¿En serio que van a seguir con el […..] viernes negro?

Caribe Hoy

alt“Yo no quiero un viernes negro, cuando ya he tenido un septiembre, octubre y noviembre negro”. Ese fue mi grito de guerra para esta misma época el año pasado. Hoy, los recuerdos de esos meses parecen están brumosos en mi mente. Es preferible no pensar en el dolor y el trauma de lo vivido en esos días.

Tantos meses viviendo en la escases y precariedad parecen haber sido solo un mal sueño. Lo triste es que fue realidad. En ese tiempo los comercios multinacionales hicieron en nuestra isla su “agosto” y su viernes negro desde que anunciaron la venida de los huracanes Irma y María. Lo triste es que ese recuerdo se vuelve difuso y con ello también las lecciones aprendidas o las que debimos aprender.

Resignados hicimos filas interminables, que pensamos necesarias para comprar productos de primera necesidad como agua, comida enlatada, gasolina; o equipo para subsistir como estufas de gas, plantas eléctricas, contenedores de gasolinas, baterías, linternas, productos solares u otros. Fuimos muchos los que nos acogimos a las prórrogas del pago de nuestras hipotecas, los que gastamos el efectivo que teníamos a la mano y los que llenamos las tarjetas de crédito hasta el tope para poder subsistir durante esa época incierta. Al pueblo no le entraba ni un centavo al bolsillo, pero los comercios multinacionales saqueaban lo poco que teníamos, a través de la ficción de la necesidad de tener y consumir.

Esos fueron tiempos tormentosos pero la memoria es corta o traicionera. Ahora, más allá de ver reportajes que enseñan a unos pocos que todavía pasan momentos de miseria por la falta de energía o agua potable desde el año pasado, ese tiempo nos parece lejano y ajeno. Desde entonces, los comercios multinacionales no han dejado de hacer su agosto con el pueblo.

El llamado viernes negro, ahora empieza con el miércoles naranja para los comercios locales, sigue con jueves gris hasta la llegada del viernes negro, el fin de semana morado y termina con el ciber lunes. El saqueo a nuestro bolsillos y el consumismo no ha mermado. Nos bombardean con anuncios de ventas especiales, la del especial del especial o la del super especial.

El pueblo, aun sufriendo los vestigios del post-trauma, se auto-sugestiona y empuja la sensación de escases y necesidad que vivió el año pasado hacia lo más atrás del rincón de las memorias. No queremos más septiembre, octubre ni otro noviembre negro.

Entonces nos ponemos los tenis, amarramos sus gabetes y de paso los pantalones. Estamos listos nuevamente para hacer largas horas de fila. Pero esta vez las hacemos con alegría y gozo porque pensamos que ya no hay necesidad. Esas filas son ahora voluntarias. Son para darnos un lujo o adquirir una ganga. Ahora podemos endeudarnos porque sí, porque queremos y nos place. Somos incautos. Así que llegado el jueves de acción de gracias, en ceremonia solemne damos gracias por otro viernes negro.