Nadie queda en silencio con Las vacas con gafas

Cultura

La película Las vacas con gafas está dando mucho de qué hablar. Ya sean elogios o críticas, esta película puertorriqueña provoca de una u otra manera al espectador. La misma es dirigida por Alex Santiago Pérez y está protagonizada por el experimentado actor boricua Daniel Lugo, en un reparto que incluye, entre otros, a Raúl Carbonell, Cristina Soler, y a los hermanos Eugenio y René Monclova.

Por lo anterior, y en beneficio de los lectores de El Post Antillano que aún no han visto esta película boricua que se exhibe en nuestras salas cinematográficas en estos momentos, este servidor quiere compartir unas impresiones que han emitido algunos conocedores del cine acerca de Las vacas con gafas. Tales opiniones han sido manifestadas en publicaciones cibernéticas o redes sociales.

Agradezco a Manuel Martínez Maldonado, Rodrígo López Chávez y Chemi González, cinéfilos probados, que nos hayan permitido reproducir fragmentos de sus reflexiones acerca de Las vacas con gafas.

Manuel Martínez Maldonado: Siempre nos sorprende cuando vemos en una pantalla grande las cosas de Puerto Rico que conocemos en el contexto de una historia original (no un anuncio o un video turístico) porque nos parecen distintas. Es como si adquirieran una nueva vida y una nueva realidad. De alguna forma, el haberlas visto antes en sus funciones rutinarias nos las graba en la memoria de una forma tradicional y predecible. No así cuando forman parte de una historia que altera la realidad y empuja nuestra percepción por otros rumbos. En este filme, el camarógrafo Pedro Juan Flores, nos pasea por el viejo San Juan y sus cercanías con un lente que en vez de filtros tiene la evidente fascinación con lo que están viendo él y el director. El verdor de la explanada del Morro nunca ha lucido tan verde y seductora, ni un chango, que irrumpe en el verdor, tan negro y bienvenido. Fanático como soy de la Mallorca, no pude menos que pensar que hace unas semanas que no voy, y que, si fuera, estaría a la expectativa de ver a Marso, el personaje principal de la película que no ocupa, por allí. Así también se puede responder a los colores de las casas, al canturreo de las palomas y de los coquíes que invaden la banda sonora.

[...] Es una pena que a través de la cinta el guión no sostiene la tensión dramática que un intento de comedia gris como esta necesita; además, tiene profundos baches narrativos. [...]

Todos los actores hacen sus papeles creíbles y ninguno recurre al mal que a veces afecta a nuestros actores: hablar como si fueran de otro país. Son de este y hablan como hablamos, sin adornos ni tonterías. Ese buenísimo detalle le da otra buena nota al director.

Rodrigo López Chávez: No creo que el guion sea tan problemático en esta película. La narrativa está cuidadosamente estructurada alrededor de una repetición que desemboca en una revelación ‘of sorts’, y el autor tuvo el tino de respetar la identidad de cada personaje en función de su situación particular, y no hablar con su propia voz a través de cada uno de ellos. Y al hacerlo, cada intervención de los personajes ayuda a conformar una visión sociológica bastante provocadora (no es nueva, pero tampoco lo son los problemas que nos siguen aquejando). Mejor aún, las composiciones de PJ López (¿Flores? ¿En serio?) ayudan a generar la sensación de un problema que se va cerrando alrededor de Marso, y lo ahoga. Sin embargo, la película no nos alía con un protagonista, sino que nos lleva por el camino del antagonista y nos obliga a vernos en él (influencia de Haneke).

Más que las líneas mismas, me parece que el problema está en el ‘delivery’: las actuaciones no son el fuerte, aunque tampoco hay pecados mortales ahí. En cualquier caso, el final me parece espectacular. Concluyo que no es una película perfecta, pero sí es muy estimulante y bastante lograda. En Puerto Rico no han faltado filmes que despierten frustración en cuanto a la calidad de la producción nacional, pero este no es uno de esos. Yo, por mi parte, agradezco una película local que no me deje con ese sabor al típico y rastrero truco publicitario.

Chemi González: Hace mucho tiempo añoraba ver una película nacional que me diera una bofetada en el mejor sentido de la palabra. Que me hiciera pensar y me diera la alegría de pensar que otro cine nacional es posible. Que no todo es sensiblería barata y burda, humor fácil, enajenación o escape, o un cine que se quede corto al pensar más allá de nuestras propias sensibilidades o necesidades. Un cine que no quiera entretener; más allá de eso que hiciera pensar o sentir -porque los artistas no estamos aquí para entretener, estamos para hacer pensar y sentir. Y estaba seguro, casi convencido que esa película nunca iba a llegar... hasta LAS VACAS CON GAFAS.

Los que me conocen también saben que yo DE NINGUNA MANERA, regalo elogios, pero tengo que agradecer a Alex Santiago Pérez por una película cabal y redonda. Con fallas, sí, pero entre las cosas que tanto realizadores como espectadores debemos aprender aquí en este 100 x 35 es que el cine imperfecto es posible y necesario. Que me llegó a lo más profundo de mi sensibilidad y tuétano como espectador y cinéfilo empedernido, y que como incipiente cineasta me provocó el sentirme retado. [...] Un trabajo sumamente bien hecho que por primera vez desde que al menos ando aventurándome en estos mundos artístico/culturales, me hizo querer levantar mi frente en alto y decir: "¡¡¡Sí, esto es una película puertorriqueña y a orgullo lo digo!!!".

En una cultura colonizada del "espectáculo" que nos ha enseñado a que todo tiene que estar digerido y machacado antes de escupírselo a una audiencia, Las vacas con gafas nos recuerda que en el cine, en el arte, existen y se permiten las elipsis, las conclusiones sin resolver, los finales abiertos, las secuencias largas, los tiros de cámaras estáticos que duran más de 3 segundos -y que han existido de Ozu a Kaurismaki a Eimbcke y por ahí podríamos seguir- los silencios, el diálogo mínimo, la sugerencia más allá de la explicación literal, las naturalezas muertas -nunca pensé que iba a ver una secuencia Bergmaniana en el cine nacional- la verdad increíble de que en el cine a veces es más importante lo que no vemos que lo que vemos; que a veces cuando en una película no pasa nada es porque pasa todo; de que es mejor quedarnos con las ganas que decir demasiado, y que me hiciera recordar el dictamen del maestro de maestros Robert Altman de que "una película debe terminar cuando empieza a ponerse interesante".

Por todo lo que queda por educar al espectador boricua que va al cine y por la invisibilidad general de nuestra incipiente industria es probable que Las vacas con gafas, no encuentre su público de manera inmediata -y aunque es triste decirlo, es probable que sea un fracaso de taquilla, [...] simplemente porque la masa decida el consenso de que la película es "lenta, no pasa nada y uno no se ríe" como he escuchado a gente comentar por ahí; e incluso que tenga más éxito fuera de nuestras costas. Pero creo que en su momento dentro de nuestro público la película encontrará su nicho. Yo la agradezco de todo corazón porque creo que abre una brecha importante en el campo del largometraje de ficción nacional. Hay espacio para todo tipo de cine, para todo tipo de expresión, y retar es importante, es necesario, es vital; retar y sentirnos retados.

Así personalmente me siento: retado por un largometraje que en opinión del que escribe estas líneas, es el mejor que se ha realizado en suelo patrio desde "Lo que le pasó a Santiago"...

 Y ahora, como suelo decir... ¡¡¡DEJEN DE LEER ESTO Y VAYAN A VERLA!!!

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