Decía mi padre, Emiliano, que hay momento que la muerte sale en busca de uno, y es mejor ponerse una careta para engañarla. En ese momento uno lo que debe hacer, además de confundir a la muerte, es esconderse.
Nunca había transitado tan cerca de la muerte como lo ha sido a lo largo de los últimos 18 meses cuando murió mi querido padre, Emiliano. A partir de ahí, tengo una híper sensibilidad al asunto, y cada muerte la lloro, la rememoro y sobre todo la reflexiono a partir de mis recuerdos con dicha persona. En fin, me siento que nos preparan para vivir. Aunque no nos educan de vivir con la muerte, sólo con la vida.
Dicho lo anterior, pienso también creo que nuestra educación en torno a la muerte es debe incluir lo efímero de nuestra presencia en este planeta y de nuestro legado. A fin de cuentas somos una instancia, bastante pasajera, que nace, vive y muere. Nuestro recuerdo será a partir de nuestra vida y de los que nos conocieron en vida. Pero tan pronto estos también mueren, nosotros y nuestro recuerdo desaparece. La vida después de la muerte, es simplemente algo terrible.
En fin, que debemos continuar gozándonos de la vida. Y luego, mientras dure, recordando a nuestros muertos. Hasta ahí dura la fiesta – cuando termina el recuerdo, termina – casi – todo.