La amistad entre Cuba y Estados Unidos: las lecciones para Puerto Rico.

Historia

altMientras leo las redes sociales y los periódicos me fijo en una queja recurrente entre cibernautas: EEUU abraza a Cuba mientras olvida a Puerto Rico y su crisis. Creo que hay que entender que los tiempos cambiaron, los estados parias ya no existen en un mundo multipolar, tampoco los estados perfectos y exitosos. En estos nuevos tiempos EEUU ya dejó de ser un tema definitorio de la política exterior de América Latina.

Sin embargo, en Puerto Rico se sigue asumiendo que sin la atención de EEUU lo que hay es caos y desesperanza. Los estados y las gentes se siguen relacionando en nuevas dinámicas globales, y EEUU también está cambiando: no busca amigos menores en el camino que lo sigan, sino amigos influyentes confiables que lo proyecten.

El problema con esta opinión que compara los casos de Cuba y Puerto Rico es que es defectuosa. Para nosotros es natural por las afecciones culturales e históricas prestarle la atención a cualquier cosa que hagan los EEUU y Cuba. Pero en realidad las dos islas caribeñas son diferentes y están desconectadas por sus opuestas realidades políticas. En el campo de las relaciones internacionales donde se da hoy la amistad entre Cuba y EEUU no se reconocen lógicas de dependencia: todo lo contrario. EEUU establece relaciones con Cuba porque está en su interés nacional y porque Cuba tiene cosas que ofrecer, sobre todo la legitimidad de la buena voluntad que puede garantizar.

Creo que la confusión viene de cómo nos entendemos todos, productos de un Estado Libre Asociado, en donde nuestro ordenamiento político y nacional fue posible gracias más a una confusión y vacío legal equipado con poderes locales que por la capacidad de agenciarnos una definición política. Esta existencia por default incluso hace que los políticos puertorriqueños se preocupen, y vean como amenaza, la nueva relación entre Cuba y EEUU. Esta miopía tampoco deja ver la amenaza de la relación entre EEUU y Puerto Rico en este momento de crisis y aislamiento.

Si Cuba y EEUU firman nuevos acuerdos bilaterales, el primero podría exigir cosas de EEUU por conducto de estos futuros acuerdos. Como Puerto Rico es foráneo en términos domésticos según los casos insulares, EEUU no puede (tampoco interesa) establecer relaciones con un ente inexistente en el sistema internacional. No puede aplicar principios de reciprocidad, trato justo, igualdad soberana: nada por el estilo. Se comenta a menudo sobre como los puertorriqueños usan el vacío legal del ELA para avanzar sus intereses particulares, pero nunca se menciona cómo EEUU tiene la oportunidad del limbo legal de Puerto Rico para olvidarlo mientras republicanos y demócratas deciden si se debe o no hacer algo en la crisis de Puerto Rico.

En las relaciones internacionales los estados establecen cooperación bilateral, tratados y relaciones interestatales sobre la base de la confianza y la reciprocidad diplomática, muchas veces en forma de acuerdos que estipulan el trato igual entre empresas, instituciones y ciudadanos de ambos países. Las reglas del juego son entendidas por ambas partes ‘desde el saque’, los limites están previamente establecidos y cada estado, en las pocas cosas en que se sabe son racionales, tendrá voluntad de cooperación si está en sus intereses nacionales concretarla.

Esta ha sido la historia de las relaciones Cuba-EEUU desde que en 1994 en medio de la crisis de los balseros ambos países comenzaron a hablar temas de interés común en temas de migración, no para aislarse sino en principio para controlar y normalizar el movimiento de cubanos entre Cuba y EEUU. De paso Cuba entró en la Organización Mundial del Comercio el año siguiente.

En la presidencia de Bill Clinton se comenzó a hablar con Cuba, mientras se comenzaba a dar licencias especiales a empresas estadounidenses para establecer negocios a pesar de las restricciones del embargo. El nuevo multilateralismo comercial con su eje en EEUU lo ameritaba para dar cierto orden al mundo Posguerra Fría. Desde el 1992 se le ha otorgado licencias especiales de negocios a más de 4,000 empresas estadounidenses para hacer negocios con los estados considerados ‘paria’ por la diplomacia estadounidense, entre ellos Irán, Afganistán (con los Talibanes), Brunei y Cuba. Poner restricciones a la expansión comercial de EEUU ahora sin Unión Soviética hubiese sido al menos incoherente en medio de los esfuerzos de la administración Clinton de convencer a América Latina de abrazar la fenecida Área de Libre Comercio de las Américas, vapuleada por Argentina, Venezuela y Brasil en Mar del Plata en el 2005 durante la Cumbre de las Américas. Las relaciones económicas entre EEUU y Cuba fueron facilitando las dinámicas políticas, una relación de confianza que ha venido nutriéndose por los últimos 20 años con sus momentos de crisis y avance que le ha permitido a Cuba integrarse más al sistema internacional.

Ese ‘toma y daca’ entre dos partes distintas pero iguales en derecho describe la realidad de las relaciones internacionales. Iguales que tendrán, en el caso de EEUU, la opción de embarcar a Obama de regreso si algo sale mal en la visita; y la de Cuba de montarlo de regreso en el avión de forma diplomática si algo sucede que no es del agrado de las autoridades cubanas. Aunque ese es otro mundo en el que Puerto Rico no está, el gobierno de Cuba como interlocutor del pueblo cubano (interesado en Puerto Rico siempre) tiene la oportunidad de hablarle a Obama de Puerto Rico, la crisis fiscal, de las leyes de cabotaje, de Oscar López Rivera y del estatus político. Puerto Rico, integrado como territorio no incorporado, cabildea en el Congreso para que se le tome en cuenta entre múltiples liderazgos que luchan por representarlo y definir la agenda en Washington: sectores de interés, partidos políticos y la diáspora puertorriqueña de los EEUU.

 

 

ÂÂ