Mairym Cruz Bernal y la existencia nadando en sus ojos

Caribe Imaginado

Seis y cuarenta y cinco de la mañana y desde ayer ando cavilando cómo iniciar esta entrevista. Evocar el espacio donde nos encontramos podría ser un buen inicio o hablar de la actividad cultural que nos unió recientemente, pero no puedo evadir sus túneles claros por los que observa la vida. Y es que cuando miro sus ojos parecieran estar nadando, como si en cualquier momento pudiera brotar un torrente, de risa, de llanto, de dolor. O quizás simplemente es mi imaginación que gusta mucho de inventar historias de ojos. Hay cierta fascinación en escudriñar cómo esa otredad contempla la existencia, cómo se ve a sí misma y a los demás.

“No me miro mucho en el espejo. Sin embargo, creo que un diálogo con una persona es un espejo. Octavio Paz decía que “todo es espejo”. Las grandes cosas de la vida son espejo”. Insisto, sin querer ser imprudente: ¿por qué no te miras en el espejo? “A lo mejor lo que veo en el espejo es un reflejo de material heredado, que por mucho tiempo me decían que era fea (...)”, dijo mientras yo cada vez más hechizada por sus ojos no podía evitar pensar que y según ella una mujer que apenas se maquilla, que no se saca las cejas, con el don natural de la belleza, pudiera alguna vez tan siquiera creer en la fealdad, lo que es más escalofriante, la suya, la propia.

Claro, y es que ella está decidida a no convenir el pacto social de lo que implica ser atractiva o no; ella es de por sí una mujer realmente libre que no cree ni siquiera en las etiquetas o clasificaciones de los géneros literarios o los géneros de la sexualidad. Sería algo así como: somos y punto.

“Lloro mucho, lloro a carcajadas y me río mucho, creo que eso es lo que me ha salvado. Mis talleres (de creación) tienen que ver con la risa y el llanto. Me conmueven mucho las cosas”, afirmó la escritora, quien pertenece a la escuela confesional iniciada para la década de los años cincuenta por Sylvia Plath, Anne Sexton y Robert Lowell.

“Es una modalidad dura donde el escritor crea un mito de su nombre. Esta modalidad que intenta confesar es el viaje interno donde devela el Ser; ese Ser se encuentra a través del arte; ahí se crea la magia de la poesía”, explicó quien había dicho que escribe desde la angustia, el vacío y el dolor.

Y su nombre, su significación, su propio estado mítico es el de una escritora contemplativa, a mi buen juicio. “Yo creo que me puedo poner los espejuelos para ver la ciudad desde esa escritora que ya no necesita probarse a nadie, a nada. Ahora puedo mirar al mundo con sensibilidad, con pasión, con dolor, con empatía. Encontré mi quehacer: mirar, observar, anunciar y denunciar con la palabra”, manifestó la poeta que vive caminando, decidida a no volver a tomar un carro porque simplemente anhela que las personas lleguen a su casa, a ese espacio abierto y receptivo frente a la laguna, a un cielo mullido que casi puede tocarse con un dedo.

Así, ella, quien tiene a su haber trece libros publicados (su primer libro escrito a los diecinueve años no le interesó publicarlo y lo mantiene guardado), ha logrado que mujeres y hombres se reúnan en sus talleres donde combina la poesía, el viaje hacia el yo y la psicomagia, concepto erigido por el artista Alejandro Jodorowsky. 

“Yo creo que no basta con dar el arte o abrir la casa. Uno tiene que provocar el hambre a aquel que viene buscando el pan”, manifestó para decir que escribe para organizar su mundo y no para los demás necesariamente, y sentenciar que no cree en las musas sino en el trabajo arduo, en el oficio de escritor.

A la pregunta de qué le hubiera gustado contestar que nunca antes le han cuestionado, la poeta me sorprendió con su respuesta: “nunca nadie me ha preguntado si me hubiera gustado ser hombre o no; no sé la respuesta, pero mucha de mi actitud aun siendo mujer ha sido masculina. Creo que somos hombre y mujer y que vivimos en ese balance”, aunque añadió que todavía “debemos encontrar modos de convivir en armonía”.

La mujer cuenta que va a su dormitorio a recuperarse, que la libertad hay que lucharla todos los días, igual que la verticalidad y que la vida para ella es muy intensa. “Por eso nunca me ha funcionado tener parejas. El amor erótico de pareja me envenena el sistema. Estoy súper bien en este momento; llegué al momento sublime del erotismo con la palabra”, puntualizó la escritora, quien cuenta con una Maestría en Bellas Artes en Creación Literaria de Poesía.

“Mi matrimonio es con la escritura, lo demás es adulterio”, finalmente confesó para asegurar que “queda mucha tinta”. Y no lo dudo. No solo porque en el 2015 veremos publicado su libro “Pequeños monstruos del submundo”, por ejemplo, sino que ahora será parte de una antología de poetas de América traducidos al mandarín.

Era el mediodía y debí retirarme de la casa donde la poeta me recibió y me regaló dos libros. Pero sigo insistiendo que en los ojos de Mairym hay vida líquida como cuando aseguramos que hay existencia en otro planeta.

Foto: Mairym Cruz Bernal