En el día de los Tres Santos Reyes, ¿qué le ofreces al Niño?

Cultura

Miremos, por un breve instante, a nuestro país como a un hermoso niño en un pesebre. Es adorable, tierno, inocente, puro y necesita calor y protección. Todo lo que está en el pesebre le acuna. Los animales, sus padres, la paja, los ruidos de la noche, en fin, todo confabula para crearle el espacio perfecto para su crecimiento. La perfección se vuelve vida en la medida en que la magia arropa lo cotidiano y lo eleva al plano de lo extraordinario, no porque nacemos de manera sobrenatural, sino porque el amor todo lo transforma y ese pesebre estaba lleno de amor.

Ahora miremos nuestras manos. Seamos por un momento los Reyes Magos. Cada uno de nosotros tiene un cofre para ofrecer al niño: oro, incienso y mirra. En la antigüedad, el oro se ofrecía como regalo a los reyes, el incienso se quemaba en los espacios de adoración y la mirra se usaba para embalsamar a los muertos. Nuestros talentos son el oro que ofrecemos al niño. Cada persona aporta un regalo peculiar a través de sus dones. Ese ofrecimiento enriquece el entorno, ya que nuestra naturaleza creativa y creadora nos llevará a los lugares en los cuales nuestras capacidades se expanden para crear bienestar colectivo. El incienso invita a la comunión con el espíritu. Sea cual sea la encomienda o nuestra base religiosa y/o espiritual, ninguna creación puede vivir fuera del Espíritu, ya que esta es la esencia de la vida. Consecuentemente, al regalo del oro, debemos añadir incienso para que lo que hacemos tome vida propia. Finalmente, la mirra embalsama. Cualquier cosa que hagamos desde el corazón, en unificación con nuestro espíritu creador, será de trascendencia tal, que desearemos eternizarla. A tales efectos, envolvemos nuestros dones en la mirra para el disfrute de las próximas generaciones.

¡Pero cuidado! Hay un Herodes que sabe de la existencia de un rey niño y de unos reyes poderosos que quieren adorarle. Este personaje no desea ver al niño rey crecer y glorificarse. Herodes pide a los Reyes Magos que le informen; por supuesto, el poder de estos reyes es limitado y el de Herodes no, así que para él ir a “adorar” necesitaba una ayudita. En realidad, su plan era matar al recién nacido. Pero hay una sabiduría superior que siempre nos guía a tomar una ruta alterna a la que propone Herodes. Con relación a nuestro país, esa voz de Herodes, aunque muchos preferirían que fuese externa, es un eco que viene del interior de cada uno de nosotros. Ante el reconocimiento pleno de nuestro poder para crear un mejor país, resuenan las excusas: “eso no me toca a mí, que lo haga otro”, o bien, “esto no hay quien lo cambie”, “¿y a mí quién me paga?” y nuestra excusa “herodiana” favorita: “es culpa del Gobierno”. 

Pero existe otro camino. Ese camino alterno es el de no dejarnos aplastar por la vagancia, la procrastinación, el pesimismo y la necesidad preponderante de culpar a otros por lo que cada uno de nosotros no ha querido hacer: ofrecer sus tesoros. Se nos enseñó en alguna otra historia que todo debe ser un trueque: tú me das y yo te doy. Sin embargo, el amor verdadero no es cosa de trucos y nuestro país no tiene escasez financiera ni malos gobiernos: tiene falta de amor.

Nuestro país está falto de más personas que alberguen niños y cuiden de confinados; necesitamos más personas que siembren árboles y recojan más basura de la playa sin esperar nada a cambio. Necesitamos más tesoros a la disposición de la gente sin que esperemos recompensa alguna. Debemos decidir si somos reyes sabios o dictadores déspotas de nuestro propio destino. Es fácil responsabilizar a otros por cualquier situación, pero es solo de nobles detenerse y hacerse la gran pregunta: “¿al servicio de quién o de quienes he puesto mis talentos?”, “¿yo le sirvo al ego o le sirvo al amor?”.

Reflexionemos por un momento en nuestras manos y en el cofre que le ofrecemos a nuestro país. Hay nuevos talentos que son oro; hay talentos con experiencia que inundan de sabiduría como el incienso purifica y llena el aire. Hay quienes sellan con sus vidas ya cumplidas la sagrada encomienda de crear vida. ¿Qué tiene tu cofre? ¿En dónde está tu tesoro? En este nuevo año 2015 la invitación es a poner nuestro tesoro a los pies de nuestro país sin pensar en la recompensa. Disfrutemos el sagrado privilegio de servir a otros sabiendo que nos será devuelto en grandes bienes colectivos. Hagamos de nuestros talentos el tesoro que esperamos todos; que tu vida sea el mejor regalo que le podamos ofrecer al niño/pueblo que es todo amor.

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