Puerto Rico: Arqueología, Patrimonio Nacional e Historia

Caribe Hoy

Un grupo de ciudadanos y organizaciones culturales del suroeste de Puerto Rico han iniciado esfuerzos para formar un fideicomiso para adquirir la mayor colección arqueológica privada de Puerto Rico y establecer un museo para su exhibición, asegura Nancy Vargas Acosta, presidenta del Centro de Estudios e Investigaciones del Suroeste, CEISO.

La colección incluye piezas arqueológicas de los periodos históricos precolombinos y de los primeros 100 años de la colonización española de la Isla.

“Es una colección impresionante”, asegura Vargas Acosta. “El propietario de la colección, arqueólogo Efraín Irizarry Avilés, quiere preservar la integridad de la misma, evitar que pase a manos privadas y asegurarse que sea exhibida para beneficio del pueblo de Puerto Rico”.

El rescate de este importante acervo puertorriqueño es uno de los proyectos que CEISO y Surcando la Historia están realizando junto al Centro de Servicios Comunitarios del Recinto de Cupey de la Universidad Metropolitana.

Israel Román, presidente de Surcando la Historia, Pedro Jusino Lugo, director del Departamento de Arte y Cultura del Municipio de Lajas y Vargas Acosta se acercaron a Irizarry e iniciaron el dialogo para desarrollar el proyecto, que cuenta con el aval del alcalde Marcos A. Irizarry Pagán.

“Tenemos un edificio para desarrollar el proyecto y estamos identificando los recursos para establecer el museo y acondicionarlo adecuadamente para poder exhibir la colección.

En el 2009, la colección de piezas arqueológicas de Irizarry fue expuesta en la Galería de Arte del Departamento de Humanidades en Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico. Entonces el arqueólogo hizo un compromiso con la institución universitaria de donarle su colección, pero la crisis fiscal por la que atraviesa la institución y el país en general, postergó y paralizó el proceso.

Un grupo de historiadores y ciudadanos lajeños se opuso en ese entonces a que este importante patrimonio de la Ciudad Cardenalicia saliera del pueblo.

“La colección de Irizarry es parte de la microhistoria de Lajas. Es una muestra de la experiencia de vida de nuestros ancestros aborígenes,  es un resumen arqueológico, un patrimonio visual, de la gesta que conformó el municipio y la nación puertorriqueña. Es además el esfuerzo de un lajeño comprometido con   el rescate y la conservación de nuestro acervo histórico”, afirma el historiador Dr. Pablo L. Crespo Vargas al avalar los esfuerzos que se están gestionando para mantener la colección en suelo lajeño.

El esfuerzo que están llevando a cabo CEISO y Surcando la Historia por conservar en suelo lajeño la colección, asegura Crespo Vargas, demuestra el interés de un pueblo comprometido con su historia, que reconoce el esfuerzo y la valiosa trayectoria profesional de Irizarry.

“Irizarry es un icono cultural que ha dedicado su vida a la investigación arqueológica y a conservar el acervo de los primeros habitantes de la Isla y del periodo de fusión entre la cultura autóctona y la invasora que dio paso al nacimiento de la nación puertorriqueña”.

Lajas quiere conservar la colección Irizarry Avilés. El resultado final depende del éxito de los esfuerzos comunitarios  y gubernamentales para conseguir los recursos necesarios para habilitar un museo que acoja la colección.

El edificio que servirá de hogar a la colección es la antigua Escuela Perry ubica en el casco urbano, en el costado izquierdo de la plaza de recreo. La escuela fue construida en dos etapas, una 1904 y la segunda en 1907. La Perry fue traspasada al Municipio por el Departamento de Educación en el 2010.

Existe el compromiso de varios ciudadanos privados que aportaran recursos para la operación del museo.

“Estamos seguros que lograremos construir un hogar para la colección y que con la ayuda de todos los puertorriqueños obtendremos los recursos económicos para su operación”, afirmó Vargas Acosta.

Inicios de la colección

La historia de la colección se inició hace casi 60 años cuando Efraín Irizarry Avilés, entonces un niño de 6 años, descubrió su primera pieza arqueológica, un cemí de concha.

Irizarry le llevó el cemí a su maestro de primer grado, Miguel Rivera, quien valoró su hallazgo y lo estimuló a continuar buscando piezas. Sin saberlo, Rivera había abrierto una caja de Pandora que despertaría la pasión de Irizarry por la arqueología y la conservación del patrimonio histórico nacional.

Las primeras experiencias con la arqueología de Irizarry  Avilés, quien nació en 1949, fueron catárticas, pero a la misma frustrantes. Sus primeros trabajos de excavación arqueológica los hizo en la finca de su padre. Extendió sus incipientes pasos arqueológicos al sitio de Las Cucharas, en el sector Cerro Alto del barrio Candelaria. Tristemente, el niño, impotente, fue testigo ocular del desmantelamiento y destrucción de la plaza ceremonial que había en el lugar para evitar que  las excavaciones arqueológicas  perturbaran la siembra de caña.

Años más tarde, sus trabajos investigativos lo llevaron a excavar en otros sitios de la Isla y a viajar por las Antillas y Venezuela en busca de respuestas a los orígenes de nuestros ancestros tainos.

El arqueólogo lajeño, estimulado por su afán de rescatar la historia de los primeros pobladores de Puerto Rico, amaestró técnicas de restauración  bajo la guía del Dr. Héctor Montero, entonces profesor del Departamento de Humanidades de la Universidad Interamericana de San Germán.

Los trabajos arqueológicos de Irizarry, que han sido avalados por reconocidas figuras tales como  el Dr. Ricardo Alegría (1921-2011), Benjamin Irving Rouse  (1913-2006) y Josep María Cruxet (1911-2005), incluyen muestras de todos los periodos de la presencia del homo sapiens en el Archipiélago Borincano.

Las piezas más antiguas consisten en gubias hechas de conchas de caracol, navajas, perforadoras y objetos de piedra tallada y de piedra pulida, ya fuera pedernal o sílex, tales como hachas, cabezas de flecha y  morteros.

El doctor Ricardo Alegría, historiador y arqueólogo graduado en Harvard, bautizó esta cultura como arcaicos (5,000 AC-100 DC). Esta cultura fue primero identificada por Alegría en la cueva María La Cruz en el Municipio de Loíza en 1948 y 1954. Otros yacimientos importantes, además del de Lajas donde  Irizarry Aviles ha encontrado piezas de ese periodo en áreas cercanas a la costa, manglares y  quebradas, son los de Salinas, trabajados por el reconocido arqueólogo dominicano Marcio Veloz Maggiolo en 1975; el de Morovis en 1981, escavado por Ovidio Dávila; y el de Barceloneta trabajado por Carlos Ayes en 1991.

Periodos históricos de la colección Irizarry Avilés

Arcaicos

Existen varias teorías sobre el origen de los arcaicos, pero los estudios arqueológicos comparativos  señalan a Florida y América Central, específicamente las áreas costeras de Belice y Honduras, como posibles puntos de origen. Los científicos teorizan que la migración de los arcaicos comenzó cuando los niveles  del Mar Caribe eran bajos. Utilizaron como punto de partida la Península de Yucatán y a Jamaica y Cuba como puntos de entrada a las Antillas, llegando hasta las Islas Vírgenes.

Los arcaicos eran cazadores, pescadores y recolectores de semillas, raíces y frutos. Desconocían la agricultura y la alfarería. Eran seminomadas y vivían cerca de las costas, en los manglares, cerca de los pantanos y en las cuevas. No se deformaban el cráneo y enterraban a sus muertos con el cuerpo extendido. Se desconocen sus creencias religiosas, pero se asume que creían en la vida después de la muerte porque sepultaban a sus muertos.

La arqueóloga cagueña, Maritza Torres, indica que los arcaicos pueden ser agrupados  en dos fases: Fase I donde los artefactos son de piedra tallada porque  se dedicaban a la caza y la pesca y la Fase II donde se pulía la piedra pues dependían de la recolección de semillas y frutos y caracoles marinos.

A la llegada de los conquistadores los arcaicos habían desaparecido en Puerto Rico. Se encontraron solo en la parte oeste de Cuba, en la Península de Guajatabeyes y en el oeste de Haití en la Península de Guacayarin.

Artefactos de las otras culturas que marcan la presencia humana en la Isla han sido encontrados también por Irizarry Avilés en los yacimientos lajeños de Las Cucharas, San Rafael, Anegado, Los Hornos y Sierra Bermeja.

Saladoide

Irizarry indica que los estudios arqueológicos muestran que a partir del año 250 AC, extendiéndose hasta el 600 DC hubo una movilización a través del arco de Las Antillas Menores de integrantes de la cultura arahuaca. Este primer grupo migratorio ha sido denominado Saladoide por haberse identificado primero en Saladero, Venezuela. Esta cultura es denominada como igneri por George D. Howard quien trabajó en la región venezolana en 1943 junto a Cornelius Osgood.

Los saladoides eran agricultores y trabajaban el barro. La característica principal de esta cerámica, indica Irizarry, es que estaba pintada de blanco y rojo, combinación de colores que no se va a encontrar en periodos posteriores. Los igneris trabajaban una cerámica de pasta fina con adornos pintados, las asas de sus piezas tenían forma de “D” y no exceden los bordes de las piezas.

Los saladoides vivían en tribus cerca de la costa (Los Hoyos, Maguayo, Sierra Bermeja). Cultivaban la yuca y otros frutos. También cazaban y pescaban. Consumían abundantemente los jueyes, cangrejos cobos y burgaos.

Eran hábiles talladores de piedra con las que hacían hachas, ídolos, amuletos y adornos con formas zoomorfas y antropomorfas. Conocían el tallado de las piedras semipreciosas (amatistas, cuarzos, etc.) con las cuales hacían cuentas tabulares para sus collares. La rana fue una de las figuras más talladas en piedras de color verde, se asume que esta era símbolo de la lluvia y la fecundidad que le precede.

Existen muestras arqueológicas que indican que la ceremonia de la cohoba se practicaba en este periodo.

Ostionoide

Irizarry describe al próximo periodo aborigen en la Isla como uno de agro-alfarero- recolector. Este periodo, que se extiende por unos 600 años (600 DEC-1200 DC), mantiene a los arqueólogos e historiadores divididos entre sí considerarlo uno de transición entre igneris y tainos o una nueva manifestación surgida de la mezcla entre arcaicos y arahuacos.  Este periodo ha sido bautizado como ostionoide porque  sus primeros indicios fueron encontrados en Punta Ostiones, en el vecino municipio de Cabo Rojo, por el arqueólogo Adolfo de Hostos en 1919. En 1930 George Rouse continuó los trabajos arqueológicos iniciados por Hostos.

La cultura ostionoide se destaca por una cerámica con formas ovoides y naviculares con diseños sencillos, pintada con pinturas negra y roja. El blanco desaparece. Abundan las asas en forma de murciélago o mono en el borde de las ollas.

La alimentación  ostionoide ve una disminución en la ingesta de cangrejos, jueyes, cobos y burgaos  siendo sustituidos por ostras, almejas, caracolas marinas y peces de la costa.

El arqueólogo enfatiza que esta cultura tuvo una vasta presencia a través de todo el territorio lajeño.

Taino

El último periodo aborigen en el conjunto borincano es conocido como taíno, nombre que significa, según el Dr. Álvarez Chanca, bueno, noble. Este periodo se inicia alrededor del 1200 y desaparece con la conquista española.

Los taínos eran excelentes talladores de piedra  y su cerámica muestra diseños modelados e incisos. En Las Cucharas y el sitio de San Rafael se han encontrado abundancia de artefactos de este periodo: hachas en forma petaloide, cinceles, amuletos, adornos e ídolos, cemíes de tres puntas, platos de mortero…

Los taínos se pintaban el cuerpo con pintura negra, blanca, roja y amarilla con diseños que fungían como amuletos religiosos para alejar los malos espíritus. Se achataban la cabeza y se horadaban orejas y labios con adornos de oro, plata, piedra, huesos y concha.

Utilizaban el algodón para confeccionar hamacas, cestas, redes y naguas, especie de falda que utilizaban las mujeres casadas.

Su alimentación era variada. Sembraban en los conucos (huertos) yuca, maíz, maní, pimienta, piñas, batata, algodón y tabaco. Cazaban jutias, roedores pequeños, iguanas, pájaros y serpientes. Preparaban casabe, especie de pan redondo hecho de yuca y bebían uicú (cusubi) bebida embriagante.

Estudios recientes demuestran que los taínos creían en una divinidad superior Yaya e infinidad de ángeles protectores (cemíes)

Los taínos habitaban en yucayeques, poblados establecidos en claros en la selva, que eran dirigidos por un cacique. Los tainos tenían dos tipos de casas: el bohío, que era redondo, sin ventanas y el caney, donde vivía el cacique con su familia, era cuadrado y tenía ventanas.

El territorio de Lajas pertenecía a un cacicazgo mayor que era conocido como Guamá, cuyo cacique, al tiempo de la conquista, se llamaba Huamey (Huamay). No se duda la existencia de este cacique porque es citado en la Probanza de Juan González Ponce de León, ciudad de Tenostitan, México, 18 de junio de 1532. (Nuevas fuentes para la historia de Puerto Rico, Aurelio Tió)

Los arqueólogos teorizan que existió otro cacicazgo en lo que se conoce como el sitio de Las Cucharas que era dirigido por el cacique Cotuí (Lajas, desde los amerindios hasta el siglo XIX: Historia, sociedad y cultura de un pueblo, Dr. Pablo L. Crespo Vargas/Dra. Lydia Padovani de Ortiz) nombre con que se conoce un barrio de San Germán. Vestigios arqueológicos también muestran que existieron asentamientos en el área de Maguayo (palabra arahuaca), barrio Palmarejo y en el barrio Sabana Yeguas, sitio de San Rafael.

Aurelio Tió en su trabajo investigativo, Nuevas fuentes para la historia de Puerto Rico, menciona como cacique de la región de Lajas a un tal Yogüeras (Yegüeras). Sin embargo, Irizarry considera que “esto es un disparate inventado por un historiador, pues no existen pruebas concluyentes al respecto”. Menciona que si hubo un cacique que se llamó Yava.

Francisco Moscoso en su libro, Caciques, aldeas y población taína de Boriquén, cuestiona la existencia de ambos caciques por no encontrarse evidencia escrita que valide la información.

Integración de culturas

La llegada de los conquistadores trastocó la vida de los taínos, cuyos únicos enemigos eran los caribes. Los conquistadores los esclavizaron y los obligaron a trabajar en las minas. Irizarry tiene muestras arqueológicas de cerámica post taina con mezcla de ambas culturas.

Las piezas mixtas abundan en el lugar de las Cucharas, en el sitio de san Rafael y en Los hornos, que era el puerto de San Germán.

Irizarry presenta la teoría de que en su viaje hacia las Lomas de Santa Marta, los habitantes del San Germán de la Guayanilla habitaron en el sitio de San Rafael, lugar donde se han encontrado cimientos de una antigua edificación, monedas de finales del siglo XVI y abundante cerámica  mixta.

Si esta teoría resulta cierta,  Lajas, fue capital temporeramente del Partido de San Germán antes de que la ciudad errante se estableciera en su sitio actual.

Añade que la presencia taina se mantiene viva en Lajas en patronímicos que indica que una vez, Lajas fue territorio arahuaco. Señala nombres como  Maguayo y  Mamey. Teoriza que el nombre del barrio Candelaria surge de las candelas que los tainos encendían en las lomas más altas para  comunicarse con el cacicazgo mayor de Las Cucharas.

La colección Irizarry Avilés es una de dos que se conocen están en manos privadas en la Ciudad Cardenalicia. El grupo también está negociando con el propietario de esta otra colección, menor que la de Irizarry, pero tiene todas las piedras que integran un batey.

“Luchamos por conservar nuestro acervo cultural; valorando la riqueza arqueológica de estas colecciones nos damos cuenta de lo mucho que hemos perdido por la avaricia y dejadez de unos pocos”, asegura Vargas Acosta. “Nuestra herencia arqueológica y cultural es patrimonio de todos. Es nuestro deber conservarlo. Es la base de nuestra identidad nacional”.

 Fotos: Félix Cruz