Gus Van Sant es uno de los grandes directores del cine de los EE.UU. el cual, a mi
gusto, pasa muchas veces por debajo del radar. Dicho esto, todas sus películas son
memorables, recordadas y se convierten en un clásico y referente del cine de dicho
país. Se mantiene en los linderos del cine independiente y el corporativo, sabiendo
cuando entrar a uno y cuando salir del otro.
Hoy nos presenta un filme monumental, con unas actuaciones extraordinarias, y más
que nada un homenaje a la vida: Do not worry, he won’t get far on foot (Dir. Gus Van
Sant, EE.UU. 2018). Este filme que estrena en los próximos días en Puerto Rico, versa
sobre la historia de John Hallahan ( Joaquin Phoenix), un periodista de Portland, quien
debido al alcohol sufre un aparatoso accidente, y no muere, pero queda muy limitado
en su capacidad motora y de autosuficiencia.
Luego del accidente, Hallahan/Phoenix continúa bebiendo, hasta que descubre a un
filántropo, Donnie (Johan Hill) quien lo invita a participar en un proceso rehabilitación
del alcohol y del espíritu. A partir de ahí otra película. No cuento más. Pero destaco
que las dos actuaciones de Phoenix y Hill son memorables y candidatas a un Oscar.
La película es un hermoso homenaje a la vida. Es una película a lo James Brown, y su
clásico “I feel good”. Es una película que te engancha desde la sabiduría plural de Van
Sant, quien desde su clásico My own private Idaho (Dir. Gus Van Sant, EE.UU., 1991),
ha sabido combinar de forma natural todos los temas de las subjetividades y las
complejidades de la vida.
Esta película, junto a Sorry to bother you (Dir. Boots Riley, EE.UU, 2018), son las
grandes promesas de los premios Oscar del 2018. Hay que verla de forma mandatoria.
Adelante, Van Sant, adelante.