Pies de barro y el bambú

Caribe Hoy

alt“Todos tenemos los pies de barro”, esa frase la repetía un profesor universitario a la vez que nos decía que siempre la tuviéramos presente. ¿De dónde sacamos los pies de barro? Según pasajes bíblicos Dios tomó barro, lo sopló y creó al hombre. Por otro lado, según la mitología griega, cuando Aquiles nació, su madre lo sumergió en las aguas de un lago para darle inmortalidad. Para evitar que se ahogara, lo agarró por los talones y esa parte del cuerpo al no ser ungida, quedó vulnerable.

¿Será posible que los pies de barro nos vengan de lo místico o lo mitológico? ¡Qué más da! Lo cierto es que somos seres humanos imperfectos y vulnerables. Ese dato se nos suele olvidar con mucha frecuencia. Pensarnos como seres perfectos nos puede llevar a asumir posturas y roles inflexibles, o a ejecutar acciones equivocadas que conllevan repercusiones negativas en nuestras vidas y nuestro entorno. A veces el pensamiento de que soy una persona “perfecta” nos viene por concesión de otra. Es decir, es impuesta por la expectativa que otra persona tiene de uno.

El problema con creerse o asumirse perfecto, o ver a otro como perfecto, es que en realidad nadie lo es. Esto impone en la “persona perfecta” una carga demasiado pesada que nunca va a poder cumplir. Nuestra naturaleza humana hace que en cualquier momento nos equivoquemos. De ahí esa frase “es de humanos errar”.

Pensarse como modelo de perfección, o pensar a otro como tal, es injusto, engañoso y hasta deshonesto. Ese “ don” de perfección crea inflexibilidad y puede evitar que la llamada persona perfecta, revele o consulte problemas serios. Al verse perfecto ante los ojos y expectativas de terceros puede ser difícil admitir que se tienen debilidades como cualquiera otra persona. Para evitar causar decepción, propia o ajena, la “persona perfecta” puede encontrar difícil buscar ayuda o consejos de familiares, amigos o profesionales. Entonces, al negarse esas alternativas se convierte en un ser más imperfecto. La lucha con las debilidades e imperfecciones, que realmente son parte de la propia humanidad, pasan a ser luchas internas secretas. Ellas pueden llevar a la llamada persona perfecta a privarse la vida por no serlo.

Tenemos los pies de barro. Somos imperfectos y erramos, es mejor aceptar esa realidad. Debemos pensarnos como bambúes, flexibles. De modo, que según los embates de la vida nos golpean uno se pueda doblar, erguir y acomodar. Esta es una visión que nos permite aceptar nuestra humanidad, nos permite tener honestidad propia y con los demás; y nos permite pedir ayuda en momentos de dificultad dejando a un lado la carga de la perfección.

Somos imperfectos porque somos humanos. No hay nada de malo en serlo. Sin embargo, lo importante es poder tener la entereza y la valentía de pedir ayuda cuando se necesita. Seamos bambú.