Paz, posibilidad y los avatares del feminismo

Historia

A Ivonne Negrón Cintrón, a  Jorge Stephen López, in memoriam.

A todas las víctimas de la violencia de género.

No estoy hecho para conformarme con la injusticia.

Ramón Emeterio Betances

Esbozo a continuación una crónica del despertar de mi conciencia feminista y una refutación de un argumento cuestionable que reclama entre ciertas mujeres jóvenes, nada menos, la “irrelevancia” del feminismo. Para propósitos de mi reflexión, defino el feminismo como imperativo moral que apoya “the radical notion that women are people”, tal cual lo establece la escritora Marie Shear en 1986 [1].

Tal cual, puede decirse que el feminismo ha existido desde siempre, en tanto y en cuanto ha habido personas que han sostenido dicha noción, radical para un mundo dominado por nociones de privilegio masculino. El desarrollo del feminismo como movimiento político se remonta, en cambio, a los siglos XIX y XX, en Occidente, y al activismo y las luchas libradas en pro de los derechos de las mujeres.

Si bien, el término “feminismo” surge en el siglo XIX [2], las batallas arduamente peleadas, por tantas mujeres, antes de que existiera el término “feminismo”, son las que eventualmente posibilitan la emergencia del feminismo como ente político, a escala macro. El mismo emerge ya no como movimiento, sino, más bien, como un conjunto de movimientos que se desarrollan a través del tiempo y que en el mundo occidental, y más particularmente en los Estados Unidos, se caracterizan a partir de la metáfora de las “oleadas” (waves). Dicha metáfora importa la noción útil de cambio y movimiento constantes, de tráfico de ideas y accionares que van conformando el desarrollo de una conciencia culturalmente condicionada y, como tal, multifacética de los derechos de las mujeres.

Hoy por hoy, no obstante, ganan cierto arraigo nociones simplistas y estereotipadas de lo que es la gestión feminista. Uno de los estereotipos más comúnmente atribuidos al feminismo, por sus detractores, encierra la idea de mujeres “irracionalmente iracundas”, listas para arrancarle las cabezas (valga el doble entendido) a los hombres. Lo que es más, la idea de la “irrelevancia” del feminismo gana adeptos entre mujeres jóvenes que desde su estado de vida privilegiado son incapaces de ver que los beneficios de los que gozan, y que dan por sentado, tales como libertad de expresión, acceso a la educación, leyes de protección laboral, etc., tuvieron que ser ganados con tenaz esfuerzo por mujeres que no tenían o no habrían tenido empacho alguno en llamarse “feministas”.

Vienen a la mente dos cuadros que me recuerdan el largo camino que falta por recorrer, en cuanto a crear conciencia sobre el feminismo en su acepción de imperativo moral. En el primero, hay un salón topado de estudiantes de posgrado, en los años noventa del siglo XX, en una clase de teoría literaria, de una de las llamadas “Big Ten Universities”, en los Estados Unidos. Ahora imaginemos una discusión sobre el feminismo en dicha asamblea. Contra ese telón de fondo, pensemos a una estudiante joven (en sus tardíos veintitantos), blanca (de extracción europea, aunque criada en los Estados Unidos desde pequeña), bien alimentada e hija del privilegio (de padres muy ricos, comprometidos con pagarle absolutamente todos sus gastos durante sus años universitarios). La última pincelada tiene que ver con la manera en que esta mujer joven esgrime la libertad de expresarse, duramente obtenida por tantas mujeres que vinieron antes, para hacerlo en contra del feminismo al que tilda de “mera pose”. Imaginemos otro cuadro más reciente, si bien no tan diferente del anterior. En éste, varias mujeres jóvenes, de la generación de los llamados milenarios, posan para sendos “selfies” destinados a una campaña cibernética en contra del feminismo. De nuevo, el oxímoron ante tal despliegue público de libertad de expresión, ganada –bien es sabido– con “sangre, sudor y lágrimas” por tantas feministas, no puede ser menos flagrante. En tales fotos dichas jóvenes muestran carteles en donde enuncian orgullosa, casi arrogantemente que “no necesitan del feminismo”.

Estos dos cuadros suscitan preguntas importantes: ¿Tiene el feminismo, como proyecto emancipador, “fecha de expiración”? ¿Acaso debe tenerla? Dice Mary Shelly: “Invention, it must be humbly admitted, does not consist in creating out of void, but out of chaos...” El feminismo nace del caos, de la falta de orden social que impone la opresión histórica de más de la mitad de los miembros de la humanidad. Pensado de manera utópica, podría argüirse que el feminismo sí debiera tener fecha de expiración, toda vez que se atiendan sus causas. Pero como lo establece la segunda ley de termodinámica, la materia tiende por su naturaleza al desorden de la entropía; de manera que la invención de la que habla Shelley, invención que bien puede asociarse a las fuerzas creativas y creadoras de la gestión feminista, no conoce fecha de expiración. Otra pregunta importante, en especial tocante al segundo cuadro: Si el feminismo no es necesario, ¿cuál es una respuesta viable ante la violencia institucionalizada e individual que enfrentan las mujeres alrededor del mundo (feminicidio, violaciones sexuales, matanzas de “honor”, mutilaciones genitales, matrimonios de niñas, maltrato físico y emocional, maltrato laboral, explotación económica, etc.) al día de hoy?

El feminismo no es una pose, no. Tampoco es “irrelevante” o “innecesario” y pensar lo contrario denota una falta de desarrollo de la conciencia moral, un infantilismo hedonista e individualista promovido, en gran medida, por la lógica enfermiza del capitalismo tardío y el neoliberalismo. (El “quítate tú pa’ ponerme yo”, del refrán boricua.) La gran paradoja de este estado de cosas es que la revolución tecnológica y subsecuente globalización y consumo en masa de información cibernética, debería, en principio, haber creado más conciencia sobre la pandemia de violencia contra las mujeres, que sigue permeando todas las sociedades del planeta. Sin embargo, recibir más información no necesariamente equivale a estar más informados, como bien demuestran los dos cuadros descritos.

Mi despertar a una conciencia feminista, una trayectoria tan enriquecedora como retadora, comienza a gestarse a partir de las enseñanzas que me habían inculcado mi madre y mi abuelo materno, más que con palabras, con el vivo ejemplo. En esas enseñanzas de la niñez y en mi propio temperamento, que desde que tengo uso de razón, recuerdo, siempre fue muy propenso a la indignación ante la injusticia, encuentra mi conciencia feminista su germen. Un segundo momento decisivo, en términos de tal desarrollo de mi conciencia, fue mi encuentro con la monja católica y protofeminista mexicana Sor Juana Inés de la Cruz (1648 o 1651-1695). Esto ocurrió alrededor del año académico de 1992-1993, época en la que cursaba mi bachillerato en Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras. En una clase de literatura latinoamericana, leí la “Respuesta a Sor Filotea” (1691). Mi primer contacto con este documento extraordinario, un verdadero manifiesto de independencia intelectual para las mujeres, fue motivo de euforia, pasmo y esperanza. Que una religiosa del siglo XVII novohispano, época en que todavía existía la Inquisición en las Américas, esbozara una valiente defensa de un hecho muy simple, aunque convenientemente ignorado históricamente, el de la capacidad intelectual de las mujeres, y que lo hiciera con ira enmascarada de ironía (como aconseja Rosario Ferré) [3], y con “angustia, humor e inteligencia” [4], atizaba en mí esa necesidad de belleza que nos humana como especie e instigaba la habilidad de indignarme ante la injusticia, que tuve desde pequeña. Aquella parte de la misiva en la que Sor Juana cuestiona: “Mi entendimiento tal cual ¿no es tan libre como el suyo, pues viene de un solar?” [5], o sea, del linaje inmemorial de los hijos e hijas de Dios, me hacía consciente de las luchas libradas por mujeres aguerridas como la propia Sor Juana, a menudo, a un alto precio, el de la soledad y el aislamiento. Y todo por defender lo que no tendría que defenderse, de tan obvio: si todos los seres humanos hemos sido dotados de un cerebro, la capacidad pensante no es prerrogativa de ninguno de los géneros.

Sin conciencia del don, no hay gratitud posible. La mía, ante la dádiva sorjuaniana, descubierta en los años noventa, en el claustro riopedrense de Humanidades, echaría gruesas raíces que eventualmente me llevarían a completar estudios doctorales en literatura colonial latinoamericana, con una disertación sobre los usos éticos y políticos del humor en los escritos de la Fénix de Nepantla o la Minerva Americana, epítetos atribuidos, ya en vida, a quien era vista, admirativamente, sí, pero de modo algo misógino, como rara avis por quienes no sabían qué hacerse con “tanto intelecto” en una fémina. Con su grito ante la injusticia de que se le vedara la vida del intelecto a las mujeres, Sor Juana apelaba y apela a la necesidad de llamar a las cosas por su nombre, de no conformarse con “todo lo injusto e inhumano”, contra lo que cantó otra preclara guerrera, la poeta Julia de Burgos, con la tea ardiente de su escritura a la mano; en fin, que la gestión pensante de ilustres mujeres como Sor Juana y Julia de Burgos avivaron en mí la llama de la posibilidad nacida de la imaginación: imaginar esa paz, la única paz posible, la que nace de la justicia. En 1867, Benito Juárez pronunciaba visionariamente que: “El respeto al derecho ajeno es la paz”; la misma paz a la que cantó Víctor Jara, figura trágica del cantor asesinado para silenciar su canto, que reemerge entonces con la furia del tornado o de un maremoto. [6] Jara le cantó al “derecho de vivir en paz”, una paz inexistente sin “el respeto al derecho ajeno”, del que habló Juárez. Hoy me reafirmo, orgullosa y agradecida, en mi feminismo y declaro el derecho “de vivir en paz” de toda fémina, las transexuales incluidas, por supuesto. Sin este respeto, no habrá paz posible.   

Imagine all the people/ Living life in peace…”, cantó John Lennon. Pero no puede haber paz sin justicia (verdad que no necesita ser demostrada, pues nos arde a flor de piel). “Imagine living in a world where we can all be who we are, a world of peace and possibility” [7], es la incitación de la feminista afro-estadounidense bell hooks. Imaginar un mundo libre de feminicidio, en donde toda mujer pueda rehusar el acoso y la violencia sexual del machismo, sin ser cobardemente asesinada y desmembrada, como lo fue Yvonne Negrón Cintrón… imaginar un mundo en el que sea bienquerido Jorge Stephen López, joven gay asesinado, calcinado y desmembrado en un crimen de odio en 2009, y por ser quien auténticamente quería ser... No olvidar el derecho abortado de vivir en paz de Yvonne y de Jorge Stephen y de tantos otros y otras… Unirnos al llanto denunciador que procura potenciar la germinación de un cambio para mejor… Hacernos la imagen mental de un mundo en donde toda persona, sin importar su identidad de género, color de la piel, credo o afiliación, clase social, etc. pueda ser quien auténticamente es y vivir su vida en paz…

Imaginar, crear mundos alternativos en donde impere la posibilidad, rebelarse contra el imperio de lo establecido por la normativa social… entroncar la posibilidad en el ámbito de la potencia que le confiere su poder y fuerza y capacidad de generar… generar la posibilidad de la paz y la paz como posibilidad… La escritora afro-estadounidense, de raíces granadinas, Audre Lorde nos regala la posibilidad encapsulada en un tiempo eternamente presente (ni siempre ni un instante, dice), el de la imaginación: “Possibility is neither forever nor instant”.[8] La escritora puertorriqueña Rosario Ferré nos recuerda, por su parte, el ludismo irreverentemente feroz de la gestión posible de lo imaginable: “La imaginación implica juego, irreverencia ante lo establecido, el atreverse a inventar un posible orden, superior al existente, y sin este juego la literatura no existe”. [9]

El duodécimo hexagrama del I Ching nos adentra en el ámbito de una paz cuyo opuesto no es el conflicto, sino el estancamiento. [10] La paz como movimiento continuo que no termina, mientras seamos habitados por estos cuerpos sujetos a la danza de la materia con la entropía; la paz como flujo y reflujo de nuestro afán por ordenar el caos, como lo supo ver Shelley; la paz como punto de partida y de llegada: “No hay camino para la paz, la paz es el camino”, dijo Gandhi. Una paz voluntariosamente posible, no imaginaria, pero sí imaginada, o construida como imagen que pide actualización. Imaginar… representarse una posibilidad encapsulada en el presente de la imagen. Imaginar la paz, pero, más importante aún, forjar su posibilidad a partir de la capacidad generadora de una representación ideal, por cuya actualización se trabaja.

El feminismo es para todos” (como reza el título del libro de bell hooks) [11], feminismo para todos y todas, sin olvidar que la teoría queer y sus reivindicaciones de género, son “vástagas” de la teoría feminista, feminismo, por ende, como antídoto contra el sexismo y la homofobia, y como principio de “otro modo de ser humano y libre, otro modo ser” (en verso de Rosario Castellanos); feminismo como óptica de una “pasión por lo posible” [12], de un “prejuicio a favor de la esperanza” [13] de una paz imaginada y posible.


La autora es catedrática asociada de literatura latinoamericana en Marquette University, Milwaukee, WI, U.S.A.

Notas

[1] En su reseña de A Feminist Dictionary, de Cheris Kramarae y Paula Treichler. http://www.beverlymcphail.com/feminismradicalnotion.html.

[2] Según Rory Dicker, Hubertine Auclert, “the founder of the first woman suffrage society in France”, acuñó el término “feminismo” (A History of U.S. Feminisms, California: Seal Press, 2008, p. 10).

[3] “Las bondades de la ira”. Sitio a Eros: quince ensayos literarios. 2da. edición. México: Grupo Editorial Planeta, 1986. p. 126.

[4] Como ha señalado Constance M. Montross en su artículo “Virtue or Vice? The Respuesta a Sor Filotea and Thomistic Thought”. Latin American Literary Review 9: 17 (Fall-Winter 1980), pp. 17-27.

[5] Sor Juana Inés de la Cruz. Obras completas. Vol. 4. Tercera reimpresión. Alfonso Méndez Plancarte & Salceda, Alberto, eds.  México: Instituto Mexiquense de Cultura, 1994. pp. 468.

[6] “El derecho de vivir en paz”: https://www.youtube.com/watch?v=vCQrf0SHix8. Testimonio estremecedor, si consideramos que Víctor Jara fue vilmente asesinado por ejercer pacíficamente su derecho a la libre expresión, en contra de la dictadura de Augusto Pinochet.

[7] bell hooks. “Introduction: Come Closer to Feminism”. Feminism is for Everybody. Massachusetts: South End Press, 2000. p. x.

[8] Audre Lorde. “Poetry is Not a Luxury”, Sister Outsider: Essays and Speeches. Berkeley: Crossing Press, 2007. p. 38.

[9] Énfasis mío. Tomo la cita de “La cocina de la escritura”. Sitio a Eros: quince ensayos literarios. México: Grupo Editorial Planeta, 1986. p. 23.

[10] http://www2.unipr.it/~deyoung/I_Ching_Wilhelm_Translation.html#11.

[11] Ver referencia en la nota #7.

[12] Para el filósofo Søren Kierkegaard: “Hope is a passion for the possible”.

[13] Haciendo eco del hermoso título del economista Albert O. Hirschman: A Bias for Hope: Essays on Development and Latin America (New Haven, Connecticut: Yale university Press, 1971).