La Bastilla desde Haití

Cultura

Mirar la Revolución Francesa desde Haití es un ejercicio de reflexión doloroso y profundo. En una nota de poco más de 300 palabras es imposible si quiera nombrar todo lo que ilumina dicho proyecto. Sin embargo, vale la pena observar desde ese lugar ‘teológico’, radical, y de aspiración humana que es la primera república simultáneamente Latinoamericana, negra y Africana del mundo.

Al momento de la Revolución Francesa, Haití era la colonia que más riqueza económica producía en el mundo. La maldición del azúcar y el índigo, color fetiche para la realeza y otras estratas europeas, hicieron de la zona occidental de La Española una plantación de esclavos, de los cuales la mayoría eran africanos de primera generación. Era más importante que Luisiana y hasta Canadá como fuente de desarrollo (que se traduce en capital para materiales, avances tecnológicos y crecimiento urbano, entre otros) para la metrópolis. Imposible un análisis coherentemente radical del París del Siglo 19 sin atarlo a Haití (aun son muy pocos los trabajos al respecto).

Pero en 1789 la Revolución Francesa habló de los ‘Derechos del Hombre’ como derechos universales… Las mujeres, niños y negros, entre otros, no entraban en la categoría humana, aún. Así, los primeros años de la aclamada revolución que según casi todos comienza la prédica sistemática de los derechos humanos, no llegó a las últimas consecuencias. Fue en el Caribe donde dicha humanidad llegó a ser universal, cuando se encarnó en la revolución de los esclavos, los cuales renacieron como hombres y mujeres libres. En ese evento, inacabado aún, los Haitianos concretaron la ‘humanidad’ como un todo.

Que viva la Libertad, la Fraternidad, y la Igualdad de todos y todas – la última revolución será cuando ello se viva como realidad universal.