¿Cómo se paga el cariño? Cuánto cuesta cuidar la vida: conseguir la comida y cocinarla, lavar la ropa y secarla, limpiar y organizar el hogar… Cuánto, conseguir las medicinas y elaborar distintos mecanismos de sanación para curar el cuerpo y las emociones. Parecería algo burdo tratar de ponerle signo de dólares a estas actividades y trabajos del amor, pero, ¿cómo es que miles, millones de personas – la gran mayoría mujeres – hacen posible el trabajo monumental de la reproducción de la vida humana en toda su complejidad y no reciben ningún tipo de apoyo material más allá de lo que voluntariamente le de la persona que controla el presupuesto del hogar?
Claro que lo ideal sería la fundación de una sociedad sin clases, sin dinero, ni necesidades materiales, donde reinará la libertad y la justicia. Pero. Mientras tanto, la idea de un sueldo ciudadano, que compense aún más a aquellas/os que reproducen el cariño y cuidan de los demás, es necesaria en todo debate sobre la profundización democrática de la justicia social. Ésta es una forma de distribución de la riqueza, tan concentrada en unos poquísimos, que permite mayor participación y esferas de libertad a los ciudadanos.
Así la ciudad se re-enfoca desde el cariño. Lo doméstico se abre a la participación ciudadana de formas más contundentes pues habría recursos para el ocio y la reflexión. La economía, también viene del oíkos, del hogar, de la casa, de ese terruño donde el cariño se cuida para reproducir la vida. En un sistema donde lo valioso se reconoce con dinero y donde el dinero permite maniobrar con mayor libertad, sugerir sueldos dignos a las/los que cuidan la vida es un tema de justicia.