ARNALDO ROCHE RABELL Y SU LEGADO INMORTAL

Caribe Hoy

altAyer amanecimos con la triste noticia de la partida física del pintor Arnaldo Roche Rabell. La noticia de su padecimiento de cáncer de pulmón nos tomó a muchos por sorpresa. Siempre lo llamé por su apellido, Roche. Así lo conocí allá para 1979. En esa época llevaba a penas un año en la universidad. Por cosas del destino comencé a “janguear” con un grupo de locos creativos de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico. Arnaldo Roche Rabell era parte de ese grupo.


Todos sus compañeros y amigos reconocían su talento. Roche venía de una familia humilde. Para poder mantenerse en la universidad y pagar sus materiales, lo hacía de la forma que le era natural, dibujando. Muchos de sus compañeros le compraban sus obras aún sin saber lo que resultaría de un papel en blanco que apenas comenzaba a dibujar. Le daban $50, $100 o lo que podían y le decían que cuando terminara lo que estaba dibujando era de ellos. Así empezó a ganarse su vida como artista talentosísimo. Muchos de esos compañeros de arquitectura guardan hoy día obras invaluables del artista. Estos mismos compañeros le sirvieron de modelos para su técnica de “rubbing”, donde Roche tiraba pintura en un lienzo gigante. Sus modelos desnudos se acostaban encima de la pintura, Roche los arropaba e iba frotando con sus manos sus cuerpos sobre el lienzo, que luego resultaban obras maestras impresionante. Los modelos jocosamente recordaban que al terminar el proceso tenían pintura dentro de todos los orificios de sus cuerpos.

En particular, por treinta años estuve observando a diario cuatro obras que siempre me cautivaron. Estas obras pertenecen a una colección privada. Tres de ellas son dibujos a lápiz, en papel de aproximadamente 36 por 24 pulgadas. El cuarto es una pintura en acuarela azul de una abuelita, que presumo la modelo pudo haber sido familia de Roche. Uno de los dibujos a lápiz es el de una mujer embarazada con su vientre expuesto y un brazo levantado. Ella siempre me evocó un momento de dolor dentro del proceso de maternidad. Otro es lo que percibí como un verdadero extraterrestre, al estilo película “Alien”.

Mi dibujo favorito era el de la cara de una anciana de mirada tranquila. Lo impresionante de ese retrato es el detalle de todas y cada una de sus arrugas, las cual Roche capturó y dibujó magistralmente a lápiz. El único detalle que me mortificaba en ese retrato eran las pantallas (aretes) que le dibujó. Soy una apasionada de las pantallas. Las que tiene el dibujo de la anciana no le hacen mérito alguno. Una vez que Roche me visitó le confesé que en más de una ocasión, estuve tentada a borrar las pantallas del dibujo y que para mí no le aportaba nada a la mujer ni a la obra. La anciana, desde mi perspectiva, debió estar sin pantallas o por lo menos no con las que tenía. Roche sonrió. Yo nunca las borré, ni él tampoco. Esa era su obra y su concepción.

Arnaldo Roche Rabell, aparte de ser uno de los pintores puertorriqueños contemporáneos más importantes y uno de los principales exponentes del expresionismo figurativo, fue siempre un ser humano sencillo y sin pretensiones. Roche siempre fue un caballero y un ser cariñoso. Si se topaba con uno en cualquier lugar, su saludo incluía una sonrisa cálida y un abrazo fuerte. No era pretensioso. Siempre humilde, genuino y accesible. Su fama no se le fue a la cabeza. Arnaldo Roche Rabell, tu cuerpo físico es ahora etéreo, pero tú esencia es inmortal a través del legado de tu arte. Descansa en paz, Roche.