Cenáculos: La literatura de corte social

Creativo

Uno de esos movimientos que coexiste o se une a los otros es la literatura de sesgo social, cuyos cultivadores muchas veces tocan el misticismo o lo fantástico; nuestras letras se visten entonces de espirales prodigiosas. Siendo nuestra situación política irresoluta, viviendo quizás en la que se podría denominar como la edad más violenta, nuestra poesía erige un contundente testimonio de autenticidad, realidad, denuncia y trascendencia. Al enfrentarse el escritor puertorriqueño con las guerras: la guerra de Vietnam y el surgimiento de La Guerra Fría, surgió en nuestra literatura una conciencia de lo social y de la problemática mundial. El colectivo literario Guajana, fundado por el poeta nacional Vicente Rodríguez Nietzche, sirve de lanzamiento precisamente a ese convertir la literatura en agente de lucha, de provocación, cambio y manifiesto. No es de extrañar que poetas que han estado cerca de los miembros aún activos de este colectivo dieran a luz el proyecto literario Poetas en marcha.

Por otro lado, la poesía en sus múltiples exponentes levantó la voz al ser herida por otra guerra: la de la franja de Gaza. Esta denuncia cobra voz en una antología de poemas por Palestina bajo la curadoría de Zulma Oliveras y Marlyn Cruz Centeno. La poesía de denuncia social tiene voces muy claras, entre muchas otras, destacan las de Jesús Manuel Santiago, Daniel Márquez, Javier Febo y Luis Francisco Cintrón. En esa misma coordenada, el movimiento de liberación femenina, desarrollado a partir de la segunda mitad de la década de los años sesenta, trajo consigo la aparición de un número notable de poetisas que denunciaron las distintas violencias a las que se enfrenta la mujer y contra lo cual hay que luchar desde una labor de interiorización y afirmación de la mujer. Entre estas poetas se encuentran las voces de Mairym Cruz Bernal (con dejos confesionales), Iris Miranda, Mayda Colón, Karina Gómez y Yolanda Arroyo Pizarro.

En la narrativa, la denuncia social tiene timbre universal. Zulma Quiñones, nos habla en su cuento El pacto de la antología No somos de papel, de la viuda de Stanislav, víctima del Síndrome de Estocolmo. Esta joven se identifica tanto con su captor, posteriormente esposo, que al morir este se convierte en una kamikaze, inmolándose por el bien de todos. Rosa Margarita, otra de las autoras de este libro, en su cuento Aurorita y sus muñecas da la voz de alerta ante el maltrato infantil. Puedo decir lo mismo del resto de los integrantes de esta antología. Los vividores son también cultivadores de lo social. Ya en el 2011 Andrés O' Neill con su cuento Odas para el fin, a través del personaje de un exmonaguillo, ahora furiosamente metalero, critica a la Iglesia, con un tema de gran actualidad: el abuso de menores. Por otra parte, Isamari Castrodad en su cuento Semáforo de forma creativa e interesante nos lleva a cuestionarnos qué hacemos, como sociedad, de nuestros deambulantes. Otros cultivadores lo son Emilio del Carril, con su libro En el reino de la garúa (donde la micronarrativa usa la intertextualidad, entre muchos otros recursos, para llevar su mensaje social) y Carlos Esteban Cana con Universos (libro cuya "cotidianidad", estremece en relatos como el de ese niño palestino que no volverá a jugar nunca más con su bola roja). Hay muchos más autores, pero entre la gran gama mencionamos algunos.

Esta literatura, es muchas veces, vehículo de rebelión contra los canales clásicos de difusión, otras, experimentación alternativa y global de comunicación y otras más, manifestación de la singularidad cultural de Puerto Rico.

Crédito foto: Jain Basil Aliyas, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)