina

Creativo

“Porque yo no hilo lana

porque yo estoy expuesto cada día

a órdenes de arresto

y mi casa está expuesta a las visitas policíacas

a las pesquisas, a las “operaciones de limpieza”

porque me encuentro en la imposibilidad

de comprar papel

grabaré todo lo que me sucede, grabaré todos mis secretos

en un olivo del patio de mi casa

yo grabaré mi historia y el retablo de mi drama

y mis suspiros en mi jardín

y las tumbas de mis muertos…”

 

-‘Tawfiq Zi-yad

Escrito en el tronco de un olivo

Poesía de Resistencia

Amanece en Gaza. La noche de ayer, la noche anterior, todas las noches, la sangre extiende su manto sin identidad; alguien será hijo de la muerte. En la callejuela ya sin orillas las balas son el polisón en tierra, amargo y asesino, que entra en cualquier hogar y se hace amo de los silencios.

El fuego sigue siendo una sombra fresca capaz de inundarse y confundirse con la piel. Todo ha sido igual, sin memoria y sin pausa. Desde principios del Siglo XX se siguen enfrentando las poblaciones judías y árabes que vivían en Palestina desde el imperio otomano pasando por el Mandato Británico de Palestina, y ya, los nombres parecen ser irrelevantes. Entre las claves de las cuestiones pendientes se resaltan el reconocimiento mutuo, el establecimiento de fronteras seguras, los derechos de agua, el terrorismo palestino, el control de Jerusalén, los asentamientos israelíes, la libertad de movimiento palestino y la legalidad en materia de refugiados. La violencia resultante del conflicto ha llevado a diversas posturas internacionales del conflicto, así como la seguridad y otros problemas de derechos humanos, dentro y entre ellos mismos. Dentro de la sociedad israelí y palestina, el conflicto genera una gran variedad de puntos de vista y opiniones. Esto pone de relieve las profundas divisiones que existen no sólo entre israelíes y palestinos, sino también dentro de cada sociedad. Pero sería imposible limitar la cavidad geográfica de esta tribulación. Ya es un dolor del mundo, en cada patria, cada lengua, cada sueño o cotidianidad. Nos conmovemos, nos da vergüenza, furia, impotencia, se cuestiona el canon religioso, la diatriba pura y entumecida de la sinagoga, la caja de interpretaciones del ciudadano occidental, maleable ya de por sí por su propio vacío o desesperanza.

No sé por qué me ha dado por recordar “Las Pinturas Negras” de Francisco Goya y Lucientes en especial una “Átropos, Las Parcas o El Destino” centrada en la temática del destino; una revisión del tema mitológico de las diosas del destino las Parcas, encabezadas por Átropos, diosa de lo inexorable, que porta unas tijeras para cortar el hilo; Cloto, con su rueca (que Goya sustituye por un muñeco o recién nacido, probable alegoría de la vida), y Láquesis, la hiladora, que en esta representación mira a través de un lente o espejo y simboliza el tiempo. No sé de qué autoría esta inquietud de poner a Átropos reclinada sobre esa nación llagada de gritos y sangre y después invertir los papeles, agitar la vigencia de este gran cuadro oscuro de Goya. Pesada metáfora contra la voz, que muchos poetas unidos queremos desnudar. Pintura negra de un pueblo que juega día a día al exterminio. Los versos de este poeta Tawfiq Zi-Yad, no pueden ser más dramáticos y también incitadores. La voz intenta sobrevivir ante cualquier aviso de hecatombe. Puede ser que Palestina no tenga una hora para el mañana o que el mañana magistral, sea un enorme signo de luto. El poema de Zi-Yad revela que existen días de solamente una hora bajo el crédito de los vivos. Más vivo, repito, palabra mágica, sea ese olivo extirpado por la atrocidad del hombre, olivo que está supuesto a resistir el grabado de esas letras, cuando no haya papel o lápiz, o una computadora que enseñe el camino de la felicidad. En esa corteza soledosa, inexpresiva, puede quedarse el poema de la libertad y la justicia. Voy a un paralelo: 25 de julio de 1978. Dos jóvenes-siempre jóvenes en el verbo de Cronos-son asesinados en el Cerro Maravilla. La balística señorea el poder del estado. El gobernador de turno-¿acaso se podría decir su nombre?-proclama el heroísmo condecorando al duermevela del fango. Un crimen político, desde luego, como tantos porque aquí en la colonia aún no se termina de exhumar cadáveres. La voz del patriota es cielo raso, bagazo, como dijera siempre el Negro Domingo bajo la señal de Abelardo Díaz Alfaro. Al igual que Palestina no terminan de agotarse las artimañas, las mentiras oficiales, los votos convocados al silencio de la verdadera identidad. Puerto Rico sufre el más estilizado de los bombardeos: el silencio apacible de la conciencia. Patrias paralelas, donde cada cual sufre los actos de su testimonio. ¿Y en qué flamboyán, almácigo, o ceiba se podrá grabar un nombre justo de poesía?

Queda luchar. Y mucho. Tanto más que los días de desolación, o de sonidos que caerán como buitres sobre la sangre. Usaremos la poesía, y su gran maquinaria de revelaciones. Vamos a grabar todo lo que nos suceda, abrazados a Palestina. Viento y sombra, sombra y agua, como dijera García Lorca en el tiempo del asalto de La Benemérita, en aquellas noches donde la piel gitana era un pandero de tragedias. Lejos de Herodoto, se grabará la historia en cada memoria, en cada alma que se consiga libre y presurosa, clamando el fin de los infiernos. Cada niño, que cerró sus ojos estará en la mirada y en la voz.

El miércoles 6 de agosto a las 6:30 PM en La Plaza Palmer de Caguas Poetas en Marcha y La Universidad del Pueblo comenzaremos a escribir los Cuadernos de Palestina. Cuadernos hechos a la voz, al abrazo, a la herida dulce que salva la resistencia. Poesía luminosa, de la cual hago bajar los ojos, para amarla y vivirla. Cuadernos que cuentan una historia. Palestina, Puerto Rico, todos. Me quiero ir a aprender con la poesía de Kamal Nasir, y regresar a mi pueblo, con un tiempo feroz de iluminación:

 

 

Te contaré una historia.

Una historia que vivió en los

sueños de la gente.

Una historia que salió del

Mundo de las tiendas de campaña

hecha por el hambre,

y decorada por las

noches oscuras en mi país.

Y mi país es un puñado

de refugiados.

 

Cada veinte de ellos

tienen una libra de harina

y promesas de alivio,

regalos y paquetes.

Es la historia del sufrimiento

de un colectivo

que aguantó el hambre

durante diez años

entre desgarros y agonía

entre privación y añoranza.

 

Es la historia de un pueblo

que fue engañado

que fue arrojado

en los laberintos de los años.

 

Pero ellos desafiaron

y aguantaron

desnudos y unidos.

Y encendieron,

desde los campos de refugiados,

la revolución del regreso

desde el mundo de la oscuridad.

 

Kamal Nasir

LA HISTORIA