Basta ya: Timbuktu, el miedo y sus provocadores

Justicia Social

El terror y el miedo son lados opuestos de la misma moneda, causa y efecto. Conviven con un retraso de fracciones de segundos, y el primero ve logrado muchas veces su cometido, mientras el segundo, tiene dos opciones: sucumbir o vencer.

Y aún cuando no he visto la ya renombrada película Timbuktu, del director Abderrahmane Sissako (Francia, 2014),  nominada al premio Oscar como mejor película extranjera, el avance de la misma da cuenta de cómo un pueblo se enfrenta (por lo que puede asumirse del tráiler) al miedo, incluso hasta con valentía y coraje, que ha estado ocasionando la presencia del yihadismo.

Sin embargo, el miedo ha sobrepasado la pantalla grande. Recientemente, el diario El País, de España, publicó una nota acerca de cómo fue suspendido un festival de cine en Bélgica, aparentemente por el peligro que conllevaba la presentación de dicho filme.

De modo que el recrudecido terrorismo que vemos a diario, nosotros, caribeños, desde el televisor o el Internet, pero no desde la propia carne, sigue calando las entrañas, lo más profundo de cualquier ser, ya no solo en territorio de peligrosidad sino donde todo se cree en paz y en calma.

Desgraciadamente y a mi juicio, esta situación con el filme Timbuktu ha sido una batalla ganada para el terrorismo en un aspecto de la vida que ni siquiera hubiera podido prever: el arte, una de las instancias más humanas que tenemos.

Así que y tanto que recientemente hemos hecho apologías por la libre expresión, debemos mantenernos firmes y elocuentes, aunque sea fácil decirlo desde una silla lejana a tal terror, para que la voz responsable no sea sometida al miedo, y el espíritu se mantenga vigente, sin expirar.

Confío que la fuerza del arte venza y la cinta pueda seguir viéndose en las salas de cine.