Una criatura emancipada
germina envuelta,
masa de ideales y lamentos,
compatriotas,
peregrinos e inconmovibles,
hijos todos del mar
y del Sol.
Una vertiente estelar,
son los desterrados;
lago y sueños
son los del coral cantor...
y el ruiseñor que
retumba por los
hermanos cercanos, lejanos,
una conciencia,
la energía,
estrella tatuada en al frente,
solitaria, sideral;
el pecho libre,
atrapando el coquí
que canta,
una sola lengua,
el silencio de Babel.
He visto la nación,
la muerte y la vida,
innumerables son los soles
y las palmeras,
los de sangre caliente,
pero emerge,
soberana, siempre,
la intención de Urayoán
gritándole al viento:
"!Sol y mar;
libertad, lucha... voluntad...¡"
¡Amor!
Brilla el rostro
del cordero sentado
y valiente,
el misterio del Señor
que nombra los hijos de la mar
y se hacen poderosos a causa
de su herida.
Se levanta la sangre y la simiente,
el deseo y el amparo
que gime por el hermano lejano,
que de las Antillas
nace gigante, diminuta,
la borinqueña,
y contemplamos con ojos
cristalinos el horizonte,
la infinidad oceánica,
la terrestre,
aumentados con los colores
que nos nutren,
y en lo alto levantamos la voz...
¡Paz!
La tierra tembló...