Hay obsesión
del sereno de los muelles lejanos
noche dibujada en los labios de
estrellas enolquecidas.
Salgo con arco y flecha de la concavidad brumosa
A cazar con anzuelo de ojos
La palabra rugiente que gira en su pincel dorado.
No respiro, aglutino mi sangre, la contengo.
Me agacho, tenso mis oídos.
Mi mano es la flecha simple.
Apunto al índigo sereno
desde la altura de un doceavo.
Llueven palabras de ciudad hiriente
en la ventolera, la boca de tu noche.
Llegan las sentidas del azul y el amarillo fuego.
Y las tomo, las esquilo, las seco,
las divido para ambos
en una mesa sin tiempo.
Con avidez punzante, acalambrada
Enciendo la hoguera de tu oreja perdida.
Hoy ceno luz y sin especias,
mi brasa de palabras para Vincent,
la memoria de un suicida.