Malala, Brasil y una Comisión de la Verdad para Puerto Rico, ¿en serio?

Justicia Social

La niña paquistaní, Malala Yousafzai, recibió ayer el premio Nobel por la Paz, edición compartida con el hindú Kailash Satyarthi. Ambos de forma separada le dedicaron su premio compartido y justificado por diferentes contribuciones que realizan en torno a un mismo objetivo: el bienestar de la niñez en sus comunidades y a nivel global. El recibimiento del premio fue muy emotivo, en particular por Malala, quien se ha convertido en la niña símbolo por la lucha de un mundo mejor que no afecte el desarrollo y el bienestar de la niñez. Malala es la recipiente del Premio Nobel más joven en la historia. Apenas tiene 17 años. A su corta edad, habla de justicia y equidad para los menores.

En paralelo, la Comisión de la Verdad de Brasil emitió en el día de ayer un voluminoso informe de 4,328 páginas, y 116 testimonios, donde detalla cómo fue la dictadura cívico militar que gobernó Brasil de 1964 a 1985. La importancia de este informe, que contó con el apoyo de la presidenta Dilma Rousseff, es el dato que las fuerzas castrenses brasileñas, hoy de corte cívico constitucional, no colaboraron y resistieron todo intento de proveer información. Lo que se documentó se hizo con prueba independiente a los archivos del ejército. No obstante, goza del sello de la presidencia, y es el primer documento oficial que prueba la brutalidad de dicho periodo dictatorial.

Mientras el mundo transcurre, de forma independiente y en solitario, la laureada escritora puertorriqueña y caribeñista, Ana Lydia Vega, plantea en una columna publicada en uno de los diarios comerciales del País, y reimpresa de forma viral en las redes sociales, que hay que convocar algún tipo de proceso para esclarecer siete asesinatos de índole político que ocurrieron en Puerto Rico en la década de 1970. Sin lugar a dudas, todo comenzó en el 1970 con el asesinato de Antonia Martínez, pasando por Luis Ángel Charbonier, Santiago Mari Pesquera, Arnaldo Darío Rosado, Carlos Soto Arriví, Carlos Muñiz Varela, y Ángel Rodríguez Cristóbal. Se trata de seres vinculados a la lucha por la independencia y/o resistencia cultural nacional, que fueron asesinados durante un periodo de cerca de diez años.

Lo cierto es que las Comisiones de la Verdad representan distintos modelos. La de Brasil hoy es un modelo que intentó hurgar el quehacer y el comportamiento de las fuerzas militares de dicho país. África del Sur, tiene posiblemente la Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional más famosa, toda vez que la misma investigó por un período particular (1960 hasta 1993) los crímenes de naturaleza política cometidos por todas las partes en el conflicto.

Nos parece que la idea de promover una Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional para Puerto Rico es una posibilidad digna de explorar. No obstante, la misma no puede ser para solo explorar los asesinatos políticos de las personas afines a nuestra ideología política. También debería explorar otros asesinatos políticos que en el contexto de la lucha social ocurrieron en la Isla. Sugiero incluir, los asesinatos de los dos policías y el cadete del ROTC en los disturbios de la UPR del 1971, la muerte del abogado corporativo Alan Randall, del policía encubierto, Alejandro González Malavé, e investigar al Ejercito Popular Boricua-Macheteros, por los asesinatos de soldados americanos en Sabana Seca en el 1983. Tal vez el periodo de investigación debería cubrir de 1970 con la muerte de Antonia Martínez hasta el 1985 con el desmantelamiento del ala militar de los Macheteros por parte de las agencias de seguridad de de los EE. UU. en Puerto Rico.

Es decir, debemos pensar que los conflictos del pasado en Puerto Rico, de naturaleza política, todos y todas fuimos responsables. Que existen muertos de ambos lados. Una verdadera Comisión de la Verdad y Reconciliación Nacional para Puerto Rico debe escuchar toda la verdad. Toda.

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