Hice un ejercicio de reflexión. Me reuní con tres críticos literarios, Francisco Cabanillas, Carmen Centeno y Ché Meléndes, y evalué como ellos ven su arte de criticar un texto. Los analicé y pensé como los mismos influencia mi cultura de valores.
Entro en mi cultura fijado en mí forma de resolver. No miro hacia atrás produzco mi mirada a exponerme del todo y todo lo tanto. En vida debemos ver desde adentro y hacia afuera, fijo mi mirada estableciendo el panorama. Me envuelvo en el mundo que veo, siento, y lo relato en mi hasta producir recuerdos di mi vida para montar mi respuesta. Pienso en Cabanillas, Centeno y Meléndes.
Miro lo que usualmente no se queda plasmado en la pared en esta isla urbano/rural, observo y deduzco que puede ser lo establecido y que puede ser lo que lo rompe. Me hago un rompe cabezas para encontrar la pieza que me falta.
El canon lo establecido, para romper su estándar cada cuál, el que lo hace es revolucionario. El innovador es un luchador de su propia ideología. Una contradicción de cualquiera sea su época, lo cuestiona todo. Me armo de mi razón y voluntad cuales con mi fe llegaré a tener la rigurosidad que convierte al luchador en héroe urbano. Me siento arrodillado ante la verdad que llena los vacíos de la incertidumbre.
Me avergüenzo de no tener más resiliencia, pero las lágrimas que uno llora les dan la espalda a las caídas y la risa empodera el grito de resistencia. Por una lucha, mi lucha, es que decido tomar las decisiones que más me presionen y así demostrar como yo resisto lo tiempos. Dedico mi tiempo libre a reorganizarme y continuar leyendo. Escribo para no olvidar los pasos que crucé de la experiencia. Vivo como mero reflejo de mi condición.
Y sigo practicando para alcanzar la meta de mis experiencias, para cultivar en los hoyos de mis indicios, de lo travieso en mí, un suspiro lleno de ardor y contemplación. Pienso. Vivo. Escribo.