TU ROSTRO EN LA MEMORIA DE RUBIS MARILIA CAMACHO

Crítica literaria
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[Nota Editorial: palabras vertidas por la autora de este artículo, en ocasión de presentar durante el mes de noviembre la novela Tu rostro en la memoria de Rubis Marilia Camacho, en Manatí, Puerto Rico. Por el valor literario de la novela, publicamos de forma íntegra la presentación].

Comencé a leer Tu Rostro En La Memoria la misma noche que lo recibí. Devoré los primeros capítulos con la intención de no acostarme hasta que lo terminara, pero me encontré con dos factores que obstaculizaron mi deseo: el cansancio por un día complicado y la confusión que me producían los nombres de una época tan antigua. Decidí que, al otro día, dibujaría un árbol genealógico para recordar quién era el padre de quién, el maestro o el tío de quién, y un mapa para refrescar la composición geográfica donde se desarrolla la trama.

Al otro día, mapa en mano, literalmente me metí en la novela. Digo esto, porque la novela histórica que nos presenta Rubis, en esta tarde, es una joya literaria que hay que degustar como el buen vino, con detenimiento y todos los sentidos alerta.

Medrash, es un celtíbero mercenario, un personaje insertado por la autora en la época en que el general Aníbal Barca avanzaba hacia Sagunto, acción que desencadenaría la segunda guerra Púnica. Medrash, llegó a sentir devoción por el general Cartaginés. Ante sus ojos era un semi dios, pero también admiraba sus rasgos humanos, la lealtad a sus amigos Alcicles y Quiriot, el arrojo en la batalla, las pasiones oscuras, la ternura y la compasión.

En esta novela, los hechos reales trazan el camino, pero la ficción rellena los huecos que deja la aridez de la historia. La escritora equilibra magistralmente la lealtad a los hechos con su aguda imaginación, la unge con un lenguaje maravilloso. Construye personajes tan certeros, que el lector siente el olor de su transpiración, los jadeos cuando enfrentan una batalla o hacen el amor; susurran en nuestro oído la historia en toda su dimensión, sientes sus temores, sus miserias te revuelcan el estómago, eres testigo de sus bajos instintos, de sus ternuras, de sus sufrimientos.

La guerra aniquila a las personas que caen en la batalla, pero de alguna manera, también inserta una daga filosa en el alma del que mata enardecido, ya sea por dinero, como Medrash, o por un ideal, como Aníbal.

Sentimos el dolor de las llorosas; mujeres que esperan aterradas el ritual de ser violadas por las tropas la noche antes de partir, a fin de dejar semillas en sus vientres. Sufrimos en carne propia los intentos por esconder a sus pequeños hijos que, como en repetidas ocasiones, serán arrancados de sus vidas para ofrecerlos en el templo de Melkart. Casi podemos escuchar el crepitar de los cuerpecitos consumiéndose en la pira, y percibimos el olor a carne quemada. Rubis reproduce espejos cóncavos, donde el horror de la guerra se refleja distorsionando la vida.

Esta novela, como la vida misma, es una pugna de contradicciones; el morbo terrible de la guerra, la fragilidad del ser humano, el arte, el amor que surge en el momento menos esperado, la solidaridad, la envidia, el abandono y la defensa del honor.

El estilo, la estructura y los personajes logran captar la atención del lector desde el principio. Es un texto lleno de figuras retóricas, de cultismos, de erotismo, de metáforas, de personificaciones. Elohim, el caballo de Aníbal, adquiere carácter humano para su amo. Medrash y Aníbal transitan paralelamente el camino de la guerra. Cada uno sigue su derrotero con la carga de su historia particular, con la herencia genética y existencial de sus ancestros, con la determinación que posee un guerrero honorable.

El punto elíptico, que recoge simbólicamente el sentido fundamental de esta maravillosa novela, es la historia del enfrentamiento inconcluso con el guerrero oriental, que con profunda tristeza contaba Zagún a su esposa Ravia, y con la cual acuna la infancia de Medrash.

La misma batalla, sublime y mística, que al final de la novela sostiene Medrash con este personaje iluminado; es el espejo donde se mira el alma. Le muestra el combate como un acto de honor, como un arte. Al depositar en sus brazos al hombrecito que, a pesar de todos los horrores, no perdió su esencia en la batalla, se cierra el círculo.

Leí “Tu rostro en la memoria” en dos ocasiones, pero no descarto lecturas posteriores. La primera, una lectura rápida por curiosidad, ¿la segunda? para regodearme en la maravilla del exquisito lenguaje utilizado por la autora, y para recrear el contraste entre la belleza de la vida y lo grotesco de las bajas pasiones que se cuecen en la guerra.

La mayoría de las personas que nos acompañan hoy, en el Centro Cultural de mi pueblo, me conocen, y aceptan con resignación mi manera peculiar de hablar. Así es que, sin ningún reparo, quiero expresarles mi recomendación en palabras más contundentes: ¡esta novela está cabrona!