El gas en fila pero no quema y organiza resistencia/s

Crítica literaria
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altaltaltLa vida de los puertorriqueños del siglo XXI estará marcada por el impacto del huracán María. Las emociones generadas por la furia de los vientos huracanados, la destrucción de la infraestructura, la desolación de la naturaleza caribeña y la inoperancia gubernamental han dado nacimiento a nuevos paradigmas que forzarán una definición de la sociedad puertorriqueña. Los escritores han sentido la urgencia de plasmar sus vivencias dando nacimiento a una nueva vertiente literaria en el país, la literatura post María.

Ícono de esta nueva literatura es el ensayo, El gas en fila, de Daniel Nina con una excelente fotografía documental de Neysa Jordán. La obra fue publicada por Pasillo del Sur Editores.

Las 24 secciones que integran el libro ensayístico recogen uno de los momentos más impactantes de la crisis post huracán, cuando el temor a la escasez se apoderó de los puertorriqueños que hicieron largas filas para abastecerse de todo, desde lo más insignificante hasta lo indispensable. Estas largas colas quedarán grabadas en el imaginario popular por muchas décadas.

Daniel hizo algo, que tal vez a nadie más se le hubiese ocurrido, le prestó atención a las conversaciones de los ciudadanos mientras esperaban pacientes por su turno para comprar alimentos, combustible, la bolsa de hielo, el pan, sacar dinero de un cajero automático… “A la fila nadie le puso la atención debida, más allá de la lógica del dolor, sufrimiento y sacrificio. Pero la fila fue mucho más que eso. Hoy lo sabemos”. (Pág. 23).

Nina validó al individuo, al ser humano. Rescató la humanidad misma de una sociedad a la deriva y comprendió que en esas charlas fortuitas se encontraban la respuesta de un pueblo que se negaba a ser derrotado por la naturaleza. Más aún, descubrió un pueblo que no necesitó de un gobierno inoperante porque sabe cómo sobreponerse a la hecatombe.

“Lo más importante de la crisis que hemos pasado en Puerto Rico es que apenas a más de un mes de la misma, el sentimiento nacional que se ha impuesto es que esta situación la resuelve, solo y exclusivamente, la voluntad individual o colectiva de la gente. El pueblo es el único capaz de resolver la presente situación”, afirma Nina. (Pág. 17).

Luego de este pensamiento contundente que reafirma la autosuficiencia del puertorriqueño y su concienciación nacional, Nina explica que el título de la obra se inspira en el refrán popular “el gas pela y la gasolina arde”.

“Todo comenzó con la fila para comprar gasolina”, sentencia Nina. La fila se convirtió en un ritual en el que participamos la gran mayoría de los boricuas, con excepción de algunos jaibas (listos) que nunca pierden la oportunidad de salirse con la suya.

Las filas nacieron, expone al autor, como resultado de una crisis “real o ficticia” creada por el gobierno o por el capital. (Pág. 19). El fenómeno de las filas no se veía en el país desde 1973 cuando la crisis del petróleo bajo la gobernanza de Rafael Hernández Colón.

“En la fila aprendimos a vivir. Pero contrario a todo término, aprendimos a luchar por nuestro bienestar, no de forma egoísta, sino más solidaria”. (Pág. 21).

Nina glorifica la fila. Atesta que en ella se gestó un encuentro del pueblo consigo mismo que puede dar nacimiento a una conspiración porque en ella “volvimos a ser gente”. (Pág. 21). Este descubrimiento en medio de la oscuridad en que nos sumió el colapso del sistema energético y el aislamiento tras la caída de los sistemas de comunicaciones nos llevó a conocer quiénes somos y el potencial que cada uno lleva en sí. Las filas se convirtieron en centros de información que nos han servido para descubrirnos y reinventarnos.

En la fila nadie era mejor que el otro. La cola nos igualó a todos. El autor nos trasladó a aquel instante en 1952 cuando los puertorriqueños se sintieron ciudadanos iguales. Al fin habíamos logrado una Carta Magna, pero o desilusión, todo fue una gran falacia, Para internalizar las consecuencias de esa mentira, Nina explica el concepto de ciudadanía y la manipulación consumista que la esclaviza. Critica la actitud de la metrópoli. Condena al turisteo de los políticos estadounidenses que prometieron mucho para no dar nada porque “no somos algo llamado “ciudadano pleno”. (Pág. 27).

Insiste el afamado abogado y periodista que “la fila nos permitió también pensarnos como gente, como pueblo, como nación”. (Pág. 27).

La explosión identitaria que hubo a raíz del huracán nació en la fila. En las filas, afirma Nina “surgió un país paralelo. Un país no regulado ni administrado por Washington, ni por el gobierno central de la Isla, ni por las alcaldías. Surgió un accionar de pueblo, que por primera vez se distanció del estado en sus lógicas impuestas por la ocasión”. {Pág. 29).

Nina condena el toque de queda. Expone que su razón de ser no fue otra que evitar el cuestionamiento sobre los muertos, los heridos, los fondos públicos. Fue una metida para amedrentar al ciudadano, no para impedir los saqueos. El gobierno sintió temor de la gente, de sus juicios y dictámenes. (Pág. 31). Nina enjuicia el uso de policías y militares con armas largas. Lo cataloga como una medida para evitar la organización comunitaria, una restricción al derecho a pensar y exponer cuestionamientos. (Pág. 33).

Analiza la migración y estipula que la “gente se iba como una afirmación de su voluntad soberana para terminar con el país. No lo olvidaban, pero era una urgencia de irse y lograr reencaminar su vida con otro destino”. (Pág. 41). Asegura que fue el miedo a un futuro incierto lo que realmente motivo la estampida humana que abandonó la Isla en las primeras semanas luego del huracán. Destaca que “no hubo un apego obsesivo” al país “que adoramos, siempre y en cuanto, tenga todos los servicios en operación. Lugar del cual podemos desprendernos cuando algo falla”.

El ensayo abunda sobre los temas del momento histórico: las plagas, los muertos, las antenas, las comunicaciones. Destaca la tertulia, el redescubrimiento de la gente, “conversar entre nosotros, los que ene se momento éramos desconocidos, se tornó en el proyecto social, y de paso político, más importante en mucho tiempo. Todos nos logramos comunicar”. (Pág. 51).

En un país amante de la comida, en las filas no podía faltar el tema de la comida y mucho menos las comelatas y bebelatas luego del tiempo pasado en espera de comprar el objeto deseado o necesitado.

“Hicimos la fila…Pero también hicimos algo nuevo, olvidado, pero de un profundo arraigo cultural, comenzamos a cocinar de forma solidaria, mancomunada y comunitaria. La comida nos unió”. (Pág.55).

Puerto Rico no tiene que levantarse porque siempre ha estado de pie asevera Nina. Congratula al pueblo por ignorar al presidente Trump y a los gobernantes de turno que con su servilismo perdieron el control del país. “El pueblo se concentró en sus propios esfuerzos. En continuar trazando redes de solidaridad como forma de sobrevivir”. (Pág. 59).

Nina logra en su obra crear conciencia de que en la fila se inició la construcción de un proyecto de país. En las filas la gente inicio el empoderamiento de la conciencia nacional. El empoderamiento nació en la fila como la dignidad del Pueblo afloró con los camioneros que izaron en sus camiones la Monoestrellada. El gesto fue un repudió a los empresarios que mendigaron dadivas gubernamentales para mercadear sus productos. “A partir de ello afloró un sentimiento de repudio y despecho al que solo pedía para mitigar su insuficiencia empresarial… Es está la razón que los llevó a todos a poner en su vehículos una bandera de la Monoestrellada”. (Pág. 63).

El autor no olvida el papel de la diáspora en este evento histórico. Reconoce las diferencias que separaban a las dos comunidades, la local y la residente fuera del país. Enfatiza el cambio que se dio cuando la segunda “asumió una voluntad y un rol protagónico, que por primera vez, y sin contradicciones aparentes, se enlazó con la comunidad boricua residente en la Isla”. (Pág. 67).

Hacemos eco del testimonio de Nina cuando afirma en la misma sección que “El huracán María les permitió a ambas comunidades de las nación boricua, por primera vez entrelazarse en solidaridad común”.

La resiliencia del puertorriqueño, esa fuerza que lo impulsa a sobrevivir tiene su sección propia. Destaca Nina como los puertorriqueños buscaron soluciones mientras que los gobiernos estatal y federal, y hasta la empresa privada, se sumieron en la ineficiencia. “Por primera vez, el pueblo, de forma silente, provocó una respuesta real a una crisis real”. (Pág. 75).

Nina es un romántico soñador que nos conduce en su obra a evaluar la otra cara de la moneda. Nos aleja de la desesperanza y la tragedia para descubrir una realidad oculta tras la mediocridad de gobernantes incompetentes y un pueblo decidido a salvaguardar a la Patria. El ensayo, de fácil lectura, es un planteamiento filosófico que sirve de base para iniciar un dialogo entre los diferentes sectores que una vez estuvieron en fila. Es un manifiesto político que exige diseñar e implementar un proyecto de país libre de la injerencia gubernamental.

El autor nos lleva a conocer un pueblo que está listo para tomar control de su destino.

La fotografía es en sí misma un testimonio de los momentos experimentados en ese primer mes tras el azote de María. Cada foto es una historia personal. La sensibilidad artística de Jordán nos atrapa y seduce.

Te invito a leer El gas en fila. Despojémonos de falsos planteamientos coloniales y conozcamos la verdadera esencia de la puertorriqueñidad.