Puerto Rico y los huracanes: Una reflexión histórica

Crítica literaria
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alt[Nota del autor: Ponencia presentada en la presentación del libro Historia de los ciclones y huracanes tropicales en Puerto Rico, 2da ed., de Luis Caldera Ortiz]

Cuando trabajamos la historia de un pueblo existen factores que son determinantes en la formación de este. Entre ellos están los relacionados con su ubicación geográfica. En el caso de Puerto Rico, una isla tropical, la misma está propensa a uno de los fenómenos climatológicos más destructivos que conoce el ser humano: los huracanes o ciclones.

En estos momentos, los puertorriqueños acabamos de pasar por dos fenómenos que nos afectaron en un periodo de quince días: los huracanes Irma y María. El segundo fue de tal magnitud que la isla quedó en un estado catastróficas no sentido anteriormente por la presente generación y aun hoy, a más de cuatro meses de los sucesos, una considerable parte de la población aún carece de energía eléctrica y tiene que realizar malabares para poder mantener un balance en su diario vivir bajo circunstancias que hasta el momento no se habían tenido.

Con mucho pesar y como historiador tengo que admitir que nuestra consciencia histórica es una muy limitada. Entiendo que el conocimiento de la historia nos lleva a desarrollar una idiosincrasia que nos prepara para afrontar fenómenos a los que estamos propensos. Cada experiencia histórica debe quedar plasmada en el consciente colectivo de un pueblo o una comunidad, a la vez que es transmitida para que la experiencia de ella sea utilizada en nuestro bienestar. Pero en nuestro caso, esto es limitado. Fueron muchos los que desearon el que pasara el huracán, querían vivir o sentir el fenómeno sin imaginar las consecuencias del mismo. Hoy son muchos los que se arrepienten de haber tenido estos deseos. No obstante, ya tenemos otra realidad y una nueva oportunidad para conocernos como pueblo y prepararnos para afrontar situaciones de esta índole.

A continuación, veremos algunas descripciones históricas sobre huracanes que nos han afectado:

En la noche del 4 de octubre de 1526 empezó en esta Isla una tormenta, de viento y agua, que llaman huracán, duró 24 horas y derribo la mayor parte de la ciudad, incluyendo la iglesia, hizo tanto daño en las haciendas del campo que muchos ricos han empobrecidos (Abbad y Lasierra, Edición de José Julián Acosta).

El 28 de julio de 1530 se da un fenómeno atmosférico que presentó los siguientes daños: Se cayó la pared del hospital de la ciudad de Puerto Rico, junto a 53 bohíos de los 55 que había, se hundieron tres barcos que estaban en el puerto, los vecinos pensaban en despoblar la isla sino les suspendían la deuda de estos con la Corona, los daños estimados eran de 100,000 pesos de oro. La solicitud del gobernador al Consejo de Indias fue que no se cobrara la deuda por seis años para que la isla se recupera (AGI, Patronato 175, Ramo 8).

El 12 de septiembre de 1559 vino una tormenta que se llevó cuanto en el campo había, no quedo para comer y se padecía mucha necesidad; y esto les ha quitado la esperanza a los pobladores (AGI, SD, 155, R.5. N.22.).

Sucedió que el 12 de septiembre de 1615 vino una gran tormenta que duró 24 horas, en las cuales no dejó casa de piedra que no la abriese y volase toda la teja, y las de tabla, derribo muchas, y de paja, no dejo ninguna. Y en los campos hizo grandes daños, asolando ingenios y cañaverales y el azúcar que en ellos había. Las crecientes ahogaron a muchos caballos y bueyes, también a algunos esclavos y personas blancas. Y las estancias y labranzas de jengibre, cazabe y platanales, que es el caudal y sustento de la tierra, asolado y perdido con la dicha tormenta. Y además de esto, los hatos de vacas y ganado de cerda, que es el sustento principal de esta isla, destruidos, de manera que no se puede recoger una vaca ni traerla a esta república, y con los montes que cayeron en toda la isla, los caminos cerrados, que no se puede caminar por ellos ni traer mantenimiento a esta ciudad y presidio (A.G.I., S.D., 165).

El huracán del 7 y 8 de octubre de 1766 dejó arruinados a los pueblos de Cangrejos, Río Piedras, Loíza, Fajardo, Caguas, Las Piedras y Guayama; todas las cosechas de arroces, maizales y yuca fueron destruidas, al igual que las casas y los bohíos de los vecinos del campo; no quedaron en pie frutales, cocos ni plátanos; los caminos se pusieron intransitables; muchos buques se perdieron, y los pocos que se escaparon de la tormenta los empleó el gobierno en solicitud de víveres y otros auxilios. Fue sin la menor duda uno de los más terribles huracanes que haya experimentado la isla. A este mal tiempo siguió otro que es muy común después de las tormentas. Una plaga extraordinaria de gusanos no solo destruyó las semillas, sino que se apoderó del ganado y causó en él pérdidas y atraso de mucho valor; por consiguiente, fue muy notable la escasez de casabe (Córdova, 1833)

Sobre los huracanes de 1814 se dice que en Maunado se arruinó la cosecha de plátanos, sin dañar arroces y maizales. Casi lo mismo se sabe de Fajardo, Humacao, y de otros pueblos de aquella parte de la isla. En donde ocasiono más estragos parece haber sido en San German y Yauco. En San German quedaron arrasados los platanales, padecieron mucho los cafetales, y a proporción las demás siembras y plantaciones. Muchas casas perdieron las cobijas: y como esta calamidad recae sobre la del año anterior, y la grande seca de los primeros meses de este año y sus siguientes efectos de carestía de mantenimiento, y enfermedades, son más sensibles, y más difíciles de repararse los indicados perjuicios. Se asegura que apenas hay casas que no tenga dos o tres enfermos, con el desconsuelo de carecer de un hospital, y de médico y botica (Diario Económico de Puerto Rico: 1814-1815).

El libro de Luis Caldera Ortiz, estudiante del Programa Doctoral de Historia de la Universidad Interamericana de Puerto Rico es una lectura recomendada ya que nos lleva por el recorrido histórico de nuestra isla y su relación con los huracanes. La obra es amena, de fácil lectura y escrita en un idioma sencillo (con la excepción de las citas directas, las cuales están presentadas en español de la época). El escrito está dividido en capítulos ordenados por siglos. Cada uno de ellos tiene una tabla que nos presenta una breve descripción de los huracanes que el autor nombra. También es de valor la cantidad de mapas, imágenes, y planos obtenidos de fuente primaria, gracias al acceso que la tecnología nos da a los Archivos (PARES). Como buen estudioso del fenómeno atmosférico, el autor nos presenta una explicación y visión científica de los ciclones, lo cual nos lleva a comprender aún más sus implicaciones en nuestro desarrollo como pueblo.