Entre realezas y realidades

Caribe Hoy

altAyer se celebró la tan anunciada boda entre el príncipe Harry y la actriz Meghan Markle. El miembro de la familia real inglesa, ella hija de una mujer afroamericana y un blanco. Su historia se quiere escribir como otro cuento de hadas.

Lo interesante es que el príncipe Harry, hijo de la fenecida Diana, princesa de Gales, ha marcado llevar un ritmo diferente al tradicional de la familia real. Así de joven empezó su trabajo voluntario y humanitarios con niños y jóvenes africanos; así como la preservación de animales en ese continente. No siendo este príncipe el heredero directo del trono, ha podido manifestarse con cierta mas soltura, que lo que su protocolo exige. Harry conoció a Meghan en una cita a ciegas y quedó enamorado de ella.

Tenemos que pensar en Harry como un hombre de calibre, valor y sensibilidad cuando apostó al amor no empece a que su amada es una mujer bi-racial, quien podía ser excluida de los círculos reales. Él, siendo hijo de Diana, conoce mejor que nadie y de primera mano, la frivolidad y la crueldad del que se puede estar sujeto en esos círculos. La postura abierta de Harry contrasta con la de su homologo, Alberto de Mónaco, quien cortejó y procreó un hijo con Nicole Coste una mujer negra francesa, nacida en Togo, y mantuvo esa relación totalmente tras bastidores, siendo ambos solteros.

La boda de Harry y Meghan rompió con las tradiciones inglesas e insertó la cultura afroamericana cuando entre otras cosas se invitó al reverendo Michael Curry, un afroamericano que dio un sermón apasionado sobre el amor, y donde hizo alusión a la esclavitud y a Martin Luther King. También estuvo la presentación de un coro gospel que interpretó la canción Stand by Me. Podría pensarse que, a través de ese enlace entre Harry y Meghan, ellos obligan al pueblo inglés y particularmente a la realeza inglesa a purgar los siglos de guerras e injusticias entre conquistadores y esclavos. Es como si a través de este matrimonio se extendiera una rama de olivo para comenzar un abrazo amoroso entre estas dos culturas.

Y mientras el mundo estaba sumido por algunas horas en este cuento de hadas, la vida cotidiana, la pobreza y las inequidades siguen su curso normal desde el estrecho de Gaza hasta Puerto Rico. Vaya, vaya, que los cuentos de hadas cuentos son. Que vivan los novios.