Ciudad, calles, economía

Economia Solidaria

Convivir. Vivir con los demás. Vernos las caras, los cuerpos, sentirnos. Respirar juntos en un mismo territorio.  Compartir sentidos, movimientos, ruidos, olores. La ciudad es una encubadora de convivencia y creación.  Es el encuentro de todos los encuentros, el lugar de la reunión.  La concentración de personas y sus artefactos, junto a otros animales que le acompañan, y cuerpos de agua, árboles, aire, producen la heterogeneidad y la simultaneidad que caracteriza la vida urbana.  La ciudad es la partera del encuentro, del conflicto y el diálogo, del choque y el enamoramiento, de la asamblea.

Mi experiencia de vida se intensifica, profundiza, enriquece con el que me encuentro en la ‘calle’ – ese espacio/lugar, ese símbolo, esa experiencia que nos interpela en el ser otro frente y con los demás.  La calle no es solo el camino, que siempre es hacia el encuentro y el destino. La calle también es desencuentro, sin destino. En ella el destino cambia o desaparece, aparece o es ella misma. En la calle no se tiene que ir a ninguna parte sino a ella misma. Es territorio y espacio, es hija de la ciudad, el mundo/pluriverso creado por los humanos.  Babel. Macondo no es de la ciudad, tampoco Comala, sí la esquina, ese lugar de encuentros donde ‘todo’ se ve/siente. No por nada los rumbones son de ‘esquina’…

 

Las múltiples economías posibles basadas en la solidaridad crecen de la convivencia, de los encuentros, de reconocernos en la intemperie de nuestro universo, la ciudad.  El campo es parte de la ciudad. Verlos como entes y esencias separadas es achicar, disminuir, desacreditar la experiencia y las posibilidades. La economía debe surgir del criterio de la vida, que reproduce y esparce, que convive para ser.  El gran Caribe, con sus redes de ciudades (Sao Paulo, Cartagena, Habana, San Juan, Santo Domingo, Kingston, Port of Spain, Miami, New Orleans, Ciudad Panamá, Caracas, Nueva York, Londres, Port a Prince, Paris, Chicago…) es un archipiélago urbano lleno de mar, corrientes, idiomas y movimiento.

Los movimientos económico-políticos que tomen estas conexiones en consideración verán que los recursos y riquezas para la abundancia de la vida digna son inmensos. Pensarnos como región transnacional y solidaria, es parte de reconstruir decolonialmente nuestras ciudades y economías para que sus calles estén preñadas de convivencia.