¿Será posible una cultura humana no racista ni xenofóbica?

Cultura

No hablar del atentado terrorista la semana pasada en París, Francia, contra el semanario Charlie Hebdo, es obviar la noticia que ha marcado la tendencia de forma más significativa en lo que va de año. Obviar dicho evento no nos permite descansar. ¿Por qué? Porque al cerrar dicho capítulo, entonces vuelvo a las muertes de afroamericanos a manos de policías estatales y municipales en EE. UU. Luego continúo y pienso en los ataques religioso-racistas de Boko Haram en Nigeria y más reciente en Camerún. Luego pienso en los ataques a víctimas indefensas en Pakistán y en Yemen. En fin, pienso en el terror que el Estado Islámico ha impuesto a sus víctimas no musulmanas en los territorios que controla en Irak y Siria.

Ahora bien, ¿cuál es el hilo conductor de estos relatos? Lo que es realmente vinculante es que el desprecio por la vida del otro o la otra se define a partir de un acto que es genuinamente racista: el acto de destruir solo porque pienso que mi ser es superior al otro ser, por lo cual lo puedo destruir. Es muy doloroso, pero el siglo XXI no nos ha traído olvido en cuanto a formas de vida y cultura que son parte de otros siglos de la humanidad. Realmente hablando, las formas de exclusión, marginación, humillación y destrucción de la vida humana, están ahí hoy. Son prácticas culturales con mucho arraigo en la humanidad, que nos afectan a todos y todas. Y muchas de ellas se forjan en viejas prácticas que nuestros ancestros, sean Estados imperiales o territorios coloniales, promovieron como forma de resistir o embestir al otro y la otra.

Decía el historiador social británico Eric Hobsbawn en un trabajo seminal de 1994, The Age ot Extremes, que entre la primera guerra mundial y la década del 1990, no solo se había vivido un "corto" siglo XX, sino que se había vivido uno en el cual las victorias de los metarrelatos de igualdad, derecho, justicia, para la humanidad también se habían perdido. Lo que se había perdido en ese periodo era un discurso ético en torno a la vida. Lo que él finalizó en el 1991, debe actualizarse hoy en el 2015. Vivimos un periodo donde las guerras horribles se han movido a los países más pobres y menos occidentales del llamado “sur”, como Yemen, Pakistán, Nigeria, mientras el terror se asienta de forma selectiva en el “norte”, como en Francia, España, EE. UU.

El Caribe y las Antillas viven hoy una relativa calma en el quehacer del terrorismo o conflictos racistas religiosos. Vive otros procesos de ajustes en cuando al legado de la esclavitud y formas discriminatorias de la existencia. No obstante, existen mecanismos interesantes para rectificar el pasado. Esto lo constituye la acción legal que la organización de la Comunidad del Caribe (Caricom, por su siglas en inglés) se encuentra promoviendo en Inglaterra contra los Estados que promovieron la esclavitud en los siglos XVI al XIX. Esto es un ejemplo a seguir, que ha permitido canalizar descontentos sociales, si tener que recurrir hoy, en el siglo XXI, a la violencia entre pueblos y personas.

Nos parece que el descontento que hoy yace en muchos países del mundo, donde el tema del racismo, ahora con un eje religioso como también aún racial, debe tomar formas de canalización siguiendo modelos desarrollados en el Caribe y las Antillas. El futuro de la humanidad, debe contener un elemento ético. En pocas palabras, promover continuamente la vida humana y su bienestar. Menos no es posible. Cambiemos pues la consigna. Afirmemos; todos y todas somos hermanos y hermanas. ¡Yo soy la humanidad!

Crédito foto: José Manuel Ríos Valiente, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by-nd/2.0/)