¿Consumir o no consumir? Esa es la pregunta puertorriqueña

Economia Solidaria

Siempre me han llamado la atención los patrones de consumo que seguimos en nuestro diario vivir. Indudablemente, esos hábitos reflejan, de alguna forma, la manera en la que encaramos nuestras necesidades y también nuestros gustos y antojos, además de visibilizar nuestra relación social con el dinero y con el concepto de adquisición.

Ayer se me hizo más evidente aún que somos, en general, una sociedad consumista con una arraigada costumbre a la compra, al gasto, incluso en tiempos de estrechez económica. Y es que un parte de prensa internacional refirió este asunto haciendo mención del Apéndice Estadístico del Informe Económico al Gobernador y a la Asamblea Legislativa, un instrumento de nuestro Gobierno para “presentar el panorama económico del ELA y un análisis detallado del comportamiento de la economía”, según explica la página en Internet del Banco Gubernamental de Fomento para Puerto Rico.

De acuerdo a la nota de prensa, no solo los boricuas gastan más de lo que ganan, siguiendo así los comportamientos de los gobernantes, sino que se hizo mención de los salarios reducidos en la Isla, la alta tasa de desempleo y la migración masiva como elementos a considerar en la perspectiva económica actual. Estos factores, que uno pensaría podrían entorpecer el consumo, aparentemente no han debilitado las ganas de obtener y obtener cosas.

De modo que resultaría interesante investigar ese hecho del gasto inmoderado en nuestra cultura. ¿Será que hemos convertido el acto de adquirir bienes, productos o servicios en una “necesidad” emocional; vemos en ello, en esa acción de la compra, un escape precisamente para evadir la sensación de escasez? ¿Nos hemos construido en la equivocada percepción de que nuestro valor depende de cuánto tengamos? ¿Será que percibimos la crisis fiscal como un asunto exclusivo del Gobierno, que por más impuestos que nos pongan, no llega a minar nuestro hábito individual? Si no, ¿a qué atribuirle esta tendencia al consumismo?

Al parecer nada puede contra nuestros patrones de consumo, y la abstinencia o la reducción no son maneras viables de nuestra concepción de la realidad hoy.

Sin embargo, considero que nos toca evaluar nuestro comportamiento individual y colectivo para de esta manera identificar si le estamos colocando una carga emocional al hecho consumista. De ser así, no solo sería una atadura de la que creo debemos desprendernos para valorar otras cosas de real importancia sino que esa misma identificación podría ayudarnos a evitar mayores problemas económicos relacionados a “gastar lo que no tenemos”.

Crédito foto: JTA, Wikimedia Commons, bajo licencia de dominio público