Cómo lograr que un jinete encuentre su cabeza perdiéndola

Creativo

Entidad- Bhut / Según las creencias , el alma de una persona que tiene una muerte repentina o violenta, se sale del círculo de la reencarnación y se convierte en un fantasma desconcertado, confuso.

{...}La verdad se hizo cuchillo, lo apuñaló y venció {...} Amarilis Tavárez Vales

En la ciudad de los descabezados convivían dos tipos de persona. Los que desde su nacimiento no tenían cabeza y los que la habían perdido siendo decapitados. El pueblo estaba rodeado por una gran muralla casi infranqueable. Esta fortaleza construida con altas piedras colocadas unas sobre las otras, no siempre fue así. Cuando los primeros habitantes llegaron (hombres y mujeres decapitados en otros lugares). Comenzaron a colocar pequeñas piedrecitas para demarcar su espacio conquistado. Si alguien intentaba entrar, miraba con rareza a los monstruos sin cabeza y emprendía la retirada. Con el tiempo la barrera de piedras se hizo más alta. Los extraños no podían ver lo que les esperaba pasando las murallas y con miedo no lo intentaban. Los seres se adaptaron. Se aparearon. Creando una nueva especie de personas que nacían sin cabeza. Los descabezados. En esta ciudad nunca hizo falta mirarse a los ojos, mucho menos sonreír . En este lugar se pensaba con el estómago, solo cuando se tenía hambre. Cuando un chico sentían el impulso de enamorar a alguna jovencita la tomaba de las manos imaginando como podía ser el rostro de su amada. Tarea muy divertida. Cada cual le asignaba la cara que más le gustaba al otro. Muchas veces no coincidían los deseos ajenos con los del cuerpo del prójimo, al que arbitrariamente se le determinaban. Los niños nacían por los pies. Desde el momento que llegaban al mundo, se les colocaba un pequeño letrerito en braille amarrado al dedo pulgar del pie derecho para poderlos identificar en la morgue el día de su muerte. Una tarde, llena de hermosos matices amarillos, en un cielo surrealista azul intenso, que nadie pudo ver. En la distancia, se acercaba a todo galope un jinete decapitado. Guardaba su cabeza en una bolsa de papel, que sostenía con su mano derecha. En la izquierda mantenía las riendas de un viejo y flaco caballo. El paso acelerado de su rocín, que nadie pudo ver, hacia vibrar el suelo a pesar de su escuálida figura. Se detuvo frente a la gran muralla que circundaba el pueblo. Sacó la cabeza de la bolsa de papel que la resguardaba. La elevó hasta donde sus manos se lo permitieron. Tratando de sobrepasar la barrera. Gritó. Abran, abran. Nadie pudo oír. Entonces decidió entrar. Empujó con fuerzas una de las piedras que cubrían la muralla. El esquelético caballo trató de ayudar a su amo en la tarea de derribar aquellos muros. Su intento fue infructuoso. Confundido, el jinete no entendía cómo la gente decapitada como él no lo esperaba con los brazos abiertos. Volteó la cabeza que sostenía en las manos, y la colocó mirando hacia su caballo. Le ordenó que lo ayudara. Le gritó. El animal al ver por primera vez los ojos desorbitados y llenos de ira del jinete (asustado) se volteó. Con fuerza le propició una gran patada a su amo. La cabeza se le escapó de las manos al jinete, por la fuerza del golpe. Fue a dar contra el suelo, para de inmediato rodar hasta llegar a un charco de agua. El agua era clara, muy clara, demasiado clara. Era un espejo aquella pequeña poza. La cabeza del jinete sin cuerpo abrió los ojos y se miro reflejado por primera vez. Pero no se reconoció. No soy yo. No es mi cabeza.

Crédito foto: Jon Feinstein, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)