Se exigen resultados inmediatos, todos los días, en todo momento. Los resultados tienen que producir capital, más, siempre. Además de esto habrá que ser buen padre, buen ciudadano, buen hijo, buen esposo, buen vecino, disciplinado, obediente, con ‘actitud positiva’, y la sonrisa tatuada en la cara.
Las discusiones se suceden en fracciones de segundo, como chismes sin pausa y con prisa. Hay que ser creativo y enérgico, ágil, eficiente, emprendedor. De lo contrario se es vago, y algo de criminal. Todo esto si se quiere ser pagado, aunque sea para sobrevivir, o menos. Ser explotado hoy se convierte en un privilegio. De inmediato se podría ser expulsado y estar ‘sin’: sin trabajo, sin seguro casa, sin dinero, sin ‘nada’.
El que no haga lo que ‘hay que hacer’ de inmediato será estigmatizado inmediatamente. Pobre de aquel que sea lento, pobre del rápido que no lo haga perfecto, pobre del pobre. No hay excusas pues se te ‘encuentra’ por Facebook, Twitter, email, teléfono celular, y no haber leído o escuchado el mensaje te hace irresponsable, ineficiente, lento. De inmediato quiero lo que necesito y si no lo cumples no te pago o no te vuelvo a contratar. Así, la gratificación inmediata desplaza velozmente el trabajo de largo alcance y duración, las relaciones de compromiso y entrega mutua.
A medio pocillo entonces, se predica la ‘buena vida’. Los que no obedezcan y ejecuten de inmediato serán expulsados, a menos que resistan y existan creando otros mundos posibles.