El país que expulsa a su gente

Economia Solidaria

altRecientemente Jeff Bush le dijo a los estadistas del patio lo que todos sabemos hace tiempo, si no resuelven el asunto de la deuda no hay estadidad.

Así que me imagino que alguien en el Partido Nueva Progresista (PNP) cambiará la estrategia, como hizo sabiamente el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP), y comenzará a tratar de proponer ideas para arreglar la cosa sin el cuento de que primero hay que traer la estadidad. Además, en el fondo, ¿alguien sinceramente cree que la estadidad está disponible con el problema fiscal que tenemos? La solución no es la estadidad, ese proyecto se tendrá que posponer para mejores tiempos. El proyecto de Pedro Rosselló, quiebra a la colonia para que venga la estadidad, no funcionó. Lo que sí funcionó fue el proyecto alterno, así como dice el refrán, si Mahoma no va a la montaña la montaña va a Mahoma, si la estadidad no llega a los boricuas, los boricuas se van a la estadidad. El PNP sí logró algo, convertir a Puerto Rico en un país que expulsa a su gente.

La reciente migración masiva de puertorriqueños a los Estados Unidos es fruto de una grave crisis que a su vez se convierte en un reto para los que se quedan en la isla. Yo personalmente estoy cansado de los debates sobre los que se fueron y los que se quedaron. No hay día en que no se vea a alguien tratando de justificar su salida de la isla escribiendo una larga diatriba sobre porqué se fueron o cómo es que al irse no son unos traidores, o el típico mensaje en la redes sociales sobre la grandiosa vida que se están dando en la estadidad. A mi me parece que el que se va lo hace porque no hay otra alternativa, o consiguieron un empleo, o lograron tener la oportunidad que aquí se les negó. Otros se van porque les da la gana, tienen trabajos, casas, familia aquí pero van a experimentar, a ver qué pasa, y eso está bien, ¿porqué no permitir que la gente vea mundo? Otros, los más o los menos, da igual, se van corriendo a ver qué trae el tiempo. Todos van a hacer vida, muchos siguen en contacto y aportando. Otros cortan por completo con la isla, esa es su libertad.

Los que sí me molestan son los que se van y dejan a su viejos aquí, que el Estado Libre Asociado (ELA) se encargue; dejan sus casas perdidas y nos las pagan más, de esos sí hay muchos, y que los bancos las vedan; o simplemente dejan de pagar las pensiones de sus hijos, y que ASUME los encuentre, si puede.

Por otro lado la isla la diseñaron para expulsar a la gente. Recientemente visité el Departamento de Hacienda, y un ciudadano que venía de pagar las multas a su automóvil, quería  sacar el marbete, y la empleada le dice que tiene que traer una certificación de que pagó las deudas, aún cuando tenía los recibos del pago de las multas en la mano. “Es que esos recibos nosotros no los aceptamos”, le dijo la empleada. “Llame al gerente”, dice el iluso ciudadano. Vino la gerente y dijo exactamente lo mismo que la empleada. ¿No les ha pasado algo así? Llaman al gerente y les dice lo mismo que la empleada que les atendía, no es porque no pueda decir otra cosa, o hacer otra cosa, es porque prefiere evitarse el problema de decidir. Y ahí, en ese momento vi el rostro de un nuevo miembro de la diáspora. El ciudadano maldijo, bajó cuanto santo hay, la gerente y la empleada volvieron a la misma mediocridad profesional de siempre, al final lo que tiene que hacer el ciudadano es regresar a Obras Públicas, hacer de nuevo la fila, conseguir la certificación y regresar a hacienda que cierra a las cuatro.

Otro día visité nuevamente al Departamento de Hacienda (Hacienda), dirán que soy un masoquista o algo así, pero tenía que realizar una gestión relacionada con una herencia familiar. Para que me den un relevo de hacienda tengo que conseguir una certificación de deuda del difunto. Fácil, ¿no?, Al fin y al cabo estamos en Hacienda, ellos tienen eso, imprímela, y la adjuntas a la solicitud del relevo. ¡No! Hay que ir a la oficina 208 para que reactiven la cuenta del difunto, está bien, voy y pido que la reactiven, sí pero hace falta la tarjeta de seguro social del difunto, que murió hace diez años, la original. Adiosito compañero, vaya, busque y regrese. Llamé al Seguro Social, me dijeron que fuera a la oficina local a preguntar si me podía dar una tarjeta del difunto. Hice la fila, esperé, y esperé en una isla que parece estar llena de gente que no tiene nada que hacer sino estar en las filas. Me toca mi número. “No, eso no se puede hacer”, esa es la respuesta de la empleada del Seguro Social. Regresé a hacienda, sí todo esto en un mismo día, la respuesta fue la misma, hay que traer la tarjeta original. Maldita sea… casi me uno a la diáspora.

En los tribunales hay que radicar las cosas con sellos de rentas internas, pero resulta que el sello de radicación no es igual que el de suspensión. La secretaria me lo recordó muy claramente, “es de suspensión”. Yo compré el sello en una cooperativa, me dijo al secretaria que volviera a la cooperativa y lo cambiara, era el mismo día de la compra. Hago la fila en la cooperativa, “No aquí no cambiamos sellos”. Me dijeron que fuera  a la colecturía, y yo que tengo una tendencia suicida a hacer las cosas como se supone, fui, hice la fila, ya saben, una colecturía un jueves a las tres de la tarde. La señora que estaba frente a mi se va para Orlando, como la gente habla como si no hubiera nadie alrededor me enteré de todos los detalles. Mi turno, “muchacho eso lo tienes que cambiar en la cooperativa donde lo compraste”. Le explico al empleado, que le daba igual el asunto, que en la cooperativa me dijeron que viniera a la colecturía. Ya saben la solución, tengo que ir a hacienda en el Viejo San Juan con el formulario tal o cual, y llevar el sello para que me den el dinero de nuevo. Y yo salgo pensando en el frio de Washington DC.

¿Cuántas veces a la semana tenemos cara de diáspora? Y el país sigue como esperando a Godot, no va a llegar, da igual seguimos como si fuera posible. El sistema está diseñado para sacarnos de la isla. Es como si el proyecto de Fortuño de llenar la isla de empleados de turismo, mal pagos y sin retiro, al estilo de Orlando, sirviendo a millonarios que no pagan impuestos, estuviera funcionando muy bien. “Yo me quedo”, a lo Pablo Milanés, dicen mis amigos, sobre todo esos idealistas, como yo, que prefieren pensar que algo viene. Yo también me quedo, pero mire amigo no hay día en que no ponga cara de diáspora. Así que sigo diciendo, “yo me quedo con todas esas cosas…” por ahora, pero preferiría que cambiáramos algunas cositas. ¿Tu no?