Apuntes sobre tiempos tormentosos

Política

Vino la tormenta Bertha y fue bien recibida, algo no precisamente usual en Puerto Rico ante los fenómenos de lluvia y viento. Pero dada la sequía en la Isla fue motivo de júbilo para muchos. No obstante, la histeria de los consumidores al pertrecharse de provisiones y agua en pote no se hizo esperar. Aunque el agua que dejó la tormenta no fue suficiente para llenar los embalses, fue suficiente para aliviar la sequía y, al menos, aplazar el racionamiento anunciado para comenzar esta semana.

La meteorología, aunque ha avanzado leguas en las últimas décadas, no se podría catalogar como una ciencia exacta. Ahora existen más herramientas para seguirle el rastro a una tormenta o huracán, pero hay demasiadas variables para hacer un pronóstico exacto. Pero los tiempos del viejito Profesor McDowell, un meteorólogo que enseñaba en la Universidad de Puerto Rico, ya pasaron. McDowell se encargaba de dar noticias y pronósticos del tiempo para uno de los canales de televisión. A veces la pegaba, y a veces fallaba. Muchas veces el público tomaba a la ligera sus pronósticos. “Olvídate, si McDowell dice que va a llover no llueve na’.İPa’ la playa to’ el mundo!”. me exhortó una vez un amigo.

Y es que al pobre McDowell lo echaban a broma. De nada ayudaba su fuerte acento norteamericano en español, lo que se prestaba para que hasta los pequeños se burlaran de él. Me acuerdo que cuando estaba en los grados, los muchachos se turnaban imitándolo a ver a quien le quedaba mejor la parodia. Pero el viejito caía bien; en televisión parecía un tipo simpático. Si no me falla la memoria, tenía solamente una intervención en los noticiarios de las seis de la tarde y diez de la noche.

También fue una época en que Puerto Rico no experimentó grandes tormentos con el tiempo. Ya era reportero en 1989 cuando pasé mi primer huracán—Hugo, que causó caos en el norte de la Isla. Los noticiarios locales se han contagiado con los de los Estados Unidos en su obsesión con el tiempo. Hoy día, hay por lo menos dos intervenciones del tiempo en los noticiarios. Después de Hugo nos tocó otro huracán-- Georges, que atravesó la Isla. Entonces parece que nos entró la piquiña del desastre, que lleva a muchos a comprar cantidades de comestibles no perecederos y agua fuera de lo razonable.

Hay quien reza, rosario en mano, para que la tormenta que sea no pase cerca de Puerto Rico. No culpo a esta gente. Pero soy de la creencia que las autoridades locales hacen un buen trabajo manejando los desastres naturales, incluyendo, y sobre todo, la odiada Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), cuya principal unión, conocida por sus siglas de UTIER, ha sido objeto de grave antipatía en los últimos dos años. La realidad es que la UTIER no es responsable de las tribulaciones de la agencia, especialmente las facturas muchas veces meteóricas que reciben los usuarios.

El viernes, los supermercados y otros lugares de provisiones estaban abarrotados de clientes buscando pertrecharse. Me di la vuelta por unos establecimientos y encontré que en dos de ellos lo que quedaban eran unas botellitas de agua. Le pregunté a un consumidor por qué llevaba tres cajas de agua, y me dijo—basándose no sé en cuál información--que este año vendrían dos tormentas grandes y había que estar preparado. El hombre sonaba alarmado. Le hacía falta una afeitada y estaba vestido de camiseta y bermudas, como si la noticia de la tormenta lo hubiese despertado de un profundo sueño. Fue fácil concluir que los tiempos en que nos burlábamos de los meteorólogos están enterrados en el pasado.

Crédito foto: NASA, Wikimedia Commons, bajo licencia de dominio público