Un regalo no es un objeto

Justicia Social

De niña mi madre me inculcó una especial atención al día en que llegaban con sus regalos los Tres Reyes Magos y ponían junto a la cama lo que tanto había anhelado. Hoy, a los 33 años, no se me ocurrió ir a mirar con las ansias de la niñez si había algún obsequio en la habitación. Y no es que haya perdido la ilusión en la magia; es que precisamente esa creencia ancestral en una sintonía cósmica es lo que permite tener otro entendido o uno mayor, más significativo, de lo que propone realmente esta celebración.

Cuando detenemos la prisa y contemplamos la vastedad del Universo implica vernos lejos de cualquier interés consumista que permea esta temporada y anclarnos en lo que realmente somos: seres únicos enlazados con otros en el andamiaje social. Sabernos y sentirnos como un colectivo debiera ser -a mi entender- el propósito de cualquier festividad espiritual. No olvidarnos; ese sería el planteamiento.

Reconocer que no estamos solos y que la abundancia no puede ser mezquina. Y aquí no solo me refiero a la prosperidad material sino a la que lleva al entendido de una realidad mayor que sobrepasa toda cotidianidad.

Hoy quisiera honrar a todos los seres que día a día, reloj tras reloj, dedican sus existencias al gran propósito de la vida: ser para sí y para los demás. En la comprensión de nuestra grandeza, no solo elaboramos nuestra vocación creativa/espiritual para satisfacer nuestra inquietud existencial, sino que irremediablemente se transmite a los demás. Así que te honro a ti, lector, que seguramente sabrás dar un abrazo reconfortante o cuidarás de un amigo cuando está enfermo y, sobre todo, que mirarás hacia aquel que no conoces y compartirás tus abundancias con él o ella.

Que desde hoy, más que objetos, nos entreguemos a nosotros mismos. No hay mayor justicia que la de darse a los otros.

Crédito foto: Tania Cataldo, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)