Reparaciones y economía solidaria

Economia Solidaria

En cualquier economía y relación humana el tema de las reparaciones debe ser central, estar siempre latente. Desde el lado más superficial podríamos argüir que cuando un objeto se daña o deja de funcionar se tienen dos opciones principales: o lo boto y compro uno nuevo, o lo reparo. Desde llevar los zapatos al zapatero y el carro al mecánico, la camisa y chaqueta al sastre, o el libro al reparador de libros (¿Existen reparadores de libros por ahí?), reparar significa continuar dándole valor a un objeto que, de otra forma sería convertido en desperdicio. Así, una mercancia ‘termina’ su ciclo de existencia económica para convertirse en basura – lo cual a su vez es motivo de riqueza para los mercaderes de la basura, pero eso es otro tema.

Sin embargo, si bien la anterior es una reparación que ayuda a disminuir el consumo de objetos, hay otras reparaciones que se refieren a relaciones humanas y no a los remiendos de un pantalón. Son éstas las que deben ser mayor centro de discusión en el Caribe. Una de las reparaciones más mentadas son las reparaciones de los descendientes de esclavistas a los descendientes de esclavos. Herederos del lugar social donde nacieron, los hijos de cada ‘bando’ arrastran los frutos y penas del pasado en todas sus experiencias: desde el cuerpo, hasta el lenguaje y la red de contactos e instituciones que permiten, o no, desarrollarse en la vida. Así, para algunos, la posibilidad de una transformación más justa de la economía y de todo el universo social pasa por las reparaciones que, si bien no borran el daño hecho, sí ayudan a transformarlo, pues la desigualdad social disminuiría.

¿Ahora bien, en qué radicarían las reparaciones? El mero desembolso de dinero, sin más, no puede ser lo único que implique las mismas. Tiene que haber una mayor estructuración de dicho proceso, para que, además de recibir dinero, aquellos que claramente han sido beneficiados por siempre a través de herencias multimillonarias y el racismo institucionalizado, no solo paguen ‘impuestos reparativos’ sino que se desarrolle toda una infraestructura para la economía solidaria. Aquí un paradigma ecológico-social(ista), donde el decrecimiento y la redistribución sean central sería fundamental. De esta manera las riquezas se nivelan no para ‘crecer’ en la concentración del capital individual o de un grupo sino para parir nuevas convivencias donde las relaciones de dominio históricas no se reproduzcan en cada instancia de nuestra cotidianidad.

Reparaciones entonces, no para seguir alimentando el Capital y su lógica mercantil y racista, producto de una larga historia de colonización y dominio, sino para una distribución de las riquezas informada por las emancipaciones necesarias y las memorias de dolor que aún laten en cada transacción de poder. De algún modo se trata de redefinir lo que significa ‘la deuda’, en el universo económico. Si se mira desde el lugar de los esclavizados y los oprimidos, no serían entonces los territorios y grupos más empobrecidos los que más adeudarían sino, precisamente, aquellos que siempre, o casi siempre – que no es lo mismo pero es igual – se han beneficiado directamente de la miseria de los primeros. Así la ‘deuda externa’ se eliminaría para hablar de deudas históricas que, junto a las ‘memorias históricas’, ayudarían al proceso de sanación que abona la reparación social. Los pagos de las deudas se invertirían entonces para nuevas economías solidarias basadas en el decrecimiento y la producción de lo común. De ahí vendrían recursos importantes para la soberanía alimentaria, entre otras exigencias del buen vivir.