Escocia, Catalunya y Puerto Rico: consensos en el camino hacia la independencia

Política

Un rasgo interesante de los procesos catalán y escocés es que, pese a la coincidencia en el tiempo –y parcialmente el marco geopolítico macro: la Unión Europea-, las lógicas y las estructuras políticas e institucionales son bastante diferentes. Comparar además esos dos países con lo que sucede o ha ocurrido en otras latitudes, entre ellas Puerto Rico, pudiera quizás resultar también esclarecedor. 

Escocia está gobernada en solitario por un único partido, el SNP, que se define nacionalista y que tenía en su programa electoral el compromiso de realizar un referéndum por la independencia. Sin embargo, a diferencia de Puerto Rico, el resto de partidos principales en Escocia no se definen por estatus. Estos, en efecto, con un referente que es la totalidad del Reino Unido (son por tanto unionistas), proponen a los electores políticas diferentes que, simplificando, se sitúan en diferentes lugares en el eje izquierda-derecha. Curiosamente, sin embargo, el partido situado más a la izquierda, con un programa claramente socialdemócrata y que toma como modelo el estado del bienestar escandinavo, es precisamente el gobernante SNP, el único que tiene como marco de actuación exclusivo el territorio escocés. 

En consecuencia, el principal impulsor de la independencia en Escocia es el propio Gobierno y el partido que lo apoya, siendo los otros partidarios del sí un factor relativamente secundario. Y, por las políticas, programa y proyectos de futuro del SNP de Salmond, una parte del apoyo a la independencia probablemente se deba más a esa ideología y prácticas políticas que a otra cosa, especialmente entre las clases trabajadoras y los potenciales votantes del teóricamente de izquierdas Partido Laborista británico en Escocia.

En Catalunya, por el contrario, no existe un único partido defensor de la independencia, sino que diversos movimientos políticos, situados entre la derecha y la “extrema izquierda” asamblearia, apoyan la independencia o, al menos, la realización de un referéndum al respecto. Esos mismos partidos creen y han proclamado oficialmente en el Parlament que Catalunya es una nación y que posee la soberanía para decidir libremente su futuro. Cómo llevar a cabo el referéndum, qué hacer si el Gobierno español y los tribunales lo prohíben, qué significa en el fondo y cómo se ejerce esa soberanía, son los puntos de discrepancia entre los principales partidos. La gran fuerza del proceso independentista en Catalunya está, sin embargo, en diferentes organizaciones no partidarias, en la sociedad civil organizada, especialmente la Assemblea Nacional Catalana y Ómnium Cultural, que han sido capaces de movilizar reiteradamente a millones de personas o recoger más de 700.000 firmas en apoyo de la independencia. Precisamente, pareciera que la iniciativa del proceso de secesión está en manos de esa parte significativa de la sociedad, que exige decisiones y valentía a los políticos, y son estos, especialmente figuras como el president Mas, los que van a remolque de la exigencia popular, lo inverso al proceso escocés.

En términos de lo que es un posible futuro postindependencia, el nacionalismo escocés tiene un proyecto de país, que además ha sido publicado en la forma de un “libro blanco”. Por el contrario, en Catalunya existen múltiples futuros posibles, diferentes modelos de sociedad diferenciados y hasta opuestos entre los partidarios de la secesión (dejaremos por ahora de lado a las “terceras vías” que pretenden lograr mayores poderes y recursos sin romper completamente con España).

Solo la Assemblea Nacional ha podido superar esas subdivisiones y superar los enfrentamientos prolongados entre los otrora grupúsculos independentistas (se es miembro a título individual y los fundadores llevaron a cabo el proceso inicial anónimamente, sin poder conocer quién era aquel con el que estaban construyendo el nuevo proyecto) a un tiempo que se autoprohíbe constituirse en partido político.

Se trata, por el contrario, de hacer política desde fuera de las instituciones y de las organizaciones políticas que concurren a las elecciones.

Los defensores de la soberanía de Puerto Rico deberían pensar qué tipo de organización es más idónea, tanto a las características del país, como por las posibilidades de éxito frente al anquilosado debate del estatus, en buena medida secuestrado por los partidos principales. Asimismo, sería necesario pensar qué país se desea construir, qué proyecto de futuro se propone a los ciudadanos, más allá (o más acá) de si la Isla será Estado, República independiente o cualquier otra hipotética situación intermedia.

Crédito foto: Matt Buck, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/)