“’Caribanía’ furiosa”: charla con Dinorah Cortes-Vélez

Crítica literaria
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altaltAl comentar aquel libro [Calibán], Francisco Lasarte afirma:

‘Calibán ha demostrado ser un símbolo duradero

y flexible que ha sobrevivido grandes cambios

en la realidad política latinoamericana y mundial

(y, cabe destacarlo, en aquel centro de la calibanología,

el mundo académico universitario, sobre todo en Estados Unidos).’

Roberto Fernández Retamar, Todo Calibán (2003)

Punto cero

A raíz de la conferencia “Calibanías y caribeñidades: espacios y topografías,” celebrada, del 5 al 7 de abril (2018), en Marquette University, el punto de arranque con Dinorah, timonel de la faena, no puede ser otro: ¿calibanías y caribeñidades? ¿caribeñidades calibanescas?

DCV: Caníbal. Caríbal. Carnaval… somos una gente nombrada, canibalizada por el otro imperial. La furia nombrante de Colón nos cifra como caníbales canibalizados. Nosotros, por nuestra parte, carnavalizamos. Autofagia y autogénesis. Jaibería gozosamente feroz que no es sino sobrevivencia y resistencia.

Relevo

Después de más de una década de organizar la conferencia caribeña de Marquette University, el profesor Armando González-Pérez te pasó el mando; ¿se mueve la conferencia de una cubanocentría a una centralidad boricua?

DCV: Más que relevo, yo diría “caribanía gozosa” potenciada, sin duda, por, e inspirada en, la conferencia antecesora, pero con independencia de miras… La boricuería que reinó en esta primera edición de Calibanías y caribeñidades tuvo mucho de fiesta del corazón y de las ideas, pero la meta de esta conferencia es y siempre será la pancaribeñidad y la experiencia panlingüística de un Caribe recreado en la multiplicidad de caras y caretas de Calibán. Esa pancaribeñidad se vio representada, en esta primera edición, por un bloque de presentaciones concernientes a la antillanía de las Indias Occidentales.

Ecuación

a) Si tuviera que abordar la conferencia, “Calibanías y caribeñidades,” como si fuera ella misma una propuesta literaria, diría que se parece a un cuento encancaranublado de Ana Lydia Vega, en el cual, entre Cuba y Puerto Rico, aparece Haití…

DCV: Entre Cuba y Puerto Rico, con su aquel de República Dominicana, aparece Haití, pero en ese “Contrapunto haitiano” se cifra, espero, la presencia de “Antenor” como representativo de otras antillanías “no cervantinas” representadas en los trabajos leídos durante la conferencia (Trinidad, Guadalupe, Martinica, Jamaica y aun Guyana)… Mi meta es continuar antillanizando todavía más el espacio que abre “Calibanías y caribeñidades”, pues estamos de muchas maneras “todos en el mismo bote” para volver a “encancaranublar” la cuestión.

b) Entre la primera conferencia magistral, “Ballet and Revolution in Cuba”, de Lester Tomé, en la que Calibán baila ballet afrocubano, y la puesta en escena final de Carmen Z. Pérez, “Caribanías o del Caribe feroz,” sobre el huracán María (2017) en Puerto Rico, surge “el caso de Haití”: “Constructed Neocolonial Spaces and Conflicted National Identities”, de Patrick Bellegarde-Smith…

DCV: En el cuento “Encancaranublado” vemos que el bote está hecho en Haití (“navegaba después de todo bajo la bandera haitiana”) (recomiendo la lectura de “Missing the Boat?: Signaling Haiti’s Role in Vega’s Encancaranublado, para más sobre esto). Entonces, ¿qué lecciones ofrece Haití al resto del Caribe? De inmediato, la historia nos presenta dos hechos fundamentales sobre Haití: forjador de la única rebelión exitosa de esclavos negros en la era moderna y primer país latinoamericano en obtener la independencia. El hecho de ser, hoy por hoy, el país más pobre del hemisferio occidental, tristemente, puede verse como un efecto de push-back imperial hacia dicho origen nacional de negritud afirmativa.

Primera fuga

Como crítica sorjuaniana que eres, pregunto: ¿cuál sería la manera más dramática de articular el barroco de Sor Juana con el neobarroco calibanesco caribeño (comoquiera que lo definas)?

DCV: ¿Qué mágicas infusiones/ de los indios herbolarios/ de mi patria, entre mis letras/ el hechizo derramaron?, verso-pregunta-taumaturgia sorjuanina… Vuelo y velo, Sor Juana nos regala un barroco tocado no sólo por la marca de lo indiano, sino de lo negro, como se ve en uno de sus villancicos donde cifra el llanto negro ante la esclavitud. El personaje negro llora la Asunción de María y la soledad y desprotección terrenal en que queda tras su partida: Déjame yolá,/ Flacico, pol Eya,/ que se va, y a nosotlo/ la Oblaje nos deja. El neobarroco calibanesco caribeño es, al igual que el barroco de Sor Juana, “mágica infusión”, preparada como conjuro ante los efectos insidiosos de la herida imperial. Obsedidos por el horror vacui, del dictamen colonial de “no ser” o de “ser menos”, llenamos de vértigo apalabrado esos espacios del ser. Canibalizamos y transformamos aquello que nos carcome.

Nuevos calibanes

En la mesa que presidiste, “Nuevos calibanismos,” planteaban —desde tres ponencias: a) “Guía puertorra para sobrevivir el apocalipsis: La rabia de los muertos (una novela de zombis) de Ángel A. Rivera”; b) “El zombi caribeño: posmodernidad y raza en la novela Malas yerbas de Pedro Cabiya; c) “Hecho de sangre: el gótico caribeño de Ana María Fuster Lavin”— que los zombis y vampiros son los nuevos calibanes…

DCV: Carne, cerebro, sangre… caníbales, zombis y vampiros son guiados por la brújula del hambre. Un hambre insaciable que tiene, a la vez, mucho de cuestión filosófica. Estos monstruos nos muestran el instinto de sobrevivencia más allá de la demarcación de lo “humano”, y sin embargo, esa carencia monstruosa es nuestra marca distintiva como especie…humana… será por eso que vivimos signados por la posibilidad de trasgredir el límite del hambre originaria que nos asedia. Estos monstruos avisan del apocalipsis posible e ilustran a la vez, casi de forma obscena, hasta dónde puede llevarnos el instinto de sobrevivencia. En el fondo, el colonizado es un canibalizado que hace de tripas corazones (valga el doble entendido), que se las inventa para seguir sobre-viviendo o fraguando innúmeras muertes en vida.

Caribeñidad

a) Hacia el final de la conferencia, se abrió un espacio informal para hablar de los estudios caribeños, sobre todo desde la “calibanología” a la que se refiere Roberto Fernández Retamar en el epígrafe; es decir, desde los Estados Unidos…

DCV: La mirada de los EEUU nos enmarca a los caribeños en el mainland, así como enmarca “all things Caribbean”, a partir de ese afán determinista e imperial por la geografía… Los estudios caribeños en la academia estadunidense, y más allá, tienen la responsabilidad de ofrecer un contrapeso a esa mirada y de hacerlo con conciencia histórica y situacional.

b) En esa discusión, dijiste que los puertorriqueños descubren que son caribeños cuando llegan a la academia usamericana (una experiencia que también ha vivido, desde el jazz latino, entre otros, Miguel Zenón, que descubre la tradición musical caribeña en la academia gringa)…

DCV: Como sabes, en “la isla”, designación cariñosa usada por muchos puertorriqueños, hay claramente conciencia de insularidad; de ahí que haya calado tanto en nuestro colectivo isleño el planteamiento pedreirano –a pesar de su determinismo– sobre los males del insularismo. También, hay conciencia de puertorriqueñidad. Los puertorriqueños en la isla tienden a definirse –en mi experiencia, al menos– como eso, puertorriqueños. Pero cuando se cruza el charco atlántico, no solo nos “ennegrecemos” (como apunta el antropólogo Jorge Duany) ante la mirada imperial, y esto sin importar el color de la piel, sino que pasamos a ser mirados a partir de esa misma mirada clasificatoria geográfica que nos ubica en el Caribe.

c) ¡Fricción! Los puertorriqueños del norte del archipiélago, como los de Isabela y San Juan, son caribeños que viven, como los habaneros, frente al Atlántico (¿de espalda al Mar Caribe?)…

DCV: Ante tu pregunta, mi corazón se sitúa en el Canal de la Mona en donde los mares Atlántico y Caribe se dan su beso borinqueño.

Segunda fuga

En la conferencia anterior, la última que organizó el profesor González-Pérez, 4th International Conference on Caribbean Studies (2014), hablaste de la novela, la puertorriqueñidad y la negritud en el buildungsroman crítico, anguladamente crítico, de Piri Thomas, Down These Mean Streets (1967)

DCV: Piri Thomas, al igual que el historiador Isabelo Zenón, tiene mucho que enseñar sobre ser puertorriqueño negro. Thomas escribe con amor y dolor de su toma de conciencia en términos de que, “There’s pride galore” en ser negro; la ruta integradora de su negritud es un testimonio de descolonización del pensamiento que se necesita “mcho con demasiado” entre los puertorriqueños y, en especial, en un Puerto Rico donde hay mucho racismo.

Escribir el Caribe

Iteración; reiteración. Repitámoslo una vez más: como autora de El arca de la memoria: una biomitografía (2011), dijiste, en la sesión de escritores, que la escritora afroamericana Audre Lorde te había dado la clave para tu novela biomitográfica. Transferencia: ¿“Down These Literary Streets”?

DCV: En el arquetipo de las zamis de la isla de Cariacoa, me identifico y me encuentro. En palabras de Lorde, “Zami: A Carriacou name for women who work together as friends and lovers”. Esas mujeres guerreras y amorosas, que no son tan diferentes de las doñitas mollerúas de mi familia, trazan la ruta que me lleva hasta mi voz como mujer caribeña de color, orgullosa del caleidoscopio de etnicidades que me configuran. Lorde le regala al mundo (me regala a mí…) el cuño brillante de “biomitografía”, un género anfibio que descoloniza la línea entre diégesis y “realidad” y que defiende la viabilidad epistemológica del mito matrilineal como fuente de (auto)conocimiento. Tanto Lorde como Thomas son, sin duda alguna, figuras pioneras de la caribeñidad negra asumida orgullosamente “por esas calles bravas” de los años cincuenta en Nueva York

Hecho de sangre

Vuelta a los nuevos calibanes de la mesa que presidiste —“Nuevos calibanismos: zombis y vampiros caribeños”—, en la que hablaste del “gótico caribeño de Ana María Fuster Lavin”…

DCV: La escritura urbana y gótica en clave poscolonial de la santurcina Ana María Fuster Lavín revela los rostros monstruosos de nuevos calibanes y calibanas, como puede verse en las figuras de los duppies o espíritus malévolos, que en el universo fusteriano adoptan el nombre de los “Sin Ojos”, en la bruja vampírica, soucouyant o sukuya, que tiene su negocio de echar la suerte en Santurce, o incluso en la figura de los zombis que asedian la ciudad. Todas estas figuras son representativas del legado abyecto de la opresión colonial. Sobre esto, espero publicar pronto un artículo escrito a partir de mi presentación en “Calibanías y caribeñidades”. Stay tuned…

Acoplamiento feliz

a) Aprovechemos de frente, porque en el contexto de la conferencia resulta feroz, el neologismo impúdico —y por eso sabroso— que cita Fernández Retamar en el epígrafe de esta conversación, “calibanología,” para que lo definas líricamente…

DCV: Calibanología que nos llega de un terreno poblado de retamas desde Noráfrica hasta el sur de la Península Ibérica, marca herrada de nuestra herencia mulata; Calibán colonizado, esclavizado, nuestro símbolo, rudo isleño el Calibán, del “otro lado” de la “Prosperidad”; la “calibanología”, en definitiva, arte de la brega calibanesca…

b) Reincidamos desde esta variación: ¿a quién consideras tu calibanóloga/o de cabecera?

DCV: Mi calibanóloga de cabecera es mi Madre, así con eme mayúscula, quien me enseñó y me sigue enseñando “el arte de la brega”, para apropiarme el decir profético del escritor puertorriqueño José Arcadio Díaz Quiñones. No por ná, la escritora, también puertorriqueña, Marta Aponte Alsina apunta a esta eventualidad, la de la brega, como una de las “metáforas madre” con que los boricuas intentamos aprehender “lo que la isla es” (http://www.80grados.net/la-metafora-madre/).

Imaginario

Calibanías: ¿oda a Fernández Retamar?

Oda a la caribeñidad porque como dice Retamar, “Calibán es nuestro Caribe”.

DCV:

Tercera fuga

a) ¿Poesía barroca y neobarroca? ¡Derroche y proliferación! Contundencia; tensión. Regreso a la conferencia de 2014. Memoria literaria. ¿Cómo olvidar —nunca podré— la factura de los (tus) poemas que leíste, barrocamente sorjuaninos. Espesura. Salsa gruesa

DCV: Desde su cocina-laboratorio-celda, Sor Juana me enseña cómo se guisa el guiso de la escritura. Sor Juana cocina palabras y filosofa guisos. Moldea la palabra como masa de buñuelo, harina, mantequilla y queso, esponjado al calor del aceite. Como buena mamá literaria, me deja cocinar con ella y embarr(oca)rme las manos Su más importante lección culinaria-escrituraria es que se guisa guisando.

b) ¿Sorjuanismo en clave boricua?

DCV: De calle, y yo le entro con ganas, bajo el signo de Sor Juana, la escorpiona ovariuda, a este mofongo de la escritura, gloriosa sambumbia de plátano verde, que se amasa en pilón con su buen chorrito de aceite de oliva pintado de achiote y su buen canto de chicharrón.

Neologismo rabioso

La conferencia termina de una manera magistral: puesta en escena de otro neologismo, esta vez de Carmen Z. Pérez, “caribanía” furiosa. ¿Suma de calibanes y mezcla de caribeñidades?

DCV: “Caribanía”, cercana a la voz etimológica “Caríba”, asociada con la palabra “caníbal”, “Caribanía”, con esa liquidez vibrante de la ere intervocálica me suena más musical, más a viento huracanado, como el que trastoca la pieza puesta en escena por Carmen Zeta como cierre para la conferencia. “Calibanía”, en cambio, con esa líquidez lateral que toca el cielo de la boca, me suena más a trasiego vital; volvemos al “arte de la brega” y al deseo de entenderlo, sobre todo, en ese “nuestro Caribe” que es Calibán.

Epílogo

¿Qué hay para la próxima conferencia?

DCV: La segunda edición de “Calibanías y caribeñidades” está pautada para la primavera del 2020. Si en esta primera conferencia, nos dimos a la tarea de situar la caribeñidad espacialmente, a tono con el tema rector de “Espacios y topografías”, la propuesta para la próxima edición versa en torno a la imagen y a su relación tempestuosa (valga el doble entendido shakesperiano) con el logos. Por eso la hemos llamado, “Calibanías y caribeñidades: asedios a la imagen”.

¿Terminamos con una cita emblemática de El arca de la memoria?

DCV:

Una biomitografía,

la mía

dármelas de fabuladora de mi propia vida, de artífice de sueños, fantasías y recuerdos, de Pandora de mi memoria del trópico, en una biomitografía, la mía, la de mi madre, la de mis abuelas, la de todas las mujeres en mi familia, en una biomitografía en la que la presencia monumental de Mami llena mis días y en la que las manos callosas de Abuelo los iluminan, en una biomitografía de frente a la caja, al féretro de ausencias imperdonables, al cofre donde guardo las prendas del abandono, donde Tú, te me transformas en fétido abono, Papá; en una zona de guerra, una zona de tregua, una zona de paz; en un cuerpo mítico de tetas desbordantes como cántaros de leche al amanecer, igual que las de Abuela, y de caderas anchas como las que invariablemente tienen todas las mujeres en la familia, las crueles así como las amables; una hebra arquetípica que a todas nos conecta – células vivas – y a cada una de nuestras historias, muchas y la misma