El Estatus Político y el Estatus de Puerto Rico (4ta y última parte)

Política

Una vez esbozado la diferencia entre “la política” y “lo político” y entre los dos poderes enunciativos que constituyen al sujeto político-colectivo del ELA (la representación del puertorriqueño de parte de EEUU y la memoria de blanca-mestiza) en las anteriores series, es preciso explicar cómo Luis Muñoz Marín logró conciliar ambas enunciaciones.

Muñoz hizo que la expresión albizuista “o yankee o puertorriqueño” (máxima que hacía mutuamente excluyente a sus elementos y que expresaba la pugna por el control de “lo puertorriqueño” entre la elite “blanca” puertorriqueña y el gobierno federal) se convirtieron eventualmente en elementos complementario y constituyentes el uno del otro. Muñoz logró que para sentirse “puertorriqueño” la presencia de EEUU fuera fundamental. Y para sostener la presencia de EEUU en PR también fuera fundamental “sentirse” puertorriqueño. Eran ahora elementos mutuamente inseparables, aunque no incluyentes. De esa “inexclusión” nace el sujeto político del ELA o el puertorriqueño moderno el cual definí en el ámbito de “la política” en los anteriores artículos. ¿Pero cómo Muñoz lo hizo?

En primero lugar, tanto la memoria blanca-mestiza como la representación de EEUU sobre PR son profundamente eurocéntrico. El eurocentrismo (o la occidentalización) es una estructura de producción de realidad que se fundamenta en la dicotomía mente-cuerpo (o sujeto-objeto) donde la primera está superpuesta sobre el segundo. Es decir, “la mente” (o el sujeto) es consciente de sí mismo pues piensa, por tanto, tiene propósitos. En cambio, “el cuerpo” queda como objeto inanimado y sin propósito. Por tanto, no existe por sí mismo. Es la mente (o el sujeto) que hace existir “al cuerpo” (u objeto”). Esa lógica se resumen en el aforismo cartesiano “pienso, luego existo”. Asimismo, esa “mente” (o sujeto) está por encima de cualquier influencia cultural e histórica por cuanto trasciende al propio “cuerpo” (u objeto), concibiéndose a sí misma “única” y “universal” (puede haber otros pensamientos pero son locales, menores). Además, el pensar eurocéntrico presume una concepción evolucionista lineal de tiempo donde, como menciona Aníbal Quijano, “los europeos occidentales[se] imaginaron ser la culminación de una trayectoria civilizatoria desde un estado de naturaleza [que] les llevó también a pensarse como los modernos de la humanidad y de su historia, esto es, como lo nuevo y al mismo tiempo lo más avanzado de la especie.”

Esta estructura de pensamiento no hubiera sido posible, ni mucho menos dominante, sin el proceso de colonización europeo del planeta. La frase “descubrimiento de América” es un ejemplo de este nuevo sujeto (europeo) que hizo que existiera el continente en “la historia” cuando la llamó “Nuevo Mundo” y “América” (poco importó si se llamaba Anahuac, Tawantinsuyu, Boriké etc.). Los que vivían allí pasaron a no tener “historias propias” porque entraron a la “no-existencia”. Eran ahora “cuerpo”, “naturaleza” u “objetos” sin dirección incapaces de crear propósitos (conocimientos, ciencia, pensamientos, etc.). Esa estructura de la inexistencia del otro-no-occidental (en tanto que no pueda existir por sí mismo sin ser apalabrado dentro del marco eurocéntrico), se ha seguido replicado con calificativos de “incivilizados”, “subdesarrollados”, “antidemocráticos” siempre visto desde la episteme europea y del sentido del tiempo eurocéntrico. A partir del s. XVI, el mundo comienza construirse referente a lo que tiene Europa respecto a lo que no-tiene “el otro” de Europa, a pesar de que “lo que tiene Europa” se creó sometiendo e inferiorizando al otro no-occidental.

La memoria blanca-mestiza puertorriqueño, en su eurocentrismo-hispánico, invisibilizó y redujo las otras memorias boricuas y inferiorizó al boricua no-blanco, y EEUU, en su eurocentrismo-anglosajón, redujo a PR en tanto no-pueblo. Empero, Muñoz compaginó ambas perspectiva bajo una tricotomía mente-cuerpo-alma. El “cuerpo” puertorriqueño estaba enfermo y lo hacía atrasado, ignorante y subdesarrollado por su falta de occidentalización. Había que introducirle una “mente” moderna, eurocentrada y americana para salvarlo de sí mismo (ante su situación de no-pensar). Empero, esa “mente” había que importársela, enseñársela e introducírsela (propuesta de la memoria blanca-mestiza desde el s. XIX), pero ahora EEUU (reconociéndolo como poder civilizatorio) sería el garante de esa “mente”. El “alma”, para Muñoz, era su memoria (blanca-hispanófila) y la identidad “buena”, “humilde” que había que preservar.

Se creó un orden simbólico donde se dividía lo puertorriqueño (el objeto) y de lo moderno (el sujeto). Lo puertorriqueño era atrasado y pobre pero humilde y bueno (e hispano). Lo moderno era lo externo, lo foráneo y lo que representaba la aspiración de lo que inherentemente ya estaba atrasado. Desprenderse de EEUU era conducirnos al atraso y pobreza. Pero anexarnos a EEUU era dejar de ser puertorriqueños porque era entrar en “lo moderno” a lo contrario de lo puertorriqueño. La defensa de la puertorriqueñidad se convirtió, de esta manera, en la defensa de la condición de la inferioridad (eurocéntrica) de lo puertorriqueño. La defensa de la presencia de EEUU también. El uno constituía al otro y daba plataforma para las narrativas del nuevo sujeto político-colectivo del ELA.

Así en la narrativa estadista, la anexión era el paso lineal eurocéntrico para alcanzar algo ajeno del puertorriqueño: la modernidad. Para narrativa independentista era dejar de “ser" (puertorriqueño) y es el Estado-Nación eurocéntrico la condición para alcanzar la modernidad. Dos narrativas que desean lo mismo y parten de la misa inferioridad eurocéntrica sobre lo puertorriqueño (por eso desean lo que no tienen) cuando se combaten unas y otras. Si me anexo no-soy, si me independizo no-soy. El menos, con el ELA, “soy” para enunciar lo que quiero “ser” (moderno-puertorriqueño).

Descolonizar a PR implica primero desoccidentalizar a lo puertorriqueño y salirnos de la aspiración de la modernidad (de lo que no-somos que queremos-ser), del eurocentrismo que no valora en el no-ser para entonces afrontar (con respeto y humanidad) el sujeto político del ELA.

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