Del restaurante al bar: o de Palés Matos a Nicolás Guillén

Crítica literaria
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alt¿Por qué ahora la palabra Kalahari?

Luis Palés Matos

Café, dices, como quien dice droga.

Rafael Acevedo

… recibo el pan de cada día con la boca cerrada…

Rita Indiana

… de repente el poema es

como un bar…

Frank Báez

I. Preámbulo

Entre lecturas; dos novelas leídas a la misma vez. Vértigo narrativo; poético, demasiado poético. Por un lado, La mucama de Omicunlé (2015): “se sentaron en sillas de plástico bajo un paragüitas de colores y ordenaron tostones y longaniza.” Por el otro, Exquisito cadáver (2001): “la cocina parece una fábrica.”

La narrativa caribeña contemporánea “cienciaficciona” —tributo a Yván Silén: “Cienciaficciono todo el universo…” — .

Desde el entorno dominicano de La mucama de Omicunlé, “traía a Etelvina una funda de pan sobao recién hecho y un tetrapak de leche,” la novela de Rita Indiana, “Argenis tenía un hambre loca y le metía el diente a la tortilla española y al pan con ajo,” cuece su prosa poética y política bajo el fogón de la ciencia ficción: “Willito la puso a cocinar lo que pescaba en un chinchorro en la playa.”

Desde el entorno puertorriqueño de Exquisito cadáver, “¿Por qué ahora la palabra cebollín?,” la novela de Rafael Acevedo, “escribir sobre cocina es la gran ficción,” lleva la ciencia ficción al límite culinario de la antropofagia: “En ese proceso de repensar no pude dejar de pensar en Ella. La hubiese preparado de una forma similar… Con ella haría un plato sabroso… La hubiese mirado desde la cocina y cuando comenzara a hervir, bajaría el fuego.”

Desde otra novela puertorriqueña, La muerte de mamá (2004), el hijo-poeta se come a la madre muerta.

¿Se estremece el almuerzo lezamiano de Paradiso (1966)?

II. Entre poemas

Del restaurante de Luis Palés Matos en “Menú” (1942), “Mi restorán abierto en el camino / para ti, trashumante peregrino,” a “Bares” (1958) de Nicolás Guillén: “Amo los bares y las tabernas junto al mar.”

La poesía come y bebe.

Periplo literario; de Puerto Rico a Cuba. El ensayo se hace martiano: “Ebrio él de gozo / De gozo yo ebrio” (José Martí, 1882).

III. Multiplicación

El trashumante peregrino de Palés, de “inocua legumbre puritana,” de “propensión vegetariana” y de “instinto pacifista,” se cruza con el “Juan Nadie,” “Juan Bronco,” “Juan Navaja,” “Juan Narices” y “Juan Simple” de Guillén: “simplemente Juan.”

Se miran frente a un espejo sarduyano que distorsiona el artificio.

IV. Fraternidad

La “amistad de pueblo, sin retórica,” abundante en los bares que le gustan a Guillén, “Amo los bares y tabernas / junto al mar, / donde la gente charla y bebe, / sólo por beber y charlar,” se intensifica en el restaurante de Palés Matos, rico en intersubjetividad antillana: “Arrímate a la mesa, pasajero, come hasta hartar y séante propicios / los dioses de la Uva y del Puchero.”

¿Comida y bebida gratis?

La fonda de Palés, ¿que visitó Edgardo Rodríguez Juliá en Elogio de la fonda (2001)?, pone su lenguaje sobre la mesa: “comida limpia y varia / sin truco de especiosa culinaria.” Los bares de Guillén reafirman su patada: “Allí la blanca ola / bate de la amistad.”

V. ¡Alucinante!

La ola de los bares de Guillén se transforma en “una ola de ¡hola! y ¿cómo estás?”

Palés prepara “setas de nubes remojadas… / grandes setas cargadas / con vitamina eléctrica de rayo, / que dan a quien su tónico acumula / la elemental potencia de la mula.”

Patada.

Brote sinestésico.

La amistad de pueblo que se destila en los bares de Guillén se transforma en olor a caribeñidad: “huele a pescado, / a mangle, a ron, a sal.” El restaurante de Palés transforma el paisaje en fantasía culinaria: “rabo de costa en caldo de mar vivo, / con pimienta de luz y miel de ananas.”

Guillén se multiplica en goce fraternal (¿martiano?): “Búscame, hermano y me hallarás / (en La Habana, en Oporto, en Jacmel, en Shangai).” Palés se afinca a la olla: “Si a lo francés prefieres lo criollo, / y tu sapiencia, con loable intento, / pírrase por ajiaco y ajopollo…”

VI. Friendo y bebiendo

Plato estelar de “Menú”: “Sopa de Martinica, caldo fiero / que el volcán Mont Pelée cuece y engorada.” Epifanía martiana de Guillén: “Búscame, mi hermano, y me hallarás… / con la sencilla gente / que sólo por beber y charlar / puebla los bares y tabernas / junto al mar.”

Palés —después de María (20 de septiembre de 2017) en Puerto Rico— juega con fuego: “los huracanas soplan el brasero.”

Rafael Rodríguez Cruz se encarga del poeta (lo pone en su sitio): “Después del tambor, el huracán del trópico es la figura lírica más importante de la poesía antillana de Luis Palés Matos” (2017).

Nicolás Guillén llega a “Bares” desde otro poema (“Arte Poética”): “Mi vaso apuré de vino. / Sólo me queda el cristal” (1958).

VII. Fugas

Desde Exquisito cadáver, “Entre el humo del bar y las palabras repetidas, lo único que está claro es el olvido” (176), la novela puertorriqueña gravita hacia los bares de Guillén.

Desde La mucama de Ominculé, la imantación dominicana los homoerotiza: “La barra, a dos cuadras de la playa, estaba repleta de turistas mayores de sesenta años y jóvenes mulatos del patio, sentados en mesitas de playwood bebiendo Brugal con Coca-Cola y muy atentos al animador que en la pequeña tarima de concreto saludaba al público con una camiseta de licra, bajo la cual sus exagerados músculos parecían embutidos fosforescentes.”

VIII. Cruces

El fogón de Palés estalla de fruición gastropoética: “palmeras al ciclón de las Antillas, / cañaveral horneado a fuego lento, / souflé de platanales sobre el viento, / piñón de flamboyanes en su tinta.”

Banquete; que incluye el postre de ”El Chef Rubén [Darío], cuyos soberbios flanes / delicia son de líricos gurmanes.”

Del restaurante, “toma esta caldo calalú maravilloso,” al bar, “Donde Juan Nadie llega y pide / su trago elemental.”

De la poesía a la poesía.

En otro poema de Tuntún de pasa y grifería (1994), Palés, metido en uno de los bares que le gustan a Guillén, se confiesa: “Anoche estuve de francachela con los amigos… / Recuerdo que alguien dijo –Camella, un trago, / un trago” (1957). Guillén, “con un jarro de vino / y un trozo de pan,” convida a Palés desde otro poema, también incluido en La paloma de vuelo popular (1958): “Llenad la copa del amor, vacía. / Mezclad, mezclemos risas y alcoholes, / sangres, suspiros, huesos / corazones y besos, / relámpagos y soles.”

“Ebrio él de gozo,” como decía José Martí, lo que no podía dejar de acontecer, sucede: Guillén encara a Palés, en “Canción puertorriqueña,” como si fuera una conversación llevada a cabo después del huracán María del 20 de septiembre de 2017: “¿Cómo estás Puerto Rico, / tú de socio asociado en sociedad?… / del brazo… del Tío Sam” (1958).

Guiño de ojo; Palés le contesta desde “Preludio en boricua” (1958):

¿Y Puerto Rico? Mi isla ardiente,

para ti todo ha terminado.

En el yermo de un continente,

Puerto Rico, lúgubremente,

bala como un cabro estofado.

IX. Comensalidad

Del restaurante sale una bola de humo con olor a poesía: “yema de sol batida en mayonesa.” En Sofrito (2005), la pintura de Nick Quijano prepara el subtexto para el guiso palesiano: “sopón de embrujado condimiento.”

Desde una de las mesas de comedor, con platos vacíos, pintadas por Arnaldo Roche Rabell, Palés encara a Guillén: “Tengo, para los gustos ultrafinos, / platos que son la gloria de la mesa.” Guillén reitera su antillanía organoléptica: “huele a pescado, / a mangle, a ron, a sal / y a camisa sudada puesta a secar al sol.”

¡Buen provecho!, dice Palés; ¡salud!, dice Guillén…