Tita, Estrellita y las cosas de las “perras”

Caribe Hoy

altTita una chica menudita, trigueña y de pelo marrón con rayos dorados, estaba remeneándose en el parque cerca de la fuente de agua. Ella sentía el calor de dos ojos que le tenían clavada la mirada. Se volteó para auscultar los alrededores pero no alcanzó a ver a nadie. Sintió que no había peligro así que continuó husmeando por el área.

Escondida detrás de un árbol se encontraba Estrellita. Una rubia peligrosa de pelo largo y espeso. En sus mejores tiempos cuando paseaba por el parque y ejecutaba sus peripecias, hacia girar cabezas. Su atractivo era tal los machos aullaban al verla y la perseguían a todas partes, como perra en celo. Esos fueron tiempos pasados. Ahora, entrada en edad, había acumulado algunas libras que le impedían mantener su agilidad y atractivo.

Semanas antes de este encuentro, Estrellita supo que una tal Tita estaba coqueteando con su gente. Eso no podía pasarse por alto. Porque si algo Estrellita iba a proteger, era su territorio y su gente. Ya no era tan joven y estaba cansada, pero eso no la hacía menos vigilante de su propiedad. Esa Tita debe ser una buscona, pensó mientras escuchaba el relato que le hacían. “Resulta que hoy conocí a Tita. Es una chiquita tan cariñosa. Su carácter se me parece al tuyo cuando eras joven. Es una coqueta. Yo no hice nada para provocarla y en un brinco cayó sentada en mi falda. Me llenó de besitos.” Estrellita mi amor, ¿por qué ya no eres tan cariñosa?”

Esa conversación puso mala a Estrellita. ¿Quién es esa chiquita, pensó? Debe ser una zafa. Que se piensa esa Tita, que yo no voy a dejar que se levante a mi familia así nada más. Equivocada. Antes muerta que sencilla. Mi linaje es de familia real. Y esa no debe ser más que una sata, se dijo. Voy a conocerla y veremos.

Así que esa mañana, mientras Tita andaba por el parque, Estrellita la vigilaba. No hizo más que Tita dar la vuelta para husmear las flores, que Estrellita le salió al paso. Oye negrita, quien te crees que eres, ladró. La chiquita quedó pasmada y con la mirada clavada en la otra. Se acercaron, se husmearon las colas y se fueron a correr juntas por el parque. A lo lejos sus dueñas las llamaban, perras vuelvan acá. No vayan lejos. No había nada que temer, aquellas dos bichas dejaron sus diferencias y se hicieron grandes amigas. Así son las perras.