De Misuri a San Juan: Manos arriba, no nos disparen

Política

Los eventos de Misuri, EE.UU., donde el pasado sábado 9 de agosto fue asesinado el joven afro-americano Michael Brown, a manos del policía blanco Darren Wilson, ha dejado una secuela de eventos desafortunados en los cuales se ha destapado la desigualdad social y política que dicha población minoritaria aún vive.  En particular, el el poblado de Ferguson donde 21 mil personas residen, y cerca de 68% de su población son de origen afro-descendientes, es patético saber que de 56 policías locales, solo tres son del grupo racialmente minoritario. Un tipo de apartheid post-moderno, se vive aún en Ferguson.  

Como si fuera poco esto, a 10 días de este primer asesinato, otros policías, ahora en la ciudad de San Louis, también en Misuri, se encontraron con otro joven afro-americano, llamado Kajieme Powell, y también lo asesinaron.  Las razones para el primer y segundo asesinato, están aún por ser investigadas.

En la mañana de ayer en San Juan Puerto Rico, en el histórico poblado de Barrio Obrero, un suburbio dentro del la capital, dos jóvenes fueron ejecutados.  Ambos de nacionalidad dominicana, fueron puestos de rodillas y luego procedieron a matarlos.  Se trata de Rony Peña y Dennis Cordones. El móvil del asesinato de estos dos hombres se desconoce.

La edad de todos los muertos fluctúa entre 18 para Brown, 25 para Powell, y 28 para Cordones y Peña.  En otras palabras, se trata de hombres jóvenes.  En el caso de los asesinados en Misuri, su raza es negra. En el caso de los de San Juan, el parte noticioso no los describió, aunque si matizó que eran de origen dominicano.  La raza se esconde en Puerto Rico, a pesar de Barrio Obrero ser parte del gran distrito de Cangrejos (llamado Santurce desde fines del Siglo 19), e históricamente un distrito fundado y convivido por personas negras.  En otras palabras, hablamos de la desaparición por muerte, ya sea por parte del estado como desde la propia sociedad civil de personas jóvenes, varones y negras.

La situación en Misuri ha re-abierto un debate muy profundo en los EE.UU. en cuanto a la desigualdad se refiere.  No es posible pensar, la elección a presidente de Barak Obama resolvió todos los problemas de dicho país en materia de lo racial.  Dos muertos en 10 días, bajo el mismo modo de actuación, nos hace pensar que la cultura dominante de los EE.UU aún ve al negro como un ser “ejecutable”.  Es un asunto repudiable, el cual debe ser atendido de forma urgente por el propio presidente Obama.

Pero la violencia en los EE.UU. se puede pensar como un asunto de esperar, pues los 250 años de esclavitud, y los 100 adicionales que se vivieron con posterioridad a la Guerra Civil, hasta la reforma de 1965, nos lleva a pensar que los problemas raciales no se resuelven con facilidad.  Más allá de decir que la Constitución nos hace a todos y todas iguales, los cambios culturales toman más tiempo. Pero se retardan si no se crea un proyecto nacional de modificación de comportamientos.

Lejos de lo que muchos podrían pensar, lo que ha pasado en Misuri no está lejos de nuestra realidad.  Simplemente, que la modalidad de la violencia estructural producto del racismo, se manifiesta en Puerto Rico de otra forma.  A manera de ejemplo, en la comunidad de afro-descendientes del municipio de Loíza, en la costa norte de Puerto Rico, en lo que va de año han asesinado a 15 personas. Sólo un caso fue esclarecido, producto de la diligencia de la comunidad. El resto aún no han sido esclarecidos por la policía.

Mientras, los dominicanos asesinados ayer, nadie se ha preocupado por su existencia ni procedencia.  Simplemente fueron ejecutados por otros que creen en la violencia como forma de destruir a su contrario. En esta medida, la transformación cultural del racismo, tiene que conllevar también la transformación de las prácticas asociadas a este, como lo es la muerte.  Esto lo digo, pues históricamente siempre ha habido asesinatos en la historia de los EE.UU. o Puerto Rico. Ahora bien,  donde se legitimaron estos, lo fue dentro de las relaciones raciales provocadas por el régimen esclavista.

En otras palabras, en pleno Siglo XXI, aún nos queda mucho por hacer luego de haber finalizado la esclavitud y la violencia que dicho régimen acarreo.  Debemos detener la violencia del estado, como la violencia entre-particulares. Pero más que nada, detener esa violencia que nos va dejando si generaciones de hombres negros, pobres, jóvenes y sin futuro.   Como dice la gente de Ferguson, Misuri hoy, “manos arriba, no nos disparen”.