El premio del Powerball, el racismo y la justicia política

Justicia Social

Puerto Rico hoy ha vuelvo a ser un dolor de cabeza para Washington.  Puerto Rico, nuevamente es noticia en todos los frentes. Esto incluye: la Comunidad de Estados de Latino America y el Caribe (Celac); la crisis fiscal y los fondos buitres llamados bonistas; la excarcelación de Oscar López; la transición en las relaciones bilaterales Cuba-EE.UU., donde Puerto Rico ha sido un tema interesante de dicha agenda.

Pero lo que nadie podía pensar es el hecho de que ante el reciente premio súper millonario de la lotería llamada Powerball, Puerto Rico estaría nuevamente en la opinión pública, en esta ocasión por los ataques discriminatorios y en ocasiones racistas que emitieron “nuestros vecinos y vecinas norteamericanos (“our fellow neighbours”, parafraseando las palabras del presidente Bill Clinton en el año 2000, cuando se inició la transición militar de la isla municipio de Vieques).

 

El grueso de los ataques comunicados vía twitts, muchos de ellos reseñados a partir del blog Latin Rebels, que origina en los EE.UU. el boricua Julio Varela desde el año 2007, estuvieron dirigidos a cuestionar si Puerto Rico paga o no contribuciones federales.  Si no paga, de forma cándida cuestionaban los twitteros, entonces Puerto Rico no debería tener derecho a recibir dicha millonaria suma de dinero ($188 millones le corresponde a un boricua de Ponce, quien ganó dicha lotería).

 

En 116 años de relación política de dominación, la relación Puerto Rico-EE.UU., en cuanto al discrimen y racismo se refiere, no ha cambiado dramáticamente.   Ha habido cambios, pero cada vez que hay algún cuestionamiento a la relación política existente, a distintos niveles sociales y culturales de los EE.UU., en particular de las comunidades blancas-caucásicas, surgen comentarios que rayan de lo racista, a lo discriminatorio y a veces a lo incrédulo.


Lo antes descrito refleja dos asuntos muy comunes, que desde el caso de Downes vs. Bidwell, de los llamados casos insulares del 1901, ha estado presente: ni Puerto Rico es parte del imaginario político de los EE.UU., pues sus políticos nunca discuten públicamente cual es el caso especial de esta isla caribeña; y por otro lado, para los puertorriqueños que viven en la isla, los EE.UU. no es parte de nuestro imaginario diario como lugar a educar para transformar las relaciones discriminatorias existentes.  Para los boricuas de la isla, en lo político los EE.UU. es Washington y las transferencias federales.  Pero no es la relación cultural y sus consecuencias.

 

Es penoso, en la llamada pena caribeña que significa vergonzoso, leer los twitts de los boricuas de la isla y residentes en los EE.UU. que reclaman ser tan americanos como los otros, porque estuvieron en la guerra de Irak o Afganistán.  Es penoso, pues su intervención denota el desconcomiento de la contraparte norteamericana, para quien soldados o no soldados, Puerto Rico es un asunto inexistente.

 

Distinto al parecer dominante, y reflexionando sobre los 116 años de relación política entre los EE.UU. y Puerto Rico, es importante empezar a destacar que la crisis provocada por el premio de powerball, no es la excepción sino la norma cultural que define la relación política existente.  Pensar en hacer justicia política requiere no aferrarnos a lo que es un imposible, sino a lo que es posible:  ver que ambos países no son parte de un imaginario nacional, sino que son espacios culturales, políticos y sociales muy diferenciados.

 

En este sentido sería más interesante pensar, decir, hacer y vivir, que somos distintos y como tal debemos de continuar.  Cuando en agosto del 2014, la exsecretaria del Departamento de Hacienda, Melba Acosta, anunció la integración de Puerto Rico a la lotto del powerball, dijo que la misma contribuiría al fisco local en $13 millones al año, lo cual utilizarían para cubrir algún desbalance fiscal.

 

Por lo tanto, por “$13 trapos de millones”, creo que como boricuas que ya hemos probado de todas formas nuestra generosidad al pueblo y gobierno de los EE.UU., la única justicia política con la cual podemos hoy convivir, es con un despegue y destete político.  Curioso, pero en el periodo que nos insultan por ganarnos un dinero, la Celac y los países de la región uno por uno,  nos afirman como nación hermana y desean nuestra integración.

 

Pensemos, pero como vemos en este periódico El Post Antillano, del cual el 30 por ciento de sus lectores hoy originan en los EE.UU., el racismo con el cual viven dichos hermanos y hermanas, no ha cambiado nada. El mejor testimonio del desprecio al pueblo puertorriqueño lo es el testimonio de la vida diaria de los 4.5 millones de boricuas que viven en dicho país. Pensemos.