La contundencia del cuerpo: espacio para replantear otro estado social

Cultura

Luego de que me solicitaran que escribiera sobre cómo concibo el performance, ahora me estimulan a que narre desde la experiencia personal de lo que fue el performance Esas que no soy yo, presentado el pasado sábado en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y auspiciado por el MAC y El Post Antillano, como parte de su gestoría arte y, en este caso, salud.

Dicha pieza fue una exploración muy corpórea, en proceso, sobre lo que ha sido mi existencia conviviendo con el Trastorno Obsesivo Compulsivo. Ahora, visto este performance desde un lugar reflexivo me parece, luego de sendas reseñas y palabras de los asistentes, que lo que se provoca con obras como esta es un replanteamiento social, una reconfiguración del estado y la mirada colectivos. En este caso, creo que es la experimentación con las posibilidades del cuerpo y su convicción como presencia cabal, aunado con la expresión de la voz adolorida, lo que desarrolla una sinergia que se traduce en una contemplación activa que produce otra forma de percepción, de asir la realidad (reconociendo que aquí también podría caber un discurso de qué es lo real).

De esta manera, se instala el cuerpo como un ente alternativo a lo “políticamente correcto” para elaborar con desenfado una propuesta destinada a la masa que se indigna, que llora, que se transforma. La voz, por su parte, es una urgencia hiriente de poner en palabras el dolor contenido por años, las cicatrices de la travesía hacia la sanación. Esta podría ser también la voz de la multitud isleña.

Esas que no soy yo se inscribe en el arte que se crea, poéticamente hablando, desde unos “yoes” enfermos abocados a la locura o a la cercanía a la misma que puede sobrevenir con una condición de salud mental. Así, el espectador/actuante no puede quedarse indiferente ante el performance, sea este o cualquier otro. Las reacciones pueden ser muchas y diversas, pero nunca impasibilidad.

Dicha provocación/introspección altera el estado normal, común, de las cosas, y las hace más visibles y vívidas aún, y las patentiza en otro orden. Considero que la microsociedad, la que se forma dentro del espacio del performance, inicia una metamorfosis que implica una revalorización del concepto de lo social. Lo históricamente relegado se presenta a sí mismo con la convicción de su derecho a existir. Esas que no soy yo revive el tema de la salud mental y lo pone sobre la mesa sin ambages ni censura.

Como parte generadora de este performance, pienso que el dolor personal que pasa a ser colectivo, masificado, se va transmutando, se convierte en una sentencia general, compartida, de no olvido. Los cuerpos ejercen y obligan a la memoria.

Crédito foto: Francheska Marcial Rosa