Puntada con hilo: sobre Intelectuales y ensayo (2018) de Carmen Centeno Añeses

Crítica literaria
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altEl campo de estudio del ensayo puertorriqueño es muy amplio,

pues incluye tanto el humanístico, el sociológico, el filosófico y el científico.

Estudiarlo requiere, en realidad una labor de equipo.

C. C. A. 

Para Hostos, el ensayista es el "guardián de la civilización"

(Moral social, 1888).

José Luis Gómez Martinez 

I 

Como pasa a menudo, un libro, aunque sea de carambola, lleva a otro. En este caso, Las caras del poder: ensayos sobre estrategia, política caribeña y educación superior (2018) de Jorge Rodríguez Beruff, lleva a Intelectuales y ensayo (2018) de Carmen Centeno Añeses.

II

En la librería Casa Norberto de Plaza las Américas, el viernes 26 de julio se presenta Las caras del poder a las 7:00 de la noche. Llego a las 5:15; indago entre los libros de literatura puertorriqueña. Inmediatamente, como si estuviera marcado, me topo con el libro que, imantado hacia la prosa, no podía dejar de abrir: Intelectuales y ensayo.

En lo que empieza la presentación de Las caras del poder, ojeo el índice de Intelectuales y ensayo: 

Prólogo

El ensayo: ese género camaleónico

Eugenio María de Hostos: ensayista sin diploma

Nilita Vientós Gastón: pensadora de la nación

Arcadio Díaz Quiñones y los lugares de la memoria

Género y erotismo en Cámara secreta de Edgardo Rodríguez Juliá

El ensayo de Áurea María Sotomayor: escritura de mujer, nacionalismo y Caribe

El Caribe en el ensayo de Marta Aponte Alsina

El ensayo puertorriqueño contemporáneo: nuevos paradigmas y debates 

De plano, la tensión entre el primer capítulo, “El ensayo: ese género camaleónico” —“De forma híbrida, como un centauro, es amenazante y sorpresivo como un Ninja, pues a veces un ensayo es equivalente a un golpe certero”— y el último capítulo, “El ensayo puertorriqueño contemporáneo: nuevos paradigmas y debates” —“Aunque el ensayo del siglo XX ha sido eminentemente identitario, a fines del siglo XX y comienzos del XXI han surgido nuevos núcleos temáticos… [como] la crítica a la modernidad, el lugar de las diásporas… la creciente hibridez cultural y el impacto del surgimiento de la mundialización… la caribeñización…”—; esa tensión entre el capítulo de apertura y el de clausura genera un campo magnético difícil de ignorar. 

Atracción.

¿Cómo resistir una propuesta metaensayística escrita desde la prosa puertorriqueña, con ángulo de género (Nilita Vientós Gastón, Aurea María Sotomayor, Marta Aponte Alsina, Carmen Centeno Añeses), que no hace sino subrayar, como corresponde, la dimensión formal del ensayo (“ese género camaleónico”)? ¿Cómo resistir una cartografía literaria del ensayo boricua actual?: “Lo que predomina en esta escritura es la apropiación teórica para construir una escritura reveladora del imaginario social que tiene como función principal interpretar las ‘fluctuantes realidades’… de Puerto Rico y que por ello sostiene paralelismos tanto formales como de contenido con el ensayo de América Latina.” 

Ante la fuerza de gravedad que ejerce Intelectuales y ensayo —esa economía verbal del título que se ahorra los artículos (Los intelectuales y el ensayo)—, cedo; leo el primer capítulo, “El ensayo: ese género camaleónico,” in situ: “Si hay un género que se practica en el mundo puertorriqueño contemporáneo es el ensayo, a pesar de que las librerías y el mercado otorguen primacía en su publicidad a la narrativa y a la poesía, muy especialmente a la primera.”

Infusión. De la página 11 a la 35, en prosa limpia, clara, económica, documentada, hilvanada, Intelectuales y ensayo traza una historia rápida, del siglo XVI al XXI, del género literario en cuestión —“Origen del ensayo y teoría”; “El ensayo hispano”; “El ensayo puertorriqueño”—; a la vez que define los ejes —énfasis en el “yo” y en la “argumentación”— sobre los que oscila el estudio de los siete ensayistas seleccionados: Hostos, Vientós Gastón, Díaz Quiñones, Rodríguez Juliá, Sotomayor y Aponte Alsina. 

Al terminar de leer el último párrafo del primer capítulo, “Como escribió René López Villamar ‘el ensayo es el género de la incertidumbre,’ pero hoy mucho más Ninja que centauro, y verdadero camaleón, añadimos, pues acompaña el vértigo del siglo XXI,” la ausencia de un tipo de ensayo practicado en Puerto Rico, el poético, hace pensar en los ensayos, como La poesía piensa o la alegoría del nihilismo (2009) o El llanto de las ninfómanas (1980), del poeta-filósofo Yván Silén. 

III

Cuando vuelvo a abrir Intelectuales y ensayo un día después de la presentación de Las caras del poder, la imantación —¡turbulencia textual!— entre los capítulos dedicados a las ensayistas mujeres y feministas —en el orden que aparecen: “Nilita Vientós Gastón: pensadora de la nación,” “El ensayo de Áurea María Sotomayor: escritura de mujer, nacionalismo y Caribe” y “El Caribe en el ensayo de Marta Aponte Alsina”— atenta con transformarse en una unidad compleja (virtual) con orden propio de lectura. Transformación que exige, en tanto lectura crítica, esta nueva alineación de los textos: “El ensayo de Áurea María Sotomayor: escritura de mujer, nacionalismo y Caribe,” “Nilita Vientós Gastón: pensadora de la nación” y “El Caribe en el ensayo de Marta Aponte Alsina.” 

Contra el orden separado de los capítulos, la relación ensayo-mujer-nación-caribeñidad se infla, convirtiéndose en ecuación eje sostenida en un discurso contrapuntístico, ¿posmoderno o transmoderno?, que articula por un lado la complicidad (con la propuesta ensayística) y por el otro la crítica (a las limitaciones de la misma). 

De mayor crítica, en el caso de “El Ensayo de Área María Sotomayor,” a completa complicidad, en “El Caribe de Mara Aponte Alsina,” pasando por “Nilita Vientós Gastón: pensadora de la nación,” donde la complicidad y la crítica se engarzan políticamente en una intensidad de causa: “[Nilita] Escribía para sacudir a sus lectores, para formar parte de sus vidas, para pensar y construir la nación.” 

En “El ensayo de Áurea María Sotomayor: escritura de mujer, nacionalismo y Caribe,” se mitiga la difícil diferencia nacionalista. Es decir, la crítica a la lectura “limitante” que hace Sotomayor sobre Albizu Campos: “No obstante su excelente propuesta [la de Sotomayor] sobre nación y narración, derivada del pensamiento poscolonial, así como su observación sobre la heterogeneidad de posturas en la literatura sobre la historia nacional, las apreciaciones sobre el pensamiento de Albizu Campos resultan limitantes. Entendemos que esto se debió a que la historiografía sobre su figura en ese entonces [1991] era muy escasa y subjetiva.” 

Crítica al nacionalismo mitigada en aras de una complicidad cabal con la “escritura de mujer,” “Sotomayor afirma que no necesariamente son distintas las escrituras de hombre y mujer, pero sí lo son las condiciones de escritura y de recepción,” y con el “Caribe,” ante cuya “exotización,” producto del “canon eurocentrista,” Sotomayor “objeta”:

“La autora nos permite apreciar como el Caribe resulta ser un ámbito en el que a pesar de su diversidad y su multilingüismo, así como su condición de subalternidad, en el plano de la escritura varios de sus más notorios escritores [se refiere a Glissant y Walcott] emplean el sincretismo lingüístico para adueñarse de su cultura y de la lengua imperial” (Centeno Añeses).

Desde el acoplamiento feliz (político) entre la complicidad y la crítica, “Nilita Vientós Gastón: pensadora de la nación” negocia sin fricciones la dimensión crítica, “El pensamiento de Vientós se encontraba dividido por esas dos pulsiones: la de ser un intelectual de compromiso político y la de ser uno de vanguardia concebido como parte de una élite directora e ilustrada,” desde una complicidad fundante: “Mas, el pensamiento anticolonial de Nilita Vientós Gastón no se limita al neonacionalismo. Impregna su mirada de la educación… la función de los intelectuales y de las instituciones del país, así como su pensamiento sobre qué constituía la nación y su identidad.” 

En “El Caribe en el ensayo de Marta Aponte Alsina,” “Su obra ofrece tanto una versión del Caribe como un discurso sobre el colonialismo en la tradición de Aimée Cesaire,” la complicidad, “’Nuestras islas’, manifiesta Aponte Alsina… tienen piernas largas: piernas más que raíces, porque más que anclajes, forman constelaciones amplias,” le gana a la crítica, de la que se abstiene Intelectuales y ensayo. Endoso de una caribeñidad abierta, inclusiva y anticolonial. 

El “Caribe plural” de Aponte Alsina, “no hablamos… de un Caribe plácido y utópico de hermosas palmeras y mar azul, retrato para turistas, sino de un espacio colonizado que se aferra a la vida, a su genealogía rizomática y sincrética para sobrevivir”; es un Caribe en el que, por un lado, “se impone la necesidad de develar lo oculto, el relato hereje del colonizado,” por lo que “la historia es otro de los motivos comunes en el discurso caribeñista,” y por el otro, “no deja de examinar los entresijos del poder que corroen la historia caribeña y de sus habitantes.”

“Caribe como constelación [el de Aponte Alsina] que no tiene fronteras, principalmente antillano y que conforma parte del geopolítico, al igual que del cultural, sujeto a la voracidad de los imperios…” 

IV 

De vuelta al segundo capítulo, “Eugenio María de Hostos: ensayista sin licencia,” el eco de un poemario nuyorican, Traffic Violations (1984) de Pedro Pietri, sacude fortuitamente las páginas. Turbulencia inesperada. ¿No escribió Hostos, según Intelectuales y ensayo, en la década de 1870, “en La Voz de Puerto Rico desde la ciudad de Nueva York ardientes artículos en contra del poder despótico de España”?

Entre la complicidad con el “contrapúblico” al que “apela” Hostos, uno compuesto de “cholos, mujeres ausentes de la androcéntrica élite burguesa dominante, jíbaros, pequeños agricultores, chinos y exesclavos,” y la crítica a la “fase fundacional de la sociología iberoamericana” de la que Hostos es “figura central,” que lo lleva a plantear “conceptos totalizantes” como el de las “leyes que regían la sociedad” y “la verdad,” Intelectuales y ensayo se plantea “problematizar” el pensamiento de Hostos, “no para negar su intensa labor emancipadora, sino para entender al que participó en ocasiones de nociones de la modernidad que fueron más conservadoras y que debemos ponderar en su contexto histórico.”

Crítica al positivismo de Hostos; complicidad con la dimensión no “elitista” del positivismo hostoniano. Crítica a sus “nociones occidentalistas de la cultura,” como su reivindicación de “La estatua de Colón” (1885); complicidad con su “crítica a la colonización,” que no está “reñida,” “como destaca Maldonado Denis,” con su elogio a Colón, “el loco maravilloso,” “el genio que después de Dios…”

Hostos, que incursionó en “la novela, el teatro, el diario y la poesía,” privilegió, sobre todo por su dimensión divulgadora, puente entre la teoría y la praxis, el ensayo —eso sí, añado, ¡a despecho de la poesía!— . Género (el ensayo) desde el que sobresalió como pensador latinoamericano. ¡Prosa! Un “ensayista sin licencia” (sin título universitario) que hizo de la prosa reinventada por influencia del modernismo, una escritura americanista desde la realidad colonial de Puerto Rico.

V

Entre “Arcadio Díaz Quiñones y los lugares de la memoria” y “Género y erotismo en Cámara secreta de Edgardo Rodríguez Juliá,” la complicidad y la crítica se separan primero y después se juntan.

Separación; elogio a “los lugares de la memoria” que crea Díaz Quiñones, cuya ensayística, la cual Intelectuales y ensayo sintetiza y endosa, “opone la memoria a la invención de la historia unívoca de los relatos coloniales.” Plena complicidad: “la obra de Díaz Quiñones establece una tradición descolonizadora que atraviesa diversas formas del saber: funda una nueva memoria alejada de las visiones que las antiguas metrópolis impusieran desde el occidentalismo, articula una visión de apertura sobre la identidad de puertorriqueños y caribeños, crea una nueva episteme que sostiene nociones simbólicas e identitarias que se apartan del eurocentrismo.”

Junte; entre la complicidad y la crítica, la propuesta de “Género y erotismo en Cámara secreta de Edgardo Rodríguez Juliá” contrapuntea la mirada fálica, cómplice del poder androcéntrico y de sus proclividades culocéntricas, con la dimensión irónica (y por ello crítica) que, desde un “ensayo-relato,” juega a cuestionar “paradójicamente” “la visión androcéntrica de la cultura.”

Bisagra. Complicidad y crítica; Cámara secreta se plantea como un “texto zigzagueante que lucha por salirse de los convencionalismos sobre el sexo, pero que no se aparta rotundamente de ellos a pesar de que nos ofrece una invención discursiva en la que hay una crítica implícita al papel que cumplen los géneros…” Su autor, Rodríguez Juliá, “oscila en una dualidad: la del voyeur e intérprete de mujeres, desnudas y vestidas, desde una visión que no niega del todo la sexualidad femenina, a la vez que la convierte en criatura examinada, en objeto Otro y que recrea mediante la palabra atrevida escenas eróticas que pudieran ser consideradas pornográficas.”

No obstante, en la medida en que “problematiza” las “relaciones de género y el matrimonio,” Cámara secreta atraviesa el androcentrismo que lo hace zigzaguear falocéntricamente; para, desde la ironía, presentarse “como instancia liberadora.”

VI

Imantación desde la prosa; entre el primer capítulo y el último, Intelectuales y ensayo traza una cartografía del ensayo puertorriqueño para situarlo en su devenir moderno y posmoderno. ¿También transmoderno (en el sentido de Enrique Dussel)?

De las ensayistas mujeres y feministas, “son ellas [las mujeres] las que reflexionan sobre el género ensayístico, tal vez por su invisibilidad en este destacado discurso de la vida pública,” la ecuación ensayo-mujer-nación-caribeñidad cristaliza una relación entre el ensayo y la caribeñidad que, a grandes rasgos, apunta a un vacío en el ensayo puertorriqueño del siglo XXI: “Las lecturas que informan a estos escritores [los ensayistas], con claras excepciones, demuestran en términos generales que un grupo centra su mirada mayormente en el mundo europeo y el norteamericano… El diálogo con escritores del entorno caribeño no resulta tan significativo o relevante…”

¿Será que una ruta del ensayo transmoderno pasa inevitablemente por el Caribe que la modernidad y la posmodernidad han dejado fuera?

Entre “los lugares de la memoria” creados por Díaz Quiñones para desenterrar una tradición borrada por el colonialismo que ha marcado la historia de Puerto Rico, y la tensión entre “género y erotismo” que establece Rodríguez Juliá, Intelectuales y ensayo se juega exitosamente la carta más riesgosa de todo el libro: una lectura crítica del androcentrismo rodriguezjulianesco que finalmente lo exonera de entorpecer la “liberación” femenina.

Sobre la prosa del “ensayista sin licencia,” más allá de “celebrar-cerebrar” la imagen del que, como Hostos, escribe fuera de la ley —sobre todo en estos tiempos de la Junta de Control Central en Puerto Rico—; más allá de esa “violación de tránsito,” como diría Pedro Pietri, queda un deseo insatisfecho en este lector: haber leído algo sobre la pugna del “ensayo sin licencia” contra la poesía. ¡Exclusión platónica!

VIII

Como referencia al ensayo puertorriqueño, Intelectuales y ensayo se gana un lugar clave en la biblioteca; bibliofilia. Como ejercicio crítico, desde el cenit del ensayo decimonónico hostosiano escrito para un “contrapúblico”, el libro se lanza a una ensayística escrita por mujeres durante los siglos XX y XXI que, entre feminismo y nación, desemboca en una caribeñidad antieurocéntrica y anticolonial; misma que, desde la recuperación de la memoria nacional y la ironía al patriarcado cristianocéntrico, reivindica la identidad y resquebraja el androcentrismo.