La desesperante búsqueda de venganza en la sociedad democrática: ¿Todos somos Charlie?

Caribe Imaginado

Los recientes ataques contra la revista Charlie Hobdo, en Francia, han provocado una oleada de manifestaciones de solidaridad e indignación. No hay duda de que el asesinato de miembros del colectivo de esta revista, motivado por sus publicaciones, es irrazonable y no tiene una justificación válida. Tratar de comprender lo que pasó no es un acto de justificación pero es un acto de justicia.

Todos piden justicia ante estos actos, así como se ha dado en otras ocasiones como cuando una familia completa es asesinada sin razón en Guaynabo, Puerto Rico, o cuando José Enrique Gómez fue asesinado en Caguas y comenzaron a circular manifestaciones que decían “Yo soy José Enrique”.

Uno de los problemas que identifico es que cuando se habla de justicia se habla, realmente, de venganza, y en comprensible; ante un acto de brutalidad tal que no podemos comprenderlo lo que muchas veces queremos es que alguien pague el precio. En el caso de los asesinatos de Charlie Hobdo la comunidad internacional se movilizó para manifestar el apoyo al Estado Francés en su búsqueda de los asesinos.

La indignación no es una buena consejera a la hora de hacer política pública. Si los que hacen las leyes estuvieran continuamente haciendo legislación basados en la indignación tendríamos un arranque de respuestas emocionales, pero no racionales, cada vez que algo como la masacre de Guaynabo o los asesinatos en Francia ocurriera.

Por esto es importante analizar con detenimiento el contexto jurídico de los procesos establecidos para manejar estos casos. Muchas veces escuchamos la expresión de que la gente salió por un tecnicismo; ese tecnicismo usualmente es un derecho constitucional que existe para darle razonabilidad a los procesos. El Estado no puede procesar judicialmente a las personas pendientes de que el público está desesperado, tiene que hacerlo desde una perspectiva racional. Si los actos irracionales de los victimarios son motivo de indignación entonces el Estado tiene que proceder racionalmente para evitar que se cometa una injusticia. En Francia el caso de los asesinatos en Charlie Hobdo se resolvió fácilmente con la muerte de los sospechosos. Ya se sabe quién lo hizo, dos hermanos musulmanes, y se sabe la razón de los asesinatos, las caricaturas de Mahoma publicadas por ese semanario. En Francia se impuso la pena de muerte automática y la gente está en paz.

Esta búsqueda de justicia me recuerda aquella película donde Jeff Bridges personifica a un profesor de historia experto en asuntos de terrorismo interno de la Universidad de Jorge Washington en el Distrito de Columbia. Este profesor continuamente enfatiza en sus clases que los casos de terrorismo interno, la película es de 1999, usualmente se despechaban como actos de individuos enfermos, solitarios e irracionales con el objetivo, conveniente para el Estado, de mantener a la población en calma. Si se trata de un individuo enfermo y el mismo es arrestado o asesinado por el Estado entonces la gente se calma.

A nosotros nos ocurre algo parecido, si hay una muerte que parece irrazonable, sin explicación ni justificación, queremos justicia rápida, queremos que el Estado haga lo que tenga que hacer para traernos paz. Así ocurrió con el caso de Charlie Hobdo, los sospechosos, terroristas musulmanes, han sido eliminados y con ellos se elimina la amenaza que representa su irracionalidad. De hecho el discurso público comenzó a ir por la dirección del choque de civilizaciones, Samuel Huntington debe estar de fiesta en su tumba, nosotros, occidente, totalmente racional y civilizado y ellos, musulmanes irracionales miembros de una cultura de bárbaros.

Ante la muerte de los sospechosos en el caso de Charlie Hobdo ya no tenemos razones para seguir analizando lo que ocurrió, es sólo un acto de barbarie de personas enfermas, ahora volvamos a la normalidad. Este llamado se acerca a aquél famoso llamado del presidente George Bush luego de los ataques del 11 de septiembre cuando volver a la normalidad era volver a las centros comerciales, claro para que nos tranquilicemos.

En el caso de la masacre de Guaynabo pasa algo parecido. Ya tenemos a los sospechosos ahora un juicio rápido, sin apelaciones, sin objeciones, sin tener que cumplir con tecnicismos, que son derechos constitucionales es una mera molestia pero nada importante. En el caso de la bomba que pusieron en el maratón de Boston, donde hubo una manifestación pública con la frase “Boston Strong”, se está poniendo en duda la posibilidad de que se pueda dar un juicio justo al sospechoso que queda vivo, el principal sospechoso fue asesinado por la policía, convenientemente, los muertos no hablan. En Puerto Rico los sospechosos de la masacre de Guaynabo tienen que recibir un juicio justo, no un espectáculo de relaciones públicas, la razón es sencilla, hoy son ellos mañana podría ser cualquiera de nosotros.

¿Yo soy Charlie? Y pregunto pues en Puerto Rico han ocurrido incidentes parecidos. El 23 de febrero de 1972 las oficinas de Claridad, en Puerto Nuevo, fueron incendiadas; el 17 de marzo de 1970 el local del M.P.I. (Movimiento Pro Independencia) en Ponce fue incendiado; el 28 de septiembre de 1970 lanzan dos bombas contra la librería Puerto Rico, de la editorial Claridad, en Río Piedras; el 31 de marzo de 1970 queman las oficinas del M.P.I. en Bayamón; y así muchos casos más donde la libertad de expresión y de prensa fue amenazada en Puerto Rico durante la década de los 70 y de los 80. “Yo soy Claridad”; “Yo soy el M.P.I.”; “Yo soy Mari Pesquera”; “Yo soy Filiberto”, así como caemos tan fácilmente en la mentalidad del choque de civilizaciones podríamos comenzar a pedir justicia verdadera sobre los atentados contra la libertad de prensa, o la libertad en general, en Puerto Rico.

Así como nos identificamos con la racionalidad de un Estado que fácilmente asesina sospechosos podríamos identificarnos con la búsqueda de justicia sin desespero, de justicia sin relaciones públicas y de justicia sin violación de derechos.