Puerto Rico: aumenta el costo de mantener el dominio colonial

Justicia Social

Los costos necesarios para poder mantener el viejo dominio colonial sobre Puerto Rico han seguido aumentando, con el consecuente daño colateral a la fuerza relativa de Estados Unidos en el Mar Caribe, que sigue tomando el perfil de un “mare liberum” del exclusivismo estadounidense para abrir paso al renovado protagonismo de Moscú, Beijing y Caracas.

La situación está teniendo además el efecto de que la institucionalidad política en esta nación isleña está dando muestras de perder la paciencia ante la inacción de Washington, mientras el verano cerró con cifras estadísticas que apuntan al ahondamiento del deterioro estructural de la economía.

Así las cosas, la ficha de Puerto Rico en el ajedrez estratégico de la región parece estar siendo jugada por EE. UU. para poner en jaque sus propios intereses geopolíticos. En ese marco, el principal acertijo viene a ser el motivo que puedan tener las elites de Washington y Nueva York para no asumir la responsabilidad por la crisis en que se ha sumido su colonia.

Esa actitud de no ver lo obvio contrasta con la de la Federación Rusa, que condonó el 90 por ciento de la deuda de Cuba durante el período soviético, lo que ha permitido que se abra el espacio para la inversión de miles de millones nuevos en la economía de la mayor nación de las Antillas por parte de Rusia.

El gran canal de Nicaragua, que este año comienzan a construir los chinos y que está planificado para ser el más grande y profundo del mundo, será protegido por la armada de Rusia, que así mantendrá presencia cotidiana y arreglos para mantenimiento logístico en puertos caribeños. El proyecto deja en la irrelevancia la tecnología, el capital y las fuerzas de seguridad estadounidenses, todavía empantanados en Puerto Rico.

Mientras tanto, por la ribera sur, Venezuela continúa las negociaciones para apuntalar su presencia en la refinería estratégica de Curacao, lo que debe ayudar a la potencia de Petrocaribe para la promoción de las economías antillanas. Pero, al margen de eso, Puerto Rico sigue padeciendo los costos paralizantes en los suministros para la generación de energía y el empobrecido Gobierno autonomista plantea más impuestos al petróleo.

Tan reciente como julio pasado, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York advirtió que la economía de Puerto Rico sigue estancada en una depresión, sin que se vea de momento algo que haga pensar que se recupera y que esa degradación económica es la base para el endeudamiento más allá de las posibilidades de pago y la insuficiencia fiscal. Las cifras del índice de actividad económica del mismo mes, que son las más recientes, muestran que continúa la peor caída en la historia del índice establecido en 1980, con 25,1 sobre la base de 100, lo que retrotrae la economía a lo que era 20 años atrás.

Al cierre de agosto, la base de datos crudos del Departamento del Trabajo registró un empleo total de 976 mil; 70.000 por debajo de lo que era al cierre de 2012 y 325.000 más bajo que a mediados de 2006, año en que comenzó la crisis económica. De acuerdo a esa fuente estadística oficial, el sector privado subió solo en agricultura y construcción, mientras bajó en manufactura, comercio, finanzas, transporte y servicios.

A contrapelo de los mensajes de la propaganda oficial sobre la recuperación económica, lo que aparece en los datos es una crisis que se acelera. Por ejemplo, mientras el año 2013 cerró con una pérdida neta en los puestos de trabajo de 25.000, en los primeros ocho meses de 2014 la pérdida neta es de 45.000 empleos.

Ese deterioro hace que aumente la inversión que EE. UU. tendría que hacer para la recuperación económica de Puerto Rico, de manera que se cubriera la deuda, que sigue subiendo más allá del producto bruto, bajar los costos del transporte marítimo y propiciar el retorno masivo de capitales. Eso, en momentos en que el citado informe del Banco de la Reserva advierte que de continuar el estado de cosas, la emigración y las medidas punitivas de Wall Street pueden provocar ajustes más dolorosos de los que ya están ocurriendo.

Ante ese debilitamiento de la estructura colonial para mantener o conseguir lealtades, el Partido Nuevo Progresista (PNP) -principal oposición y que reclama la anexión de Puerto Rico a la Unión- reta a EE. UU. a que convoque un proceso vinculante entre alternativas no coloniales con fecha cierta o, de lo contrario, buscará su meta con toda la fuerza permisible por ley. La advertencia del PNP cobra más fuerza política por la noción de que tiene probabilidades altas de volver al poder insular en 2016.

El pequeño, pero influyente Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), por su parte, promueve su alternativa para una asamblea en la que cada sector tenga sus delegados y todos exijan al unísono que EE. UU. conteste a cada uno lo que está dispuesto a negociar para que Puerto Rico salga de su condición colonial.

También el PIP anticipa un crecimiento en sus filas para los próximos años y sus líderes se convierten en voces que el País escucha en causas populares, como la defensa de los niños con limitaciones físicas o mentales.

La jefatura del oficialista Partido Popular Democrático, asediada económica y políticamente, está optando por cambios en el Palacio de Santa Catalina, sede de la gobernación, con la salida de la jefa administrativa del Estado y la del aparato de propaganda. Esos cambios, sin embargo, hacen poco por prevenir que sigan las quiebras de las empresas estatales y para que amainen los temores de que el incremento de la deuda vuelva a llevar a una situación delicada al banco del Estado a muy corto plazo.

Tampoco amaina la actividad de los autonomistas que promueven una asociación no colonial con EE. UU. y sus proponentes, conocidos como “los soberanistas”, buscan que su mensaje se consolide en el sentir colectivo de los simpatizantes oficialistas.

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