Comer pavo y dar gracias, ¿por qué no?

Justicia Social

Ayer fue el Día de Acción de Gracias, día en que se le da gracias a Dios por la buena cosecha. Así lo hicieron los peregrinos en Massachusetts en el siglo XVII. Tuve una discusión con mi vecino Peruchín sobre el porqué celebrar una tradición norteamericana, que no es ni una costumbre autóctona ni parte de nuestra historia. 

No los voy a aburrir sobre los detalles de los peregrinos y cómo llegaron de Inglaterra en el Mayflower a Plymouth Rock, Massachusetts, buscando libertad de culto, pero sí les voy a decir que es uno de mis días favoritos. Me reúno con seres queridos para tirar chistes y comer hasta que no me cabe más y para dar gracias a Dios que tengo fácil acceso a comida. No me tienen que recordar que es una tradición que trajeron los norteamericanos a Puerto Rico, un territorio de los Estados Unidos. Nosotros los puertorriqueños la hemos hecho nuestra.

La pasé bien con mi gente más querida en un ambiente de camaradería. En este día se suele comer pavo. Muchos de nosotros los puertorriqueños sazonamos el pavo de una forma más criolla y lo acompañamos con comida puertorriqueña. En estos días de tanta tristeza en Puerto Rico, por las pobres condiciones económicas y sociales, es bueno tener un día para reunirse con gente especial para compartir un almuerzo o una cena.

Hay “Thanksgiving” para los deambulantes si van a los sitios indicados, donde pueden alimentarse como rara vez lo hacen; es un pequeño alivio a su soledad y miseria. Intento explicarle esto a Peruchín, pero este, recalcitrante, dice que esto es una colonia y que él no celebra nada que haya venido con los norteamericanos a Puerto Rico. Añade que celebrar este día es ceder a la masiva campaña publicitaria para que la gente compre pavo y más comida de lo que necesita.

“¿Pero qué más da?, le respondo, si el pavo sabe bueno y es algo que no suelo comer a menudo”. “Eres un pitiyanqui (petit yankee o colonizado)”, me dice mirándome firme y con seriedad a los ojos. De todas formas, le entrego unos buenos pedazos de pavo con arroz que separé para él. Me acepta el contenedor en que he guardado la comida sin mirarme ni decir nada.

Le pido que por lo menos pruebe la comida. Murmura que lo tiene que dejar para después porque pronto debe partir a hacer fila en una megatienda donde al amanecer van a vender a precio especial unos televisores de plasma. Mi amigo, el de tanta pureza cultural, iba a participar en lo que se denomina el viernes negro, en el que la gente se para en fila por horas esperando irrumpir como una manada de búfalos cuando abran las puertas del comercio. Aparentemente, eso también se ha convertido en otra tradición del Norte que he hemos adoptado en la Isla. Pienso que hasta allí llegué yo. A mi déjenme con mis seres queridos y mi pavo. Me río a carcajadas con ellos y la comida sabe buena. Y después, duermo feliz.


Crédito foto: Satya Murthy, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)