La salud, un derecho (Segunda parte)

Voces Emergentes

(Nota editorial: Segunda parte de la Presentación de apertura V Conferencia Puertorriqueña de Salud Pública, V Festival de Arte y Salud y Encuentro Iberoamericano de Escuelas de Salud Pública, San Juan, Puerto Rico, 2 de mayo de 2016).

La relativa uniformidad de las políticas neoliberales en el mundo

Pasemos ahora a examinar el segundo y muy importante impulsor de la globalización que quiero discutir con ustedes: La relativa uniformidad de las políticas neoliberales en el mundo.

Arranque con el Consenso de Washington

Desde mediados de los años ochenta, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional impulsaron decididamente un conjunto de políticas acordadas en un esfuerzo por sentar las bases del nuevo capitalismo hacia el siglo 21, conocido como el Consenso de Washington. Estas políticas fueron acompañadas y promovidas a través de misiones de cooperación técnica de organismos multilaterales y condicionamientos a los préstamos que los países suelen tomar con estas instituciones.

Se requirió a los países que hicieran recortes significativos del gasto público para equilibrar la macroeconomía; se exigió la liberalización del comercio y la desregularización de mercados; se privatizaron empresas y servicios estatales; se instauraron sistemas de “flexibilización laboral”,  que quebraron el poder de los sindicatos y de las organizaciones del trabajo; y se indujo un modelo económico basado en privilegios al gran capital, que se consideraba era lo podía poner en marcha el crecimiento económico mundial. Por ello, se orientaron los sistemas impositivos hacia impuestos al consumo en vez de a la renta, y se buscó asegurar que los países constituyeran democracias electorales formales que permitieran la legitimación de los gobiernos de turno.

Está ampliamente documentado cómo el conjunto de estas políticas que generaron una creciente concentración de ingresos y riqueza en una pequeña élite económica mundial. Economistas como Joseph Stiglitz o Thomas Picketty han documentado muy bien el incremento persistente en niveles de desigualdad social en las últimas décadas. La riqueza global aumentó 68% entre 2003 y 2013 hasta alcanzar un nuevo máximo histórico de cerca de 241 trillones de dólares. Pero la distribución de la misma es cada vez más desigual y ya llega a niveles sencillamente inaceptables.  Actualmente, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta, según da cuenta un informe de Intermon-Oxfam, de 2013. Las actuales políticas hegemónicas están alentando la ampliación de la brecha, dejando sin esperanza de una vida digna a cientos de millones de personas en el mundo. Cuando se examina la distribución regional encontramos que Norteamérica tiene una muy desproporcionada cantidad de adinerados en comparación con su proporción de población en el mundo: tiene cerca del 5% de población y acapara el 33% de la riqueza mundial. El mundo entero contribuye a que la riqueza se concentre en unos pocos estadounidenses.

Las políticas neoliberales también facilitaron la concentración de la riqueza al viabilizar la consolidación de mega empresas, sobre todo en los ámbitos de la industria farmacéutica, la alimentación, y las comunicaciones.  En el rubro de alimentación y productos de consumo cotidiano, por ejemplo, las políticas neoliberales permitieron que diez mega empresas lleguen a dominar el mercado mundial, sin que estén sujetas a reglamentaciones estrictas que garanticen la calidad de su oferta para el bienestar de toda la gente donde se venden dichos productos. Diez, solo diez, empresas controlan casi todo lo que se consume en el mundo; éstas producen y distribuyen más de 2,150 productos y facturan más de mil millones de dólares diarios por ello. Unilever y Coca Cola poseen más de 400 marcas; P&G (+300); Mars Kraft (+150); PepsiCo, Kellogg, Nestlé, Johnson & Johnson (+75); y General Mills.  Según el informe de Intermon-Oxfam, la mayoría no están respetando algunos de los derechos básicos de las comunidades agrícolas que les proporcionan tierra, agua, mano de obra y materias primeras para que elaboren sus productos y las violaciones incluyen hasta la explotación de trabajo infantil.

En el caso de los fármacos, hacia la segunda mitad del siglo XX la ya poderosa industria de medicamentos tuvo una envión aún mayor con las políticas de apertura y desregulación de mercados que impulsó el neoliberalismo. En su deseo de controlar los sistemas sanitarios de todo el mundo (objetivo que se habían propuesto los farma-carteles Rockefeller (EEUU) y Rothschild (Inglaterra) muchos años antes), estos dos grandes consorcios buscaron sustituir las terapias naturales no patentables por sustancias sintéticas patentables y lucrativas. El cuerpo humano se convirtió en un nuevo negocio, en un mercado, y comenzaron a diseñarse productos farmacéuticos para todas las dolencias hasta entonces identificadas. Los poderosos lobbies de la industria farmacéutica y de los seguros médicos fueron progresivamente llevando a los gobiernos a organizar los sistemas de salud sobre la base de la enfermedad, no de la salud. Ello, porque la prevención y la erradicación de cualquier enfermedad reduce o elimina el mercado para los fármacos y para los servicios de atención médica y hospitalización.  De hecho, la investigación científica que financia la industria farmacéutica es primordialmente dirigida a buscar cura a enfermedades o condiciones, no a comprender por qué surgen para prevenirlas.

El incremento en enfermedades como el cáncer, diabetes, enfermedades del corazón, e irregularidades de la tiroides, ampliamente documentadas hoy en la literatura médica y científica, comienza a relacionarse con la ingesta de productos genéticamente modificados, con el uso de pesticidas, así como de fertilizantes en los productos que consumimos. Pero las industrias químicas que los producen tienen muy buena relación con las farmacéuticas. Los accionistas de Monsanto, por ejemplo, el mayor fabricante de pesticidas peligrosos para la salud, no sólo controlan el suministro mundial de alimentos genéticamente modificados sino también la industria farmacéutica. La corporación hoy conocida como Pharmacia, un brazo de Monsanto, es ahora una filial de Pfizer Inc., que junto a sus subsidiarias opera el negocio de productos farmacéuticos. Entonces, el mismo conglomerado empresarial que genera alimentos dañinos a la salud produce medicamentos que nos dice son buenos remedios. ¡Negocio redondo! La realidad, todos los aquí presentes saben de sobra, es que la pobreza continúa siendo el principal problema a resolver para la protección de la salud. Las tremendas desigualdades sociales que caracterizan al mundo actual generan morbi-mortalidad por sí mismas.

Neoliberalismo y narcotráfico

Otro factor que debemos incorporar en el análisis de los impactos de la globalización está relacionado con el reciclaje de las ganancias que generan las industrias de ilícitos que también se han globalizado: el narcotráfico, la trata humana; la compra y venta de órganos humanos, entre otras. Vale recordar que para los ochenta el narcotráfico ya era un negocio sumamente lucrativo, que buscaba donde “lavar” sus ganancias, multimillonarias. Las políticas neoliberales sentaban un marco perfecto para poner en circulación esas astronómicas cifras entre fondos de inversión, bancos y un gran andamiaje de instituciones y productos financieros. Blanquear o lavar dinero generado por las industrias de ilícitos comenzó a ser un atractivo para muchos.

En las primeras etapas de la venta de drogas era frecuente que profesionales de buen nivel sirvieran de prestamistas a los pequeños empresarios que buscaban insertarse en el negocio. Préstamos personales, sin hacer preguntas, generaron intereses muy altos a los prestamistas por un riesgo de corto plazo.  Ese proceso fue escalando hasta que llegó a las instituciones financieras, sobre todo a través del sector inmobiliario, a las inversiones off-shore y a todo el andamiaje de sistema financiero mundial.  Todavía es muy incipiente la investigación que permita trazar claramente los hilos de la vinculación entre las políticas neoliberales, la creación de “offshore” y el surgimiento de grandes magnates empresariales en América Latina, pero mi sospecha es que efectivamente la hubo y la sigue habiendo, a través de ciclo de lavado de dinero.

Capitalismo neoliberal y fundamentalismo religioso

No debemos pasar por alto tampoco la creciente vinculación del fundamentalismo cristiano de extrema derecha con el capitalismo neoliberal. Desde la década del setenta en Estados Unidos comenzó un movimiento sinérgico entre estas dos fuerzas que buscaban contrarrestar el clima creado en Estados Unidos por la larga y absurda guerra de Vietnam. Para 1979 ya había coagulado un movimiento con agenda política propia, que se denominaba “moral majority” o “moral rearmament”, encabezado por los evangelistas fundamentalistas Jerry Falwell, Pat Robertson y James Robinson. En respuesta a esa iniciativa, en 1980 el Partido Republicano incorporó a su programa todas las demandas de ese grupo, que poco después abrazó con fervor místico la candidatura de Ronald Reagan y lo llevó a derrotar a Jimmy Carter en esas elecciones.  Desde entonces se difuminó la separación de iglesia y Estado en Estados Unidos y con fuertes sumas de dinero el gobierno entregó a los grupos fundamentalistas de derecha la tarea de atender a las víctimas del tráfico de drogas, buscando que los usuarios encontraran en el camino de Dios su redención individual.

Los gobiernos republicanos que siguieron, de Bush padre e hijo, siguieron apuntalando la conformación de una estrategia revitalizadora del capitalismo a través del cristianismo y usaron esta base no solo en el ámbito económico sino de sus relaciones internacionales, a través de financiar misiones evangelizadoras en países de interés especial, como es Centroamérica y otros países de la región. Con recursos gubernamentales provistos por el ex-presidente George W. Bush, las nuevas iglesias llegaron a instrumentar programas sociales y educativos, a organizar programas de banca hipotecaria y a estimular el desarrollo de negocios cristianos a lo largo y ancho de la nación.  La situación de cara a la elección presidencial de 2016 les resulta complicada con el avance de un candidato, Donald Trump, que no tiene vinculación alguna con iglesias y cuya vida es considerada inmoral por ese sector.

Recapitulando… El balance de las políticas neoliberales

Lejos de revitalizar las economías y cohesionar las sociedades, en América Latina, como en casi todos los países del mundo, esta nueva etapa de expansión del capitalismo bajo el paquete neoliberal exacerbó contradicciones de larga data. La polarización social se ha disparado en todo el mundo y se verifica una mayor concentración de la riqueza. Muchas actividades estatales – como la provisión de servicios de agua, luz, teléfonos, educación y salud – pasaron o están rápidamente pasando a manos de empresas transnacionales a través de poco transparentes procesos de privatización, que acentúan la polarización social porque el estado ha dejado se cumplir con su papel de garante del bien común.  La apertura comercial llevó en muchos países a una contracción de su capacidad productiva nacional, al enfrentar las pequeñas y medianas empresas una competencia desmedida, siendo las que históricamente generaron más de puestos de trabajo. En América Latina el paquete neoliberal recetado por Washington resultó ser peor que la década perdida de los ochenta, y el inicio del siglo 21 fue testigo de mucha inquietud en movimientos sociales y políticos que buscaban afirmar un proyecto de desarrollo endógeno, con otros parámetros basados en el bien común, la justicia social y la democracia. Lamentablemente, a pesar de ingentes esfuerzos en varios países de la región por construir otro tipo de sociedad, la lucha contra la desigualdad que ha traído aparejada la globalización bajo el signo neoliberal sigue siendo un gran desafío.

Globalización financiera jerarquizada

La generación de riqueza tiene hoy una fuerte impronta de especulación, más que de ser generada en función de inversiones productivas y de creación de empleos. Un voraz mercado financiero y políticas que, en muchos países, especialmente Estados Unidos y de Europa, privilegian las exenciones contributivas a los ricos y a sus propiedades, así como a la transmisión de riqueza por vía de la herencia, alimentando la especulación.  Seis de los diez estadounidenses más ricos hoy han heredado sus fortunas; no las han generado por vía del trabajo y la inversión.  La ganancia se captura, no se genera.

El mercado financiero internacional se ha ido constituyendo como motor y pilar del capitalismo neoliberal y, además de la especulación, la deuda es su otro puntal. Deuda privada de consumo, deuda hipotecaria, deuda de estudios universitarios, deuda pública, compra y venta de paquetes de deuda, han generado una cadena que esclaviza a las mayorías empobrecidas en la mayoría de los países del mundo.

La corrupción que permea todo el sistema financiero internacional ha sido develada por más de un alto funcionario de algunos organismos importantes. Por ejemplo, la ex Consejera Principal del Banco Mundial, Karen Hudes, expresó en una entrevista reciente que el sistema financiero mundial está dominado por un pequeño grupo corrupto, hambrientos de poder, en torno a la Reserva Federal de EEUU.  El 1% de las empresas financieras, entre las cuales están Barclays Bank, JPMorgan, Moody’s, Chase & Co, y el Grupo Goldman Sachs, controla más del 40% de los negocios mundiales y pueden llevar países enteros a la ruina a través del mercado financiero y de las calificaciones de crédito. Lo que ha sucedido en España y Grecia, así como lo que está sucediendo en Puerto Rico, muestran claramente el entramado de estrategias del mercado financiero para primero hundir a un país y luego financiar su recuperación, dejando en la quiebra a la expandida clase media y profundizando la crítica situación de los pobres. En nuestro caso, la propuesta de salida a la crisis por vía de una Junta Federal de Control Fiscal, pasa por reducción extrema del gasto público, el abaratamiento del costo laboral, así como por la adquisición a precios de liquidación de hipotecas y propiedades por parte de capitales extranjeros.

Según Hudes, la concentrada élite financiera mundial, que otro estudio de la Universidad de Zúrich estima en 660 individuos y 147 empresas transnacionales, también domina a las organizaciones que controlan las finanzas de casi todas las naciones, como lo son el Banco Mundial, el FMI y los bancos centrales. Este poder económico concentrado ha permitido crear un sistema mundial de control financiero en manos privadas, que funciona con gran secretividad, capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía del mundo en su conjunto. El punto focal de ese sistema es el Banco de Pagos Internacionales (Bank for International Settlements, BIS), ubicado en Basilea, Suiza. El BIS representa a casi todos los carteles bancarios internacionales, que controlan la política monetaria de sus naciones para su propio beneficio, según afirma el analista británico Adam LeBor. Los banqueros dueños del BIS tienen completa inmunidad y poder absoluto y han dirigido sus esfuerzos a afianzarse en la cúspide de la élite mundial multimillonaria, sin importar lo que pase al resto de la población del planeta.

El entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares (millones de millones).  Es una cantidad tan enorme de dinero que ni siquiera tenemos capacidad de imaginarla y que no hace aportaciones a los presupuestos nacionales para atender necesidades de salud, educación, vivienda.

¿Por qué conocemos tan poco de ese mundo?  ¿Por qué hay tanta secretividad mundial en torno al mercado financiero mundial y sus transacciones? ¿Por qué advenimos a alguna información sólo cuando un héroe cibernético logra penetrar archivos reservados para develar el alcance de esta ignominia? Encontraremos algunas pistas examinando lo qué ha pasado en las últimas décadas en el ámbito de los medios de comunicación. Porque en esa esfera también se ha ido dando un proceso de consolidación oligopólica de los grandes medios masivos de comunicación, lo que dificulta el ejercicio de una prensa libre en la mayoría de los países y viola el derecho humano a información veraz. Hoy, seis corporaciones mediáticas gigantes controlan más del 90% de las noticias de la televisión en Estados Unidos y Rupert Murdoch y Fox News tienen una influencia sin parangón en la formación de la opinión mundial. Esta tendencia a la concentración ya había advertida en un informe preparado para la UNESCO, en 1980. El Informe Mac Bride advirtió que “la industria de la comunicación está dominada por un número relativamente pequeño de empresas que engloban todos los aspectos de la producción y la distribución, están situados en los principales países desarrollados y sus actividades son transnacionales”. Al momento, hay un candente debate en varios países de América Latina donde algunos gobiernos, como los de Ecuador, Uruguay y Bolivia, buscan evitar la formación de grandes bloques mono u oligopólicos, que suelen funcionar en estrecha relación con la élite financiera mundial y ejercen un poder cada vez mayor sobre los procesos político-electorales nacionales.

Diferencias salariales entre oriente y occidente

El sistema capitalista que domina el mundo y su capacidad para aprovecharse de las enormes diferencias que existen entre países, entre regiones y entre personas, ha llevado a que la humanidad haya aceptado niveles de injusticia y de desigualdad que racional y éticamente no deberían ser tolerados. La globalización de la manufactura tiene como base la explotación del trabajo, sobre todo femenino, en China y países del sudeste asiático. En China más del 70% de quienes trabajan en la confección de ropa son mujeres; en Bangladesh 85% y en Camboya 90%. Largas jornadas, sin reconocimiento de derechos sociales como vacaciones, retiro, pago de horas extras, caracterizan el día a día de millones de personas que trabajan en fábricas para que los países de Occidente puedan comprar mercancías baratas. El diferencial significativo de salarios, acompañado de los cambios tecnológicos que permiten la fragmentación espacial de la producción, han sido clave para el crecimiento y la consolidación de grandes empresas y expansión del radio de acción de las transnacionales en las últimas décadas.

El Informe mundial sobre salarios 2012/2013 publicado por la OIT señala que mientras un trabajador del sector manufacturero de Estados Unidos ganaba $23.30 la hora, uno de Brasil ganaba $5.40 y uno de Filipinas $1.40. Mientras persistan esas diferencias, el empleo en los países de Occidente seguirá reduciéndose, como también los salarios, y seguiremos siendo aturdidos por dos cuestiones: asumir cada vez más costos por trabajar – pagamos el traslado al lugar de empleo, las cargas sociales que no se pagan por la llamada flexibilidad laboral, el seguro de salud, los adiestramientos para estar al día, y un largo etcétera que hacen pensar que efectivamente estamos pagando por trabajar.  En segundo lugar, mientras persista ese inmenso diferencial salarial entre Oriente y Occidente, seguiremos presos de todas las campañas que nos inducen al “empresarismo, emprendedurismo, la innovación, la gerencia eficaz y eficiente, la rentabilidad, la autogestión,” cuestiones todas relacionadas con sacarle más a cada trabajador, mientras los salarios reales se reducen. Por ende, las luchas sociales por la equidad salarial tienen que ser globales.

Para finalizar….

Estamos viviendo tiempos complejos, llenos de posibilidades para el desarrollo de sociedades que aseguren una vida digna a sus poblaciones, pero también llenos de incertidumbre frente a la consolidación de poderes económicos tan fenomenales que son hoy quienes dictan las pautas a los poderes políticos. El afán de lucro y de rentabilidad en el mercado global incidido y hecho peligrosa la convivencia entre países y al interior de los países. También ha impedido lograr cierto nivel de justicia social para el 99% de la población mundial. Y tan grave como ello, ha desprestigiado la democracia como forma política de gobernar en el mundo y generado frustración y sentido de impotencia para cambiar hacia estrategias más humanas, equilibradas y coherentes con el logro del bien común. Todo ello repercute directamente sobre la salud de las personas porque el contexto que se vive en buena medida la define.

Mientras cada día la ciencia afirma más la importancia de las emociones para la salud general de las personas, las estrategias económicas que definen la globalización neoliberal, que sigue en profundizándose, son altamente tóxicas y dañinas para la salud física y mental de la inmensa mayoría de la población mundial. El individualismo, la incertidumbre y la vulnerabilidad que son paradigmáticos de esta era están generando niveles de estrés altamente tóxico, problemas graves de salud mental, incremento en suicidios y colectivos de personas abatidas por la soledad, la desesperanza y falta de redes sociales de apoyo.

Por ello, en Puerto Rico y en toda la región de América Latina y el Caribe tenemos que hacer una mudanza conceptual hacia el paradigma de Desarrollo Humano Sostenible (DHS).

El DHS no es una ruta trazada en piedra, inamovible e idéntica para todas las sociedades. Es una construcción social, dinámica, cambiante, justamente porque se centra en las personas y la diversidad es lo que caracteriza a la humanidad. Pero hay unos principios, unas visiones, que pueden servir de marco de orientación a las políticas públicas para asegurar que la sociedad en su conjunto comparta los frutos del esfuerzo individual y colectivo. Esta concepción tiene un enfoque integral; es decir, no se trata sólo del aspecto económico, sino que incluye todos los aspectos que inciden en que las personas tengan bienestar y tranquilidad. La propuesta de desarrollo humano afirma la necesidad de que el medioambiente y todos los recursos naturales se usen con prudencia y sentido de responsabilidad para que no se agoten y puedan ser utilizados por las futuras generaciones.

Desde esta visión, tenemos que construir un terreno de oportunidades para que cada ser humano pueda desarrollar sus capacidades y talentos; para que pueda aprender a aprender, aprender a ser y aprender a hacer. Tenemos que crear condiciones para que todas las personas puedan gozar de buena salud y de integridad física; que puedan participar en todas las instancias de decisiones que afecten sus vidas. Que se les reconozca y puedan ejercer sus derechos fundamentales en un marco de dignidad inviolable. Será preciso erradicar la especulación como valor; la ética del todo se vale, el consumismo, la exclusión social y la discriminación étnica-social. Habrá que desbaratar mercados, desde el financiero hasta los de ilícitos como la droga y la trata humana. Tendremos que ser firmes defensores de la paz mundial para poder vivir en paz personal. Y todo ello se puede lograr, porque tenemos una fuerte base, que es nuestra propia gente.

Insisto en que no hay una receta única para la ruta a trazar y que podemos dibujarla con el insumo de todos y todas. Hemos identificado en este esquema varios puntos de entrada para estimular el desarrollo sostenible, que pueden ser asumidos desde distintos sectores y actores de la sociedad.  Lo importante es abrir un diálogo que nos permita actuar integralmente a fin de conseguir la sinergia necesaria para poner en marcha el cambio virtuoso. Otros países, como los escandinavos, lo han logrado; no serán perfectos – porque ello no existe- más se acercan a lo que juntos podemos soñar. Estamos tarde, pero no perdidos del todo. En Puerto Rico tenemos extraordinarios ríos subterráneos de creatividad, bondad, solidaridad y capacidades

en todos los órdenes de la vida que pueden mover la rueda del cambio. Pero para ello hay que quebrar la inercia que nos ha tenido detenidos y agobiados. Si no lo hacemos, ponemos peligro a las generaciones futuras; avanzará la reproducción de la pobreza y seremos cada vez una sociedad más pobre y más insalubre; destruiremos nuestro medioambiente y la desigualdad hará la convivencia imposible. Comenzar supone que cada persona asuma el desafío de dialogar, educar y convencer a otros de que este cambio es imperioso, sólo un gran movimiento podrá enfrentar la vorágine del capitalismo neoliberal.

La salud, como ustedes bien saben, no se define por la falta de enfermedad, sino por el equilibrio de mente, cuerpo, espíritu y medioambiente. Nuestra sociedad está intoxicada con la avasalladora cultura materialista, que se ha convertido en una ideología con su propio sistema de valores – o de antivalores- donde la posesión de bienes materiales es más importante que la conexión humana, el amor, el cuidado de otros y la solidaridad. Para poner en marcha el desarrollo humano sostenible es preciso afirmar los valores que dan sentido al colectivo, al bien común, así como cultivar una interacción virtuosa con el medioambiente.

Sólo entonces tendremos una sociedad saludable y las futuras Conferencias de Salud Pública serán para celebrar y profundizar los cambios.