Apariencias de peligrosidad: lo que el Estado convierte en amenaza

Justicia Social

Recientemente, documentos desclasificados del FBI revelaron la “persecución silente” que hubo realizado dicha agencia a escritores afroamericanos, bajo el mandato de Edgar Hoover. En el hecho de espiar ocurre obvia y claramente un perjuicio hacia la persona vigilada.

Y es que aun cuando no se es una amenaza, el Estado o agencias adjudicadas al mismo pueden atribuir un carácter de peligrosidad a lo que no lo tiene, sencillamente por las profundas raíces del discrimen y la segregación.

Pero en el hecho de ser escritor, artista, manifestante vehemente de la libre expresión, conlleva incluso mayor riesgo, a pesar de que es un derecho cobijado por la Declaración Universal de Derechos Humanos. Simplemente, hay cosas que el Estado no quiere que se sepan o al menos que se les tome en serio. Entonces, la palabra, destinada a crear o a informar o a denunciar, se ve tristemente perseguida por los apéndices estatales.

Finalmente y aunque no es una noticia sorpresiva -conocemos de las injusticias que siempre han tenido que padecer los escritores-, es importante expresar continuamente el repudio hacia la criminalización del oficio del escritor, reconociendo a su vez, que esa labor tan vital tiene en su poder la edificación o la destrucción, y que debiera ser lo primero lo que rija tal tarea.

 

Crédito foto: Nana B Agyei, www.flickr.com, bajo licencia de Creative Commons (https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/)