Cuentos de la Refinería

Crítica literaria
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Cuentos de vivencias que toman de perspectiva la realidad de los problemas y situaciones que ocurren de lo usual diariamente en las refinerías de Puerto Rico. Silvio Echevarría, el autor, saca a luz estos problemas reales de los cuales las personas y sus familias han sufrido y hasta han muertos, en como dice el licenciado José Enrique Ayoroa en el prólogo es un sulfúrico infierno. Silvio los pone en escrito a manera de cuentos cortos.

Él es testigo de primera mano habiendo trabajado en refinería y como recopilador de estas vivencias da perspectiva y conciencia para una mejoría para los trabajadores en estos campos laborales. Las vivencias van desde lo cómico a lo serio en cuestión de nada, con vivencias de una subida de puesto dejándolo solo al jefe con la esposa, una pelea entre obreros que de feo a puños de un lo dejo pasar por cosa de hombres del jefe a las muertes del tanque 1013 y un nene a penas de muertes por falta de alimento y medicina. Por otra parte, nos provoca la pena y la compasión por ejemplo no solo las muertes, si no con la vivencia de un hombre que quedo cicatrizado y sexualmente invalido por quemaduras en su cara y en la ingle. No sólo presenta realidades fuertes al sentir si no agradables al parecer. Todo desde puntos de vista de una realidad, siendo vivencias que son de verdaderas y no alteradas haciéndolas ficticias, recuentos de algo que sí ocurrió y ocurren, realidades que chocan, pero para fin que no hacen reflexionar y tomar acción.

Silvio Echevarría Rodríguez nace el 5 de marzo de 1948 en el barrio Tallaboa Saliente sector Seboruco en Peñuelas. Sus padres Silvio Echevarría Caquías y Rosa A. Rodríguez Castro se dedicaban respectivamente, él a la caña y la refinería, y ella a la crianza de sus siete hijos y sus tareas domésticas. Silvio se educó en lo grados primarios en la Segunda Unidad Jorge Lucas Pérez Valdivieso de Tallaboa Encarnación, y su escuela superior en la Webster y la Adolfo Grana Rivera. Silvio trabajó en la etapa de construcciones de alguna de las industrias petroquímicas de Tallaboa, hasta que empezó a trabajar durante veinte años en la refinería y en la Unión Carbide Caribe.

En la Unión se desempaña como vicepresidente de la Unión de Trabajadores Petroquímicos. Por años fue miembro del Centro Cultural Ángel Pacheco Alvarado y uno de los artífices de la Fiesta Nacional del Güiro, además de ser miembro fundador de las revistas Guazábara y El Cerrote, y de los periódicos El Coquí y La voz del obrero, en el cual en este último fue director. Es autor de trece obras literarias, de un opúsculo y de un almanaque que revela datos importantes de la historia de Peñuelas y de muchas de sus personalidades más ilustres.