La primera plana de todos los periódicos del día de ayer, marcan un elemento en común: los jóvenes en este Caribe están en riesgo. Es algo bochornoso, pero todo indica que la muerte por violencia, es la principal razón por la cual dichos jóvenes se encuentran en las primeras planas de los periódicos. Ante esto, la muerte para todos estos jóvenes, se da por parte de otros jóvenes, pero también se da por parte del estado que los encarcela eternamente. En ambas circunstancias el resultado es el mismo: la pérdida de toda una generación.
Para una población nacional de jóvenes en la edad concernida de menos de 400 mil personas, el factor de desaparición de dicho grupo demográfico ejerce una fuerte presión en todas las instancias sociales. Es decir, los jóvenes muertos afectan a los jóvenes vivos. Sus padres, madres y familiares, buscan sacarlos del país para que tengan lo más cercano a una vida eterna. Sin lugar a dudas, en Puerto Rico no la habrán de tener.
En un ejercicio fílmico que participaba recientemente, me topé con esta situación. Buscaba a un joven que narrara la película. Joven, mujer u hombre, talentoso, articulado, con ansias de contar y describir el país. Lamentablemente no lo encontré.
En la película todos los entrevistados tienen en edad promedio 55 años. De eso trata el problema – la pérdida de los jóvenes tiene el efecto inmediato que los hace desaparecer en el registro de voces y pluralidad que toda sociedad saludable debe tener.